Historia real.
Un ingeniero cualquiera
de Petróleos de Venezuela, pongámosle un nombre, Carlos González, se le
asignaba un proyecto para perforar un pozo. Muy entusiasmado ponía manos
a la obra. Hacia su esquema de planificación y comenzaba a trabajar con
su equipo. Lo primero: los datos de subsuelo, ok. Voy a llamar a
Schlumberger para que me de los datos. Llamaba por teléfono a una
central telefónica, donde le atendía un ingeniero, pongámosle… John,
quien trabajaba para la compañía con sede en Houston y que opera hoy día
en más de 85 países. Hola John cómo estás, te habla Carlos. Épale
Carlos, que más. Todo fino. Mira John sabes que vamos a perforar un pozo
en el campo tal. Ah sí? Buenísimo. Necesito que me des los datos de esa
área. Bueno pásame un correo donde me digas quién es tu jefe, quien
aprobó ese proyecto y me das las coordenadas para darte los datos, ok?.
Ok. Chao mi pana. Chaíto, nos hablamos mas tarde.
El ingeniero de
Petróleos de Venezuela debía justificar por escrito al ingeniero que
Schlumberger para qué, por qué necesitaba esos datos y quién le había
dado el permiso para verlos. Schlumberger manejaba y dominaba toda la
base de datos de subsuelo de la industria petrolera nacional. A Carlos,
le parecía normal enviar ese correo porque al fin y al cabo, John
“siempre estaba allí para ayudarle” y esos tratos con la Schlumberger
los firmaban los jefes que estaban muy pero muy por encima de él y solo
los veía en las fotos de la prensa o en la tele.
Una vez que Carlos pedía
permiso en ese primer correo, comenzaba la fase de estudio de los datos
que John le había suministrado. Para poder analizar los datos, Carlos
debía utilizar el software de Schlumberger. Es como que a usted le
envíen un archivo por correo, pero para poder abrirlo, usted tiene que
tener Word o Adobe Reader para abrirlo desde su máquina. Por lo tanto,
la segunda dificultad a vencer por Carlos era manejar los programas.
Pero no había problema. John daba los cursos. Carlos debía pagar del
presupuesto de su proyecto 2 mil dólares por cada participante que
tuviese que usar el software. El curso de John duraba tres días, “un
curso flash” súper sintético, donde John juraba que los aprendices
saldrían viendo pa lante y pa tras los datos y podrían definir cuantos
pozos quisieran y si no, podrían buscar en unos manuales inmensos.
Pasadas una semanas, Carlos se daba cuenta que su equipo estaba
trancado: el software era peluísimo, los datos estaban en diferentes
escalas y no cuadraban, etc. Así que Carlos volvía a llamar a John
porque el tiempo le apremiaba. No te preocupes, te mando un gringo
arrechísimo, pero vale 20 mil, quince días. Dale pues. El gringo venía,
se sentaba en una silla muy silencioso y mal encarado, dejaba un informe
de dos páginas y se iba. El equipo debía hacer lo que podía con eso y
finalmente proponer el pozo. La “nueva” información “parapetiada” por el
equipo de Carlos, también ingresaba a la base de datos de John. Después
entraba en acción otro equipo: el equipo de perforación donde había
otro John y otro Carlos que tenían la misma simbiosis, solo que
schlumberger manejaba los taladros y la tecnología de perforación.
El ciclo se repetía más o
menos igual con cada pozo que la industria debía abrir, porque los que
aprendían después de darse tantos cabezazos, los Johnes los contrataban
ofreciéndoles 5 veces (o más) el sueldo que ofrecía Petróleos de
Venezuela.
Al cabo de los años
Carlos sospechaba que no era tan bueno ese negocio para Petróleos de
Venezuela, pero Sclumberger y Halliburton (hermano siamés) una vez al
año hacen una fiesta al mejor estilo saudi. Stands inmensos con
pantallas de despliegue magestuosas, mujeres muy bellas y bien
entrenadas para volver a convencer a todos los Carlos que
definitivamente ese es el mejor, y el único negocio posible, para estar
en el mundo del petróleo.
De esta forma
Schlumberger y Halliburtong mantenían el dominio del manejo de datos,
venta de software, entrenamiento, asesoría, tecnología de perforación,
distribución y suministro de crudo, todo. Para que esta rueda girara
aceitadamente, las instancias gubernamentales eran prácticamente
ignoradas. Se firmaban inmensos contratos a espalda de la Asamblea
Nacional y la Asamblea también “se hacia la loca” porque esos asuntos
son “muy complicados”.
Pero el carrusel se
detuvo por un instante. Llegó el sabotaje petrolero. Un negro-indio muy
alzado, decía que el petróleo era del pueblo. John estaba un poco
molesto. Carlos, un poco confundido. Llegada la hora de las
definiciones, John se hizo el pendejo y dejó de operar lo que siempre
había operado, soltó los controles o mejor dicho, los apagó y se fue
para su casa en Houston unos meses. Carlos con lo poco o mucho que
sabía, después de tantos años siguiéndole la corriente a John, decidió
quedarse en Petróleos de Venezuela. La tarea fue titánica, es como que
de pronto usted deba manejar un carro cuando siempre había sido el
copiloto observador y encima le toca hacerse cargo de la familia entera,
que representaba un país hundido en la miseria. Inevitablemente los
Carlos cometieron errores pero lograron muchos, muchos aciertos para
proteger a las grandes mayorías empobrecidas.
La relación Carlos-John
cambió. La sumisión ya no era total. Carlos sabía que podía "manejar el
carro", se sintió por primera vez el dueño de su empresa de propiedad
estatal, entendió la tramoya del capital trasnacional en que estuvo
metido y de la que hasta ese momento, había sido solo una piecita
sustituible.
Pero hace unos días, en
febrero de 2015, apareció John de nuevo. El líder mulato había muerto
asesinado, por eso Paal Kibsgaard, uno de los jefes mundiales de
Schlumberger se sintió muy cómodo al expresar “su satisfacción con el
desarrollo de la relación con el sector petrolero y de cooperación con
PDVSA y aplaudió la intención de su compañía Schlumberger de aumentar el
monto de la línea de crédito existente”.
John dijo: tranqui Carlitos, dame el carro, yo te lo manejo otra vez y además te traigo plata para que te alivies.
A 13 años del sabotaje
petrolero, aquel hecho bochornoso, donde John apagó el carro y se llevó
las llaves, nos preguntamos si será que volvió la meritocracia a PDVSA.
¿Será que a Carlos se le olvidó la desagradable sensación de sumisión
al amo? O ¿será que a Carlos lo botaron cuando pegó el grito en el cielo
al saber que Halliburton abrió una línea de crédito de 2 mil millones
de dólares el año pasado en Venezuela? Será que lo transfirieron a costa
afuera en Guiria y no se ha enterado de lo schlumberger?
Casi puedo escuchar a un
nuevo jefe de proyecto llamar a la oficina dentro de las instalaciones
de Pdvsa donde opera la central de schlumberger-halliburton, para
pedirle los datos de un pedacito de subsuelo venezolano donde debe le
han dicho que debe perforar un par de pozos. Ah y de una vez lo anote en
el próximo curso de “Geoframe”.
Rosa Natalia 2-3-2015
Trincheraderosas.blogspot.com / @TrincheraDRosa /trincheraderosas@gmail.com
Fuentes y pie de página
http://www.eluniversal.com/economia/150301/schulumberg-y-pdvsa-profundizan-acuerdos-conjuntos
Artículo de la autora
que aborda el mismo tema
http://trincheraderosas.blogspot.com/2014/05/volvieron-halliburton-schlumberger.html
Carlos y John (de izquierda a derecha) |
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