Por: Pasqualina Curcio
Fue a finales del siglo XVIII, en 1790, cuando Mayer Amschel Rothschild, precursor de la dinastía Rothschild, actual dueña, junto a siete dinastías más, de la Reserva Federal de los EEUU dijo: “Permítanme emitir y controlar el dinero de una nación y no tendré por qué preocuparme de quién emite las leyes”.
Más tarde, en 1815, Nathan Mayer Rothschild, siguiendo la tradición familiar, dijo: “no importa qué marioneta se corone sobre el trono de Inglaterra para gobernar el imperio en donde no se pone el Sol. El hombre que controle el suministro del dinero en Gran Bretaña controla el imperio británico, y yo controlo el suministro de la moneda inglesa”.
Destruir las monedas nacionales y sustituirlas por el dólar es entregar la competencia de los bancos centrales, no al gobierno de los EEUU, que en este escenario, y según los Rothschild, termina siendo una marioneta, sino a los grandes capitales financieros. Dolarizar es perder la independencia económica, es entregar la soberanía nacional.
El objetivo de las dolarizaciones es anular los bancos centrales y limitar la emisión de dinero, para que los gobiernos se vean obligados a solicitar préstamos en el sistema financiero internacional, creando así las condiciones para un endeudamiento eterno. En pocas palabras, una eterna dependencia.
Quienes asoman la dolarización como salida a la hiperinflación están reconociendo que los aumentos de precios en Venezuela están determinados por el valor de la moneda.
Y aunque no reconocen abiertamente que dicho valor ha estado siendo manipulado a través de portales web, lo hacen de manera indirecta cuando proponen que, tomando solo un tercio de las reservas internacionales bastaría para cambiar todos los bolívares por los dólares que “deberían” circular en nuestra economía, en cuyo caso, el valor del bolívar con respecto al dólar, se ubicaría muy por debajo del tipo de cambio ilegal.
Reconocen entonces que la hiperinflación en Venezuela no es consecuencia de las políticas económicas, ni del control cambiario, ni de la emisión de dinero “inorgánico”, mucho menos del modelo económico y social implementado desde 1999.
Cabe preguntarse si los países que han dolarizado sus economías han logrado controlar la hiperinflación por la dolarización per se, o por el hecho de que los dueños de estos grandes capitales depusieron su arma imperial y detuvieron la manipulación del tipo de cambio una vez logrado su objetivo de controlar la emisión de dinero, despreocupándose, de esa manera, de qué marioneta emitirá las leyes.
“Ecuador cometió un suicidio monetario al dolarizar su economía”. Rafael Correa, 2016.
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