Desde hace unos días estoy sumergida en el libro El imperio contracultural, del rock a la postmodernidad
de nuestro Luis Britto García, editado por Fundarte. Allí, Luis nos
explica con mucho detalle y demasiada lucidez el por qué la batalla más
importante por la defensa de nuestra soberanía se libra en el campo de
las ideas. Entiendo gracias a este libro por qué nuestro Comandante
Eterno Hugo Chávez se afincaba tanto en lo cultural. Entiendo por qué
nuestro Presidente Obrero Nicolás Maduro sigue firme por ese mismo
camino.
Entre
otros temas, Luis analiza el cómo la sociedad capitalista nos empuja
hacia el consumo, desnudando sus artimañas sin piedad alguna. Una de las
técnicas para vendernos sus productos (muchas veces inútiles) para
satisfacer necesidades prefabricadas (por ellos mismos) es el llamado styling. Según Bruno Munari, “el styling es un tipo de proyecto industrial de diseño, el más efímero y superficial: se limita dar un aspecto de actualidad o de moda a un producto cualquiera. El ‘estilista’ proyecta para consumo rápido de los objetos según inspiraciones nacidas de formas de moda”.
A partir de ese concepto, Luis Britto García considera que: “Para hacer un juicio sobre la sociedad capitalista basta contemplar el inmenso esfuerzo gastado por el styling de una mercancía, en el añadido ilusorio de lo que ésta no suple o en el disfraz de lo que es. Ello constituye al diseñador en traficante en símbolos falsos, puesto que no fluyen de manera necesaria y útil de la naturaleza del bien, sino de las necesidades reales o imaginarias del consumidor que el bien no puede satisfacer”.
Con o sin guerra económica, todos y todas hemos sido esclavos del styling durante muchos años. Nos meten hasta por las orejas marcas, modelos, estilos, formas que nunca nos resultaron necesarias, pero que gracias a esos estilistas del mercadeo terminamos creyendo que son de vida o muerte.
Por eso es que muchos y muchas aseguran hoy en día que la arepa no es arepa si no se hace con Harina PAN. Porque los grandes estilistas del mercado nos estuvieron lavando el cerebro durante décadas y por todos los formatos posibles del marketing.
Con la “visita” del indeseable Felipe González, este análisis de Luis Britto García saltó, para mí, a otro plano, al del marketing de la derecha maltrecha. Sabemos que gracias al styling han tratado de presentarse, desde que la Revolución llegó al poder, como una versión renovada de aquellos partidos moribundos de la IV. Una versión reloaded de la misma bosta de siempre, flotando en las mismas aguas negras de la misma cloaca.
Con innegables técnicas hipnotizantes comunicacionales, esta derecha maltrecha reencauchada se ha dado por vender el sueño de una Venezuela salvada por ellos que no es más que un símbolo falso, un disfraz para ocultar sus verdaderas intenciones: retomar el poder para volver a su confortable estilo de vida capitalista en un país privatizado para llenar sus bolsillos (que son los mismos bolsillos de siempre).
Entonces, Luis Britto nos dice: “En su extremo máximo de perversión, tal dicotomía entre forma y fondo da lugar al kitsch. El objeto kitsch es aquél en el cual la diferencia entre contenido real y simbólico es tan fuerte, que el uno perturba al otro. Una imitación barata es ridícula porque fracasa precisamente en su función primordial: connotar un alto status económico en el usuario”.
La derecha maltrecha de hoy no es más que una copia barata de la derecha maltrecha de ayer. Estos “nuevos” rostros entremezclándose con el clan de Jurassic Park no es más que una oda a lo kitsch. Venden algo que no existe, pero que parece que existe porque ellos mismos se encargan de crear esa sensación. Al respecto, Luis me acompaña: “Toda mercancía cuya función simbólica no fluye directamente de su esencia, es, por ello, en mayor o menor grado falsa. En esa medida, el kitsch es testimonio de una civilización escindida entre esencia y apariencia”.
Haciendo aparentemente nueva política, la política de la salvación, estos personajes -desde su ya descamada “unidad”- lo que hacen es tratar de meterse por cualquier mínimo recoveco posible para lograr lo que no han hecho por la vía democrática, la de los votos, la única constitucional.
Lo que ellos no saben es que nosotros sabemos lo que saben, por eso es que por mucha plata que le metan a su campaña publicitaria, por mucho ex presidente vagabundo que se traigan, por muchas etiquetas que coloquen en las redes sociales, no alcanzarán su objetivo. Tal como todas las malas imitaciones, no lograrán llegar a la meta.
Aquí está el pueblo de Hugo Chávez, más firme que nunca, plenamente leal a Nicolás Maduro, calentando motores para derrotarlos de nuevo: esta vez en las elecciones parlamentarias. Porque por mucho styling que apliquen y utilicen, a la Revolución Bolivariana no la detiene nada ni nadie.
Gipsy Gastello
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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