Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Brisa fresca corre en la Revolución siempre que una
chispita de autocrítica se asoma en nuestra altísima dirigencia; cuando
es así, el árbol de las cuatro raíces florece, la esperanza ilumina, y
el desencanto, el pesimismo, se disuelve.
El Presidente Maduro, en su programa, alertó:
“Hay un proceso preocupante de despolitización de
importantes sectores del pueblo venezolano, que es comenzar a
desligarse, no atender, estar desinformado, salirse de la batalla
política por Venezuela”.
Es una importante autocrítica, valiente, trascendente;
abandonamos los vapores del opio del triunfalismo, la ceguera de la
adulación, y parece que comenzamos el camino de la rectificación, de la
reconstrucción del rumbo al Socialismo, de regreso del extravío. Más
adelante, agrega el Presidente:
“Esta reflexión yo la hago para abrir un debate (…)
Ubiquemos el fenómeno, vayamos al encuentro de este fenómeno porque la
desideologización va en contra del propio pueblo”.
Mejor todavía, se reconoce una falla, un problema y
además se abren las puertas a la discusión. Eso significa -debe
significar- que ninguna opinión será descalificada, que no coincidir
enriquecerá el debate, que la unanimidad será sospechosa y todo esto
ayudará a los dirigentes a tomar las decisiones. Es promisorio encontrar
el camino de la lucha de los argumentos, en ella no pierde la
Revolución, al contrario, se nutre, se vigoriza.
Nosotros pensamos que la despolitización, la
desideologización que hoy nos preocupa debe ser atacada en sus raíces,
en sus orígenes. Debemos ir hacia atrás, al
sitio donde se erró el camino, entendiendo que esta situación de hoy es
consecuencia de errores cometidos en el pasado. El examen, si se quiere
la auditoria política, debe comenzar con el gobierno, con la autocrítica
de los que diseñan el camino y se lo proponen a la masa. La pregunta clave es ¿dónde y por qué la Revolución perdió el contacto con la masa?
El primer punto tiene que ver con el tratamiento dado a
la muerte de Chávez, se redujo al duelo como si sólo se tratara de la
muerte de un ser querido, cuando fue el asesinato del líder máximo de la
Revolución. La muerte del Comandante fue una acción militar del enemigo
oligarca, el Comandante cayó en combate. No lo supimos proteger y
después de muerto no supimos elevar la lucha hasta los niveles que el
hecho ameritaba, dilucidamos la contienda en el terreno de la democracia
burguesa, firmamos así un armisticio. Dejamos a aquella masa que tomó
las calles con sus lágrimas y su ira sin dirección, la llamamos a sus
casas a esperar las elecciones burguesas, cuando hemos debido
profundizar la Revolución, que era la única manera de honrar al jefe
caído.
El segundo punto de despolitización, de
desideologización sucedió dentro del alto gobierno, que se paralizó y
buscó un pacto con la alta burguesía; en Miraflores apareció mendoza y
el fantasma de cisneros, que sólo entra en la política para dejar el
huevo de la serpiente, la ponzoña, y se retira a ver el daño para la
Revolución y el florecer de sus negocios. De esta manera, se minaba la
ideología revolucionaria en su base; recordemos que la ideología -y esto
es muy importante- está íntimamente ligada a la economía: no se puede
esperar una ideología revolucionaria en un país que estimula, prestigia,
al capitalismo, a su egoísmo. La conciencia revolucionaria debe estar
apoyada por una economía de propiedad social, por el derrumbe de las
formas egoístas de propiedad.
El tercer punto fue el clientelismo socialdemócrata que
invadió al gobierno, ese pragmatismo de dar a la masa cosas materiales a
cambio de apoyo sólo consiguió elevar el egoísmo, el espíritu
mercenario, y cuando llegan las vacas flacas -que siempre llegan- la
masa así acostumbrada se despolitiza, se retira a la búsqueda
individual, pierde el sentido del deber social, del sacrificio por la
sociedad, de pertenencia al todo.
El cuarto y más polémico punto fue organizar al pueblo
en Comunas y Consejos Comunales que funcionan como unidades aisladas de
lo nacional, en una especie de egoísmo colectivo, sin formar un tejido;
de esta manera organizamos al egoísmo, no creamos la bases de la
conciencia del deber social.
A partir de allí, la sociedad dio un giro tremendo hacia
el capitalismo, los otrora revolucionarios se hicieron incómodos,
cuestionadores, fueron desplazados con variadas excusas, los afiches
rasgados, la imagen del Comandante se vació de mensajes, los aparatos
políticos disueltos con la disculpa de que no eran productivos. Se
perdió el rumbo, ahora no íbamos hacia el Socialismo sino hacia la
democracia burguesa, ahora los capitalistas eran aliados para elevar las
fuerzas productivas, nos quedamos en una guerra sin enemigos, una
guerra poco creíble.
Entonces la masa, el pueblo humilde, empezó a responder
de manera directa a lo que le transmitía la dirección revolucionaria:
“dakazos”, “raspacupos”, automóviles, casas, el logro sin esfuerzo, un
“mangazo”, un “camionetazo” fueron los paradigmas. Se decretó el sálvese
el que pueda, la rapiña del dólar, del bachaqueo, de lo material
Ojalá el propósito de discutir sea continuado por la
enmienda, ojalá todo no quede en palabras hueras con las cuales llenar
los requerimientos electorales.
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