ANTONIO APONTE.
La Revolución Bolivariana ha entrado en mares de discusión, navega en la turbulencia del 2 de diciembre, los vientos huracanados del análisis estremecen el velamen revolucionario. Y es bueno que así sea, una Revolución que discute, un proceso que reflexiona, que se ve a sí mismo, es un proceso con vitalidad suficiente para encontrar su rumbo. La discusión, que es inevitable y necesaria, tiene grandes ventajas, pero también inmensos peligros. Si es bien llevada, se avanza, ahora, si la discusión es enajenada, esquizofrénica, sin control, se transforma en autoflagelación que lesiona a la Revolución.
La oligarquía a través de su aparato ideológico, que comprende desde la escuela hasta el púlpito, pasando por los poderosísimos medios de difusión con sus películas, novelas e historietas, nos instaló en la psiquis, unas estructuras mentales, valores y reacciones, que convirtieron a la discusión en un mecanismo para destruir al oponente, y no un instrumento para afinar las teorías, de esa manera despojaron a la sociedad de las vía para buscar la verdad, transformaron la argumentación en hostigamiento, y no en ejercicio intelectual.
Los revolucionarios debemos luchar contra esta manera de relacionarnos, es necesario argumentar para crecer y no para destruir. Veamos.
El primer requisito para una discusión enriquecedora es diferenciar a los individuos de las ideologías.
La deliberación revolucionaria es en el terreno de las ideologías, y la acción es en el terreno de los individuos. Siendo así, confrontamos diferentes planteamientos, ideas, argumentos, pero entre individuos que tenemos identidad de objetivos, iguales lealtades, por lo tanto remamos para el mismo lado. Somos irreverentes en las ideas y fraternos con los individuos.
Y tiene que ser así, los revolucionarios debemos discutir como hermanos, con pasión, sin hacer concesiones por motivos tácticos, irreverentes en los argumentos, rebeldes en la teoría, buscando la verdad, pero leales a la hora de la acción, fraternos con los revolucionarios. Sólo discutiendo así le daremos vida a la Revolución.
Una Revolución que no discuta, que no permita la batalla de ideas, que sea sumisa, será rebaño que estallará, será una Revolución destinada a implosionarse a la primera adversidad.
Debemos confrontar las ideas sin dejarnos llevar por la costumbre instalada por la oligarquía en nuestra cultura y en nuestra psiquis. Debemos hacer del debate una oportunidad para buscar la verdad, para encontrar el mejor camino, la mejor opción, que sea beneficio para la sociedad que estamos construyendo.
No podemos hacer del debate una oportunidad para destruir a las personas, porque así, al caer en la trampa oligarca de no ir al fondo, estaremos impidiendo la construcción de la base teórica de la Revolución.
La hora es de discusión profunda que permita retomar el rumbo, pero debemos deliberar como revolucionarios, no para desgastarnos sino para fortalecernos, que de la discusión salga la verdad, que ajustemos la teoría a la realidad.
Desechemos el camino fácil de sustituir hombres, cuando debemos sustituir ideas, desechemos el camino fácil de cortar cabezas y no sustituir ideologías.
¡Irreverencia en la discusión, LEALTAD en la acción!
¡Viva Chávez y el Socialismo!
miércoles, 2 de enero de 2008
INDIVIDUO E IDEOLOGÍA
Etiquetas:
Ideología y Socialismo del Siglo XXI.
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