Luis Britto García
La propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) fue lanzada durante la primera Cumbre de las Américas, que se desarrolló en Miami en diciembre de 1994. El plan seguía lineamientos trazados desde la Primera Conferencia Panamericana de 1890 y relanzados mediante la Iniciativa para las Américas: una zona de libre comercio hemisférica, que significaría para la entonces potencia industrial más poderosa el acceso sin trabas a un mercado de más de 800 millones de habitantes.
En la Iniciativa para las Américas el presidente Bush confiesa explícitamente la incidencia de la economía latinoamericana sobre la de Estados Unidos. Los asesores de su política exterior destacan que mantener abiertas las economías hemisféricas es un requerimiento
de primera magnitud de la política exterior estadounidense. Así, el Documento Santa Fe IV afirma que: La economía norteamericana tiene un impacto importante sobre las economías de los Estados latinoamericanos. Pero la economía de América Latina -especialmente sus mayores economías- tiene un impacto creciente sobre Estados Unidos. Para garantizar la prosperidad futura de todo el hemisferio, los mercados nacionales deben mantenerse
relativamente abiertos. Hay que permitir que la tecnología fluya libremente con base en los principios del mercado. No deberíamos restringir indebidamente la inversión (Santa Fe IV).
En su ejecución tesonera e imperturbable de tales políticas, Estados Unidos había suscrito un Tratado de Libre Comercio con Canadá, y luego el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (Tlcan) entre ambos países y México. La ocasión parecía propicia para extender el régimen a todo el hemisferio.
Capitales sin fronteras
Se debe establecer varias precisiones preliminares. El Alca no es un proyecto de integración. Para nada se propone la unificación o federación política, social y cultural de las áreas que intenta cubrir. Su intención es librar de todo obstáculo la circulación de sus capitales y sus mercancías en dicha región. Es similar, tanto en metas como en detalles, a los Acuerdos Multilaterales de Inversión que intentó imponer a escala planetaria la Organización Mundial del Comercio (OMC), y que fueron detenidos por la oleada de oposición también universal que suscitaron. El Alca era una avanzada de dicho proyecto, y simplemente se adheriría a él cuando la OMC lograra imponer sus dictados en el mundo entero.
Ello explica asimismo que el Alca no previera la instauración de un organismo político. Le basta con excluir mediante sus cláusulas del campo de la acción política todo lo relativo a la
circulación de bienes y capitales, la gestión económica y empresarial y la explotación de la naturaleza. Lo político deviene así materia de acuerdos comerciales. El acuerdo prevé una Comisión de Libre Comercio, donde concurrirán los signatarios para controlar la puesta en ejecución del tratado y su ulterior desarrollo y resolver las controversias (Enrique Arceo: “El Alca y su impacto sobre el mercado de trabajo” en De la Garza y Salas: 1993,18). Ello explica también que carezca de organismo jurisdiccional. Le basta con arrancar a los tribunales nacionales el poder de decidir la mayoría de las controversias sobre cuestiones
económicas, para referirlas a dicha comisión, o a la jurisdicción de árbitros internacionales.
El Alca tampoco contemplaba disposiciones relativas a la libre circulación de mano de obra, la coordinación de las políticas macro económicas y la ayuda a los Estados menos desarrollados, omisión particularmente sensible si se considera que las diferencias entre el ingreso per cápita de sus asociados son diez veces más acentuadas que en el Mercosur (Mercado Común del Sur) y quince veces mayores que las que presentan los miembros de la Unión Europea. Mucho menos hay normas de cumplimiento de la legislación laboral, hecho que, según Enrique Arceo, se debe a que los países latinoamericanos temen que su incumplimiento de tales disposiciones pueda ser invocado para justificar represalias comerciales en los términos del tratado (Arceo, 1993, 19).
Integración asimétrica
Las asimetrías en relaciones comerciales tienen antigua data. Ya para el año 1983, de profunda crisis hemisférica, el Sela concluye: “dado que las relaciones de América Latina con Estados Unidos, a pesar de las importantes transformaciones que han sufrido, mantienen un patrón de asimetría básico asociado a los diferentes mecanismos y dinámicas que regulan la interacción entre las distintas economías nacionales, la región debería profundizar el proceso de diversificación de sus vínculos económicos externos como una forma de incrementar su capacidad relativa de negociación” (Sela 1983, 107).
Tratados como el TLC y la propuesta del Alca forman parte de lo que Rita Giacalone identifica como una tendencia manifiesta a sustituir la concertación de acuerdos entre socios desiguales, como la Unión Europea y sus ex colonias, y los acuerdos de cooperación, como la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y el Caribbean-Canadian Trade Agreement, por una nueva tendencia a suscribir acuerdos de libre comercio con fuertes asimetrías, centrados en el paradigma de integración “Norte/Sur”. Estos acuerdos presentan rasgos comunes: 1) se celebran entre países desarrollados y países en desarrollo entre los cuales hay una brecha importante en los niveles del PIB; 2) son promovidos por los países desarrollados, quienes eligen los países o grupos que les convienen; 3) se refieren a la liberalización del comercio, pero incluyen apertura para las inversiones, propiedad
intelectual y servicios; 4) se someten a las reglas de la OMC pero las amplían en diversos aspectos; 5) reducen las barreras arancelarias en los países desarrollados para los productos de los países en desarrollo, pero preservan barreras no arancelarias, y 6) sus reglas aseguran el acceso de la tecnología, los productos y las inversiones de los países desarrollados hacia aquellos en vías de desarrollo. (Giacalone, Rita: “Integración Norte/Sur y tratamiento especial y diferenciado en el contexto regional”, Nueva Sociedad julio-agosto
2003, p. 71). El Alca era el perfecto instrumento para enriquecer a los países desarrollados y empobrecer todavía más a los no desarrollados.
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