sábado, 10 de marzo de 2018

Henri, entre el sueño y la pesadilla

Carola Chávez

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Entonces Henri Falcón se inscribió. Su momento soñado. El muchacho que fue, por un ratico, alcalde de la ¡chusma, chusma, chusma, pfff! chavista, y de ahí, pensando: “si Chávez pudo por qué no yo”, hizo justamente lo que Chávez jamás haría, y saltó la talanquera para caer de platanazo en el campo minado de la sifrinocracia, donde lo adoptaron de mala gana, “porque el negrito parejero gana en Lara, así que tenemos que calárnoslo hasta que no tengamos que calárnoslo más”.
Allá, en el lado del sifrinaje, Henri intentaba adornarse, a ver si encajaba, y empezó a hablar despacio, pronunciando todas y cada una de las eses que se le atravesaban, sin dejar una sola sílaba chucuta. Así creía Henri que hablaban los ricos, mientras la sifrina dirigencia de opositora, paradójicamente, copiaba de El Conde de El Guácharo sus maneras, para ver si de ese modo su discurso vacío “subía cerro” y calaba en quienes tienen “el rancho en la cabeza”.
Henri, como cucaracha en baile de gallinas, vio la luz en las encuestas que hablaban de un tercio de población Ni-Ni, o sea, ni de allá, ni de aquí. “¡Ese soy yo!” -exclamó con cara de tercera opción y empezó a patinar en el charquito del “ni una cosa, ni la otra, sino todo lo contrario” y del nefasto “de lado y lado” muletilla favorita de los cobardes y los falaces.
Que si una turba de violentos encapuchados secuestran una gandola de gasolina de PDVSA y amenazan con hacerla estallar en medio de una calle poblada, Henri sale rapidito a condenar el secuestro y a responsabilizar, a la vez, al gobierno chavista por “cualquier cosa que pueda ocurrir” -si la amenaza de los terroristas se hiciera realidad-. Que si los Estados Unidos ataca a Venezuela con sanciones económicas y amenaza con una intervención militar, Henri, rapidito condena la intervención gringa, pero no las sanciones, que profundizan la guerra económica que Henri también niega, porque todo es culpa del chavismo, que bla, bla, bla, bla… -dice hecho todo un “doño” cacerolero de El Cafetal.
Fingiendo mal no ser ni chicha ni limonada, le bastaba abrir la boca para mostrar sus costuras capitalistas. Aunque nunca con tan poco pudor, como cuando, recientemente, le pidió, a Lorenzo Mendoza que se lanzara a la presidencia, en lo que pareció más a un intento de averiguar si Lorenzo quería o no, no fuera a ser que la candidatura de Henri le pisara los callos a su jefecito de Polar.
Despejada la duda, Henri se lanzó, como se lanza Henri, como todo lo que hace, en un que sí, pero no, que aquí me inscribo, pero mosca y me retiro, y ahí se lanza a mezclar el discurso de la MUD abstencionista con sus propios matices falconeros: que si el “CNE es tramposo, pero con este CNE o uno peor ganamos las parlamentarias en 2015”, que las condiciones no están dadas, que no hay garantías, que exijo observadores -que ya el CNE invitó, por cierto, pero Henri los exige para que parezca que no quiere el CNE que haya garantías; un discurso pa’lante y pa’trás, como para evitar cortocircuitos caceroleros, intentando calar en una oposición cansada de batuqueos, de mentiras, de falsas ilusiones, cansada de una dirigencia que los usó como papel toilet para servir fines ajenos, con el cuentico de la libertad, y tal. Aportando Henri “su granito de arena” en la locura antichavista, cantando fraude adelantado a la vez busca que la gente salga y vote por él.
Henri que se moja hasta la cintura, la MUD que lo expulsa de sus filas, porque “dentro de la unidad todo y fuera nada”, aunque la nada es precisamente eso que se llamó Unidad y que hoy es un reguero pedacitos rotos en más pedacitos.
Se debate Henri entre su candidatura soñada y la MUD; entre la inmensa mayoría de los venezolanos que queremos ir a elecciones, entre la oposición de base que quiere una dirigencia real, y los cuatro gatos necrófilos que quieren para Venezuela un escenario tan espantoso que lo tienen que maquillar con metáforas gastadas, con coletillas “humanitarias” para ver si caemos -muertos- por inocentes.
En esta historia, en la que hemos visto ya al motor arrechísimo pistonear enchumbado, al “Mandela venezolano“ y a su Heidi consorte, recibiendo de los suyos el odio que sembraron, al El Tigre teniéndole miedo al cuero, a la Unidad hecha añicos, a los gringos vueltos locos y a los caceroleros queriendo votar; veremos si Henri Falcón tiene la valentía y claridad política que se necesita o si acabará en el barranco del desprecio y el olvido opositor junto quienes hoy lo quieren obligar a renunciar. Ya veremos…

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