lunes, 21 de octubre de 2024

La necesaria revolución curricular hoy

 

Alexandra Mulino

Los brutales acontecimientos ocurridos entre el 28 y 29 de julio, en el marco de las elecciones nacionales, necesariamente deben convocar al alto gobierno y a los educadores en general, sin obviar la participación de los estudiantes, a una sincera reflexión política y pedagógica.

La pregunta medular que de inmediato asalta el pensamiento es la siguiente: ¿durante esos funestos días encontramos una relación intrínseca entre los hechos acaecidos y la concepción políticopedagógica y sociocultural del currículo?.

Justamente, la interrogante obedece a la angustia social que generó la participación de muchos de nuestros jóvenes en acciones lamentables, vandálicas y criminales, por un “puñado de dólares”, ofrecido por la extrema derecha criolla, sin ningún viso de remordimiento. ¿Qué sucede en las escuelas y las universidades cuando los educandos, simplemente, repiten las opiniones de los influencers y sus redes sociales favoritas?.

En efecto, el currículo sí determina la visión del mundo de los actores sociales que integran el sistema educativo nacional. Es decir, hace, concibe, modela la “mirada”. Por lo tanto, llegó el tiempo de deslindar la visión tecnocrática, psicologista, relativista y extranjerizante de los fundamentos socioantropológicos, históricos y pedagógicos críticos que piensan la venezolanidad sin pretensiones chovinistas.

Es decir, este es el momento oportuno para reconsiderar, en términos de crítica y autocrítica, si en verdad hemos implosionado los substratos socioculturales que conformaron las relaciones sociales impuestas por las distintas fases de la acumulación de capital.

Luis Antonio Bigott, Rodolfo Quintero, Iraida Vargas, Argelia Laya, entre tantos otros, propusieron estudios pedagógicos, antropológicos y sociológicos que permitieron el conocimiento íntimo de lo nacional en detrimento de las ideologías colonial y neocolonial como expresiones alienantes heredadas del coloniaje español y de las transnacionales estadounidenses.

En consecuencia, es necesario repensar una revolución curricular que destruya los cimientos de las culturas del latifundio, del petróleo y, hoy en día, de la cultura digital como manifestaciones de lo antinacional. El Estado debe concebir un modelo de escuela que rompa con las modas pedagógicas y socioculturales foráneas a fin de consolidar en los muchachos y los docentes consciencia crítica a favor de la intrahistoria.



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