Eubel López.
Sí, soy hija del maltrato, como muchos tantos seguramente, de ese silente que un día nos normalizó el patriarcado y el machismo, el mismo que está instaurado en nuestro social andar, ese que ejerce control desde lo económico, que aprovecha la ventaja y se alimenta del miedo, del que grita, humilla y golpea, del mismo que nos liberó un día la revolución bolivariana.
Nosotros las y los hijos del maltrato sabemos lo cara que puede llegar a ser la paz, y lo mucho que duele el silencio, sabemos lo que es la injusticia y la soledad, crecimos a la orilla de un mundo torcido que va enderezándose a medida que nos hacemos conscientes de lo que debemos combatir.
Es esta una de las razones por las que la revolución tiene nombre y esencia de mujer, en ella se recogen las luchas y las desigualdades sociales que venimos venciendo, donde casi siempre es la mujer la protagonista, es en el proceso revolucionario donde pasamos de la reivindicación al reconocimiento de los problemas estructurales como sociedad, es con el comandante Chávez que salimos de la oscuridad y el silencio y asumimos merecer una vida libre de la violencia y el miedo, desde los mecanismos legales fundamentados en el principio de equidad y el derecho a la paz.
Esta que no es una lucha reciente, sino por el contrario una lucha histórica, llena de contradicciones y obstáculos, viene de lo más profundo de un pueblo que busco desde siempre el reconocimiento y el derecho a ser de todas las que vienen detrás de nosotras y de las que vendrán después.
Hoy por hoy, decidimos por la paz, por la esperanza de un futuro renovado, de la mano y con la certeza que debemos continuar confiando en una revolución que no nos ha abandonado, por el contrario, nos ha protegido y enarbolado las banderas de nuestra lucha, que sepan que nosotros y nosotras hijos e hijas del dolor y del maltrato hemos roto para siempre con todo lo que pueda intentar atarnos a la violencia cualquiera que sea su manifestación, henos aquí en pie de lucha, venciendo y caminando al futuro de esperanza que nos ofrece la luz que se encendió para jamás apagarse, henos aquí después de Argelia, después de Luisa, después de las sin nombre que han batallado con su vida por la equidad y la justicia, henos aquí asumiendo el compromiso de no dejar caer la lucha, de hacer florecer la patria con amor y de forjar nuevos caminos para la senda de la libertad absoluta y definitiva, ¡seguiremos venciendo!
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