viernes, 12 de junio de 2015

TAREK WILLIAM SAAB UNA VISION CHAVISTA HUMANISTA DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LA MUJER

Rosa Natalia.

En medio de intensa conflictividad política en el país, Tarek William Saab, se presentó un miércoles de Junio, en una de las maternidades más grandes de Latinoamérica: la Concepción Palacios.

No podía ser de otra forma, el Presidente del Consejo Moral Republicano de Venezuela, hijo de una matriarca libanesa, venezolano de nacimiento, revolucionario y siempre defensor de los derechos humanos, dejaba ver su talante de poeta y humanista.

Ante los ojos asombrados de las mujeres concientes de la revolución, un atisbo de esperanza nos recorrió la espalda: un político de alto rango y figura pública se acercaba a aquel sitio donde las mujeres pobres de todo el continente, encuentran un sitio donde parir.

Como buen funcionario, Tarek, recorrió las instalaciones, preguntó a los encargados por los insumos, conversó a cerca del número de camas, aparatos quirúrgicos, todos esos temas vitales para el funcionamiento de cualquier hospital.

La revolución definitivamente, ha hecho esfuerzos en esa dirección, unas veces lo ha logrado, otras, son rebasados por la densidad poblacional de ciudades como Caracas, donde la pobreza es un asunto crónico propio de los sistemas de periferia capitalista.

Pero nuestra esperanza no se restringe a que Tarek ayude a disminuir las deficiencias de logística de ese hospital. La ventana maravillosa que se abre con la imagen de Tarek caminando por los pasillos de la maternidad es mucho más amplia.

Para comenzar el debate, haremos un ejercicio imaginario: supongamos que el gobierno, lograra que esa maternidad fuese como el Centro Médico Docente La Trinidad, solo por mencionar uno de las clínicas privadas más prestigiosas de la ciudad. Imaginemos que las maternidades públicas venezolanas, gracias a la justa distribución de la renta petrolera, pudieran llegar a ser ese tipo de instalación de salud, donde una madre es llevada en carro hasta la puerta y allí es recibida por un parquero vestido de frac y sombrero de copa. Imaginemos por un segundo que la barrigona se montara en un ascensor digital nuevecito y que las escaleras por donde debe circular para llegar a su destino medico, sean mecánicas como en un centro comercial. Los insumos y camas son suficientes para todas. Imaginemos que las condiciones materiales están dadas y que son espléndidas.

¿Ya habríamos hecho la revolución en el modelo medico asistencial de embarazadas y parturientas? Habríamos llegado al alter ego asistencial público? Los pequeños habrían venido sintiendo que este es un mundo amable donde vale la pena nacer? Es allí en ese punto de reflexión donde surge el escalofrío en la espalda del que hablábamos al principio, cuando vimos al poeta Tarek en ese sitio tan sensible para las mujeres y en definitiva para la revolución socialista.

A pesar de que comprendemos que la revolución no se librará exclusivamente en las maternidades, sino que debe ser un hecho social, económico de gran escala, a pesar de eso, creemos que existen cambios de paradigma en esos espacios que definitivamente podrían hacer de este mundo, un mundo más humano, o como diría Silvio Rodriguez nos haría un tilín mejores.

Esos cambios de paradigma involucran principalmente al personal médico y de asistencia de salud y solo pueden instaurarse a través de leyes que obliguen a dicho personal a respetar verdaderamente los derechos humanos a riesgo de ser sancionados.

Actualmente existe no solo en hospitales públicos sino en clínicas privadas en Venezuela -y en el resto del mundo ocurre igual- la aplicación de violencia de género, específicamente a través de la violencia obstétrica. Con violencia obstétrica no nos referimos a unos hombres muy malos con colmillos y batas blancas, sino a hombres y mujeres sonrientes que bajo un manto de falsa amabilidad quieren salir rápido de esa mujer que está pariendo. De no lograrlo rápido en un número de horas establecidas, la mujeres son sometidas a vejaciones como episiotomías innecesarias o a cesáreas.

Gracias a la excesiva intervención quirúrgica de la medicina capitalista patriarcal en la obstetricia existe una amenaza real de modificación genética de la capacidad de parir y amamantar de la especie humana. Estudiosos de la genética comienzan a observar la desaparición paulatina del instinto fisiológico para iniciar el proceso de parto e incluso supresión de la capacidad de producción de leche materna en las mujeres, todo gracias, a la aplicación de un sistema cultural médico, que ya lleva medio siglo a sus anchas, donde las mujeres no les es permitido parir en tiempos más flexibles o en ambientes cálidos y amorosos. Esta situación nos estaría reduciendo a ser una especie que no tiene capacidad de parir a sus hijos.

Hoy en Venezuela esta engavetado un proyecto de Ley para la Promoción y Protección del Parto Humanizado. Se dio una primera discusión y hasta allí llegó. Inmensos intereses económicos se verían amenazados de ser aprobada esta Ley. De aprobarse podrían ser sancionados aquellos establecimientos públicos y privados que sometan a intervenciones quirúrgicas innecesarias a las parturientas o que las obliguen a parir en absoluta soledad en una camilla de un hospital o que sean separadas de sus hijos.

Existen condiciones mínimas de respeto para nacer, como nacían los humanos antes de que todo se redujera a una carta aval o a una cama que debe desocuparse rápido. Esas condiciones son de coste material cero, pero de inversión espiritual inmensa entre ellas: que la mujer pueda estar acompañada en todo momento de al menos una persona de su confianza o por una doula, que la mujer pueda adoptar la posición que le sea mas cómoda para parir -y no solo estar acostada con las piernas abiertas sobre un porta piernas metálico- y mantener como norma no separar al recién nacido de su madre mientras permanecen en el recinto hospitalario.

Permitir a las mujeres estas escasas tres posibilidades, aunque existen muchas más, cambiarían de manera radical el vínculo amoroso que se establece en el nacimiento. Demostraríamos lo mucho que puede hacerse con tan poco y mejoraría nuestra condición socialista donde lo principal es la reconstrucción de nuestra capacidad amatoria y respetuosa de lo femenino, de lo humano.

Por otro lado así como se exige a los economistas la reducción de los índices de pobreza crítica o de aumento del Producto Interno Bruto a los planificadores, las autoridades de la defensoría publica deben exigirle a los médicos, que disminuyan los índices de aplicación de episiotomías y cesáreas con el argumento que un incremento de estos índices es definitivamente una violación a los derechos humanos tan grave como ser víctima de la delincuencia organizada.

Existen grupos que tienen años trabajando en esta dirección – la del parto humanizado -y que operan de manera casi clandestina, pues han sido arrinconados por la medicina mercantil que tanta fuerza tiene en nuestro país. Hay que sacar de la gaveta el proyecto de ley y colocar defensores en los hospitales donde las mujeres puedan quejarse de que fueron separadas de su acompañante al entrar en la sala de parto, de que fueron obligadas a parir en posiciones incomodas para ellas, de que les hicieron cesáreas sin su consentimiento o de que fueron separadas de sus hijos durante horas.

Los defensores de los derechos de las parturientas y recién nacidos serian los ángeles guardianes que velarían por la preservación de la posibilidad amorosa del nacimiento.

La visita de Tarek a la maternidad Concepción Palacios, debe ser un primer paso en el cambio cultural capitalista del tratamiento del nacimiento y la lactancia materna, raíz de los derechos humanos, pilar fundamental para la fundación de una sociedad verdaderamente humanista.

El gesto de Tarek aviva la esperanza de la aprobación de la Ley para la Promoción y Protección del Parto Humanizado.



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