Maryclen Stelling
El país transita la ruta a las parlamentarias 2015, un recorrido que
supone retos diversos para oposición y gobierno. En el candelero
mediático el decreto Obama, la procura de firmas para su derogación, la
lista de presuntos corruptos, la impunidad y la supuesta crisis
humanitaria. La polémica en torno a la gestión económica y cambiaria. El
diálogo, la paz, la injerencia y la integración regional. La guerra
económica y la guerra sucia con fines políticos. La popularidad de
Maduro y la evaluación de su gestión.
La incertidumbre y ambigüedad, el miedo y la rabia, la desconfianza social y política se conjugan y convierten en caldo de cultivo para que emerjan rumores, se posesionen y posicionen con carácter de verosimilitud y además, circulen alegre e impunemente por las redes sociales. El rumor no precisa ser una información clara, no devela sus fuentes primarias, conlleva un importante grado de ambigüedad y libera de responsabilidad directa a los autores de la estrategia. Los rumores narran historias aparentemente creíbles que aportan información donde no la hay o la que existe no se entiende o comparte, construyen sentido cognitivo y cumplen la necesidad emocional de descarga (Allport y Postman, 1978).
Recientemente, comenzaron a circular en el país rumores de secuestro de niños, suerte de imagen expansiva que, cual bola de fuego, se propagó con carácter de información válida para ciertos sectores. Jugada nada inocente que denuncia un probable laboratorio de rumores que pretende gestionar la incertidumbre, el miedo, el peligro y el riesgo. ¿Por qué la misma historia goza de credibilidad para unos y no para otros?
Bulos, que una vez instalados, tienen como finalidad causar daño al adversario sin el concurso directo de los oponentes políticos. Bajo el imperio de los rumores, el escenario del conflicto se profundiza y encubre bajo las sombras del anonimato al denunciante.
Con miras a las parlamentarias y más allá de la actual ola de rumores, destaca una estrategia política enfocada a la construcción de la vulnerabilidad social, la potenciación de la desconfianza entre la ciudadanía y en las instituciones, su legitimidad, competencia y, finalmente, enfocada al secuestro de la convivencia.
La incertidumbre y ambigüedad, el miedo y la rabia, la desconfianza social y política se conjugan y convierten en caldo de cultivo para que emerjan rumores, se posesionen y posicionen con carácter de verosimilitud y además, circulen alegre e impunemente por las redes sociales. El rumor no precisa ser una información clara, no devela sus fuentes primarias, conlleva un importante grado de ambigüedad y libera de responsabilidad directa a los autores de la estrategia. Los rumores narran historias aparentemente creíbles que aportan información donde no la hay o la que existe no se entiende o comparte, construyen sentido cognitivo y cumplen la necesidad emocional de descarga (Allport y Postman, 1978).
Recientemente, comenzaron a circular en el país rumores de secuestro de niños, suerte de imagen expansiva que, cual bola de fuego, se propagó con carácter de información válida para ciertos sectores. Jugada nada inocente que denuncia un probable laboratorio de rumores que pretende gestionar la incertidumbre, el miedo, el peligro y el riesgo. ¿Por qué la misma historia goza de credibilidad para unos y no para otros?
Bulos, que una vez instalados, tienen como finalidad causar daño al adversario sin el concurso directo de los oponentes políticos. Bajo el imperio de los rumores, el escenario del conflicto se profundiza y encubre bajo las sombras del anonimato al denunciante.
Con miras a las parlamentarias y más allá de la actual ola de rumores, destaca una estrategia política enfocada a la construcción de la vulnerabilidad social, la potenciación de la desconfianza entre la ciudadanía y en las instituciones, su legitimidad, competencia y, finalmente, enfocada al secuestro de la convivencia.
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