lunes, 22 de junio de 2015

¿Qué pasaría si Tania Díaz, Pedro Carreño y Jesúas Faría se entrometen en otro país?

¿Qué pasaría si diputados venezolanos decidieran entrometerse en otro país?.- ¿Qué pasaría si Tania Díaz, Pedro Carreño, Jesús Farías y unos cuantos diputados y diputadas más resolvieran de pronto atender una invitación de un grupo de defensores de los derechos de la población afroestadounidense para hacer una inspección ocular en Charleston y verificar in situ la responsabilidad del sistema político gringo en las causas profundas de hechos horribles, como la matanza racista ocurrida allá, en Carolina de Sur, cometida por un muchacho de apenas 21 años?
¿Qué pasaría si ese mismo grupo de parlamentarios venezolanos resolvieran ir a España a velar por los derechos humanos de los niños y las personas de la tercera edad que son echadas a la calle por la banca en los llamados desahucios?
¿Qué pasaría si los mismos justicieros internacionales decidieran ir a México a presionar al gobierno de Enrique Peña Nieto para que aclare de una vez por todas qué pasó con los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala y explique quién va a pagar por ese horrendo crimen?
Todo eso es hipotético, pero yo les voy a decir qué creo que pasaría en todos esos casos: que a los diputados criollos no les permitirían la entrada a esos países si antes declararan cuál es su propósito; y que si entraran sin decirlo y comenzaran a hacer sus indagaciones, los echarían (diplomáticamente o a patadas, quién sabe) más rápido que inmediatamente. Y también me atrevo a apostar que  la prensa de la derecha global diría que esas visitas son maniobras inaceptables del chavismo en su afán injerencista por expandir su influencia en el planeta.
La realidad del mundo actual indica que ningún gobierno puede admitir que vengan políticos de otra nación, ni siquiera bajo el manto institucional del parlamento, a realizar supervisiones en cuestiones de política interior. La derecha global sabe que eso es así, porque si alguien tiene esqueletos ocultos en el clóset son precisamente los regímenes conservadores. Lo saben, pero han encontrado en los intentos de supervisión humanitaria una práctica que le concede muchos dividendos políticos.
Por un lado, esas acciones de ex presidentes, ex candidatos presidenciales, parlamentarios y demás especímenes de la fauna contrarrevolucionaria les permiten mantener en alto sus campañas mediáticas contra países dirigidos por gobernantes incómodos a los que la derecha quiere derrocar. Y les ayuda a tapar sus propios escándalos, los hechos terribles que ocurren dentro de sus respectivos países.
También es una manera de compensar la deprimente falta de liderazgo interno de la oposición en los países a los que se pretende supervisar. El caso de Venezuela es el mejor ejemplo: si se hace un análisis de quiénes han sido los voceros de la oposición últimamente, veremos una lista de individuos de dudosa reputación españoles, colombianos, chilenos, mexicanos, brasileños y, por supuesto, estadounidenses, mientras en el lado criollo, a duras penas se defienden con los tuits de Henrique Capriles y los “análisis políticos” de Jesús “el Chúo” Torrealba.
Un tercer objetivo que se logra con estos gestos intervencionistas es darles algo de aire a los opositores de otros gobiernos populares. Al parecer, esos dirigentes son tan nulos y opacos como los de acá y necesitan inventarse estas operaciones internacionales para salir en la prensa y que sus electores sientan que sirven para algo. En estos casos (cuando el gobierno del país de origen también es de izquierda), procuran generar turbulencias entre ambas naciones, sembrar cizaña. Igualmente, intentan obligar a sus propios gobiernos a que se sumen a sus actividades injerencistas mediante acciones diplomáticas, tal como acaba de verse en el caso brasileño.
Estamos frente a una modalidad de operación política y mediática bien pensada, estructurada con participación de varios países y apoyada por las oligarquías comunicacionales de cada uno de ellos. Solo puede contrarrestarse con acciones –también políticas y mediáticas, igualmente bien pensadas y estructuradas- de los gobiernos populares, de las fuerzas políticas antineoliberales y de los medios de comunicación alternativos y gran-nacionales.
Ah, y tal vez habría que hacer la prueba de enviar una misión de diputados socialistas a entrometerse en algún país gobernado por la derecha… solo para ver qué pasa.
 
 
 
Clodovaldo Hernández
 

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