María A. Díaz Marín.- Las fronteras, imaginarias o no, definen una nación. Ellas son nuestra piel, epidermis necesaria para la integralidad del país, protegernos y relacionarnos. Toda frontera es permeable y todo organismo -el Estado-Nación lo es-, para sobrevivir, sólo debe admitir el tránsito de nutrientes y evitar los elementos tóxicos y dañinos.
Disolver y engullir (como la araña con su presa atrapada en la red) resume muy bien el proceso de reingeniería social y ontológica global, diseñado desde los centros de poder y aplicado a los Estados para demolerlos, destruirlos y dinamitarlos hasta sus cimientos; esto le hacen a nuestro país desde Colombia, EEUU y UE, ante la mirada inerte de algunas autoridades civiles y militares irresponsables.
El “momentun constituyente” que vivimos urge preguntarnos, ¿Qué nos trajo a esta casi indefensión? ¿Fuimos capaces de neutralizar los dispositivos de saqueo de riquezas, parálisis, destrucción de sistemas productivos, desvalorización del trabajo y todo intercambio; lo cual transgrede los límites de la seguridad de la nación, al aplicarnos una guerra hibrida, destruyendo además nuestra esencia constitutiva, material y espiritual? Revisemos las causas reales de la pulverización del viejo cono monetario, el actual y posiblemente el nuevo también y finalmente preguntémonos sí nuestra estrategia de Defensa Integral de la Nación ha sido suficiente para enfrentar esas acciones.
Ningún sistema nacional debe cerrarse ni abrirse del todo para mantener el equilibrio óptimo, el orden interno y la defensa exterior. El enemigo hiperliberal detesta las fronteras y los límites; busca disolvernos, haciéndonos sopa, licuarnos y engullirnos, de allí la máquina de guerra aplicada: Dólar Today, política cambiaria y monetaria hostil, comercio ilegal, inflación inducida, contrabando de extracción generalizado, narcotráfico, paramilitarismo, destrucción del tejido social y cultural, cambio de perfil idiosincrático, transculturización alienante, que corrompen la vida nacional y los límites esenciales de protección de la nación, la comunidad (el bien común) y el pueblo.
Es ineludible tomar medidas radicales aplicando un sistema de control efectivo capaz de proteger nuestras fronteras, o todo será tragado por esta máquina de centrífuga exponencial que succiona: riquezas y bienes ad infinitum, incluyendo el Subsidio, núcleo transversal del modelo constitucional.
María A. Díaz Marín
@Alecucolomarin
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