Parecidos y diferencias en tiempos de crisis
El coco internacional en el que convirtieron a Venezuela ha sido innegablemente exitoso. Más allá de las falacias o la falta de sustento de la ahora archiconocida amenaza: "Van a convertirse en Venezuela", lo cierto es que en América Latina todo el imaginario que rodea a esa frase es no solo bandera de las derechas (sí, en plural), sino modismo popular. Ha servido para apuntalar la vieja tesis machartista del terror al comunismo (valga aclarar que no importa en lo absoluto que Venezuela no haya sido ni sea comunista) y a cualquier propuesta fuera del liberalismo económico.
Los casos más recientes de elecciones presidenciales en las que esta herramienta se utilizó en campaña, Ecuador y Argentina, son prueba de ello. Especialmente en la última, donde la palabra "Argenzuela" ya es argot popular para referirse a crisis económica, devaluación e inflación. En una Argentina con crisis, desempleo, inflación, inseguridad y baja en el poder adquisitivo, sus ciudadanos decidieron escoger la fórmula más protofacista que encontraron, la de Javier Milei con Libertad Avanza, donde el peronismo, luego de apenas un período en la jefatura del Estado, después de la debacle de Mauricio Macri y su endeudamiento histórico con el FMI, perdió las elecciones por —entre otras cosas— no evaluar adecuadamente el impacto que la crisis causó en su población.
Una cosa es comprender que el endeudamiento no lo haya hecho la gestión actual, y otra, no comprender que, cuando se les dio el voto, no encontraron soluciones ni pudieron impedir —por inacción o imposición— que el enorme costo lo pagase la gente. El dinero no alcanza para cubrir las necesidades básicas y, ante esa realidad, los argentinos decidieron votar por la otra opción, antes de aquella que ya les falló. El beneficio de la duda, o así lo plantearon.
Por increíble que parezca, cuando se le analiza evaluando contextos más amplios, lo cierto es que el nivel de desesperación de un grupo —el otro sector es la casta empresarial y las clases privilegiadas de siempre, que se vota a sí misma— privilegió la "aventura" de votar por un personaje claramente desequilibrado, negacionista de derechos, ultraortodoxo en lo económico y fanático de la reducción del Estado como Javier Milei, antes que seguir por la senda de la "continuidad" que parecía ofrecer Sergio Massa.
Poco importa acá que Sergio Massa fuera de todo menos un representante de izquierda alguna, o siquiera progresista. Poco importa que Milei haya sido respaldado por el mismo hombre (Macri) que llevó al país a la crisis más importante de la última década. Poco importa si el discurso es incendiario hasta el punto del miedo. Poco importa que no tenga experiencia de gestión gubernamental o que el primer mensaje de apoyo lo haya recibido de Donald Trump.
A la Argentina no le importó nada. Llevó al extremo esa frase que decimos cuando estamos hartos: "Que se vaya todo al carrizo, pero que esto cambie". La parte de que —con total seguridad— cambiará para peor no fue considerada. Se vienen tiempos oscuros para los australes. El precio de elegir a quienes más dañan, en nombre de la rabia, el hastío o la desesperación, quizá sea tan alto que no lo puedan pagar. Calle y confrontación. Eso es lo que se vislumbra, y muchos debemos echarle un ojo a ese espejo, sobre todo ahora que se vienen elecciones presidenciales y que mucha gente, principalmente la clase trabajadora, no cuenta con sueldos dignos. Valga la ironía de decir: "No seamos como la Argentina".
Mariel Carrillo García
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