Por Maria d’Oultremont
Cansado de los estigmas que reducen el continente africano como a un país, Dipo Faloyin, periodista nigeriano que ahora reside en el Reino Unido, reivindica la riqueza de la sociedad africana y sus conexiones con Occidente.
Dipo Faloyin estaba harto de escuchar suposiciones del país donde creció: Nigeria. “Me cansé de escuchar a la gente que asumía que tenía leones y tigres como mascotas en casa”, aseguró a este medio. Ahora, Faloyin vive en el Londres donde ejerce como periodista y editor jefe de Vice News. También es autor de África no es un país. Y otros estereotipos que debemos erradicar, su último libro en el que enfatiza aquello que muchas producciones culturales occidentales tienden a olvidar: que en África hay “1.400 millones de personas, más de 2.000 idiomas y 54 países separados, con sus propios deseos, esperanzas, sueños y direcciones diferentes”. Su mensaje es claro: el continente está lleno de oportunidades, y su creatividad y energía son necesarias para enfrentar los desafíos que tiene por delante.
Dirigido a los curiosos, este libro publicado por Capitan Swinges la base para entender de dónde viene la concepción que, según Faloyin, tenemos actualmente de África: un continente integrado de “Estados fallidos”, muerte y mucho sufrimiento. Una lucha que, según el autor, solo mediante la educación y el conocimiento de la historia se logrará cambiar.
Asegura que “África siempre ha sido vista y tratada como una idea más que un lugar”, ¿es ese el principal problema que tenemos los occidentales?
Esta tesis es uno de los fundamentos del libro. Si cerramos los ojos y pensamos en África, en el imaginario común existen dos ideas. La primera es la pobreza; la segunda, el safari. Y esas ideas responden a la visión del continente como una misión, como un lugar que necesita ser salvado o un lugar donde puedes interactuar con animales y, luego, salir. No se piensa como una realidad o como un lugar donde –también– pasan cosas mundanas como despertar, ir a la escuela, ir a trabajar, ir a un restaurante o incluso a un bar para reunirse con amigos. Esa es la diferencia fundamental. Porque cuando se escucha la palabra África, se piensa en causas, problemas, un lugar donde ocurre dolor y desastre. En ese sentido, África se convierte en una palabra que representa algo que no está basado en las vidas individuales de las personas. Y eso es lo que creo que debe cambiar.
¿Y cómo debe hacerse?
Desde la gente que piensa como yo. Gente que ve a África como una región interconectada, en el que existen 1.400 millones de personas, más de 2.000 idiomas y 54 países separados, con sus propios deseos, esperanzas, sueños y direcciones diferentes.
Cuando empezamos a ver el continente a través de este reino de diversidad y curiosidad, será mucho más fácil pasar de la idea de dolor y sufrimiento a una visión del continente con sus diferencias.
La visión de África como una ‘misión’ recuerda a la ‘misión civilizadora’ propia del colonialismo. En uno de los capítulos enfatiza la perpetuación de ese imaginario africano a través de la intervención externa y, también de las organizaciones humanitarias, vistas como el síndrome de ‘el salvador blanco’.
Ese fue el mito que comenzó en la Conferencia de Berlín en 1884*, y es algo que tenemos que cambiar. A día de hoy, en el Reino Unido, en Alemania, en Francia o en Bélgica, la manera en la que se habla del continente es como este lugar oscuro en el que casi nada existía antes de que los europeos vinieran a “civilizarlo”.
Además, las campañas humanitarias han hecho posible que veamos el continente a través de unas lentes muy simplistas, con un impacto muy negativo y que se han lucrado mediante la reproducción de un cierto tipo de imágenes y obviando otras. No es que en África no haya crisis, porque las hay. El tema es que estos problemas son específicos y propios de una región concreta.
Sin embargo nosotros [Occidente] tenemos una representación de África como si fueran única, sin ver lo que hay más allá. Vemos lo que nos enseña la televisión.
*La Conferencia de Berlín de 1884, liderada por Otto von Bismarck junto con el resto de las potencias europeas, fue el evento histórico para el colonialismo que terminó con la configuración geopolítica del continente africano.
¿Cómo se puede asegurar que las inversiones y las ayudas realmente beneficien a las comunidades locales y no solo a los inversores extranjeros o a las élites políticas locales?
Esa es una preocupación muy válida. Creo que una de las claves es la transparencia y la rendición de cuentas en cómo se utilizan los fondos. Las comunidades locales deben estar involucradas en la toma de decisiones sobre cómo se invierte el dinero y cuáles son las prioridades. También es importante que las inversiones estén dirigidas a proyectos que realmente beneficien a la mayoría de la población, como infraestructuras, educación y salud. Y necesitamos mecanismos para asegurar que las ganancias de estas inversiones se reinviertan en las comunidades y no se desvíen a otros lugares.
El libro muestra todos los estigmas que hemos heredado del colonialismo ¿Cómo debemos descolonizar la mente?
Mediante la educación. Y para ello primero hay que ser conscientes y entender las realidades que propagó el colonialismo y lo que hizo.
Basta con conocer cómo comenzó el colonialismo en África, cuáles fueron sus motivos, sus implicaciones o cómo afectó el reparto de las fronteras para cambiar la narrativa externa del continente. Si se hiciera, pasaríamos de confundir esta tierra donde la gente está sufriendo “sin ningún motivo” para darnos cuenta de cuánto de eso ha sido dañado deliberadamente por estas personas [colonos].
No pretendo condenar a nadie, pero es necesario entender la historia para asegurarnos de que no lo repetiremos en el futuro. Y por eso he escrito este libro, para mostrar las realidades con las que quizás no hemos crecido. Solo con conocimiento se puede cambiar de actitud –y de ideas– para estar en consonancia con la realidad que hay.
Y esa visión de África como un continente pobre del que todos quieren huir es una narrativa cada vez más utilizada por la extrema derecha con el fin de prevenir la inmigración. Sin embargo, el 80% de la inmigración africana se produce dentro del continente…
Sí, es un desafío enorme. Y creo que la narrativa sobre África y la inmigración es una de las más dañinas y persistentes. Es cierto que la mayoría de los africanos migran dentro del continente, y eso tiene que ser algo de lo que hablemos más, mostrando cómo los africanos están buscando oportunidades en otros países africanos, y cómo eso está fomentando el desarrollo y la cooperación dentro del continente.
La narrativa en Europa a menudo es muy limitada y está centrada en la inmigración hacia Europa, pero de ninguna manera es una representación de la realidad africana.
El libro trata de hacer ver que no existe tanta diferencia entre las sociedades africanas y occidentales. ¿Puede ponernos ejemplos?
Te respondo así: cualquier cosa que te interese también existe en el continente africano. Si eres alguien que ama las ciudades pequeñas, los pueblos o paisajes con largas caminatas, lo encontrarás. Si eres alguien a quien le gustan las ciudades locas, los restaurantes y los bares, también. Si quieres hacer surf, ir a la playa, hacer un voluntariado o hacer dinero y crear un negocio, también.
Tal vez existan conexiones entre culturas concretas. Por ejemplo, la gente dice que los nigerianos y los italianos son muy similares porque hay un poco de caos, pasión y amor por la comida. También porque en ambos países conducimos de forma caótica. Pero la base del libro y también mi consejo es que, sea lo que sea que te interese, lo que te dé curiosidad, también está en el continente y, quizás, de una forma que no has experimentado. La conexión entre las culturas empieza cuando buscamos cosas o intereses que son verdaderos.
Nigeria cuenta con una industria cinematográfica muy importante. De hecho, se la conoce como Nollywood ¿Por qué deberíamos consumir más sus películas y en qué se diferencia de Hollywood?
Nollywood es una industria que lucha para que veamos a los africanos como seres humanos que viven vidas que son complicadas, pero también mundanas. Muestra las luchas diarias, las alegrías, las dinámicas que juegan cuando la gente está tratando de construir su vida. Historias de vida que pueden ser duras, dramas amorosos; películas de amistades, traición y honor. Nollywood cuenta historias de la vida diaria con respeto, lo que es algo obvio y fundamental pero que no siempre ocurre. Si Hollywood decide hacer algo similar entonces creo que veremos muchas mejoras. Las historias se pueden contar de distintas formas.
¿Podría hablarnos del ‘Año del Retorno’? ¿Qué implicaciones tiene para la diáspora africana?
El Año del Retorno fue una iniciativa establecida por el Gobierno de Ghana, que animó a la gente de toda la diáspora negra a que regresaran al continente. Fue una campaña para regresar a “casa” [para conmemorar los 400 años transcurridos desde que el primer barco de esclavos atracara en Jamestown (Virginia), en los Estados Unidos. Se calcula aproximadamente que 17 millones fueron vendidos en barcos hacia América]. Se incentivó a la diáspora negra a que viniera y explorara lo que había perdido, aunque muchos de ellos no supieran de qué país procedían.
Ghana ofrecía la nacionalidad para las personas de toda la diáspora negra, y en algunos casos llegó a ofrecer hogares. Esta iniciativa coincidió con el Black Lives Matter. Es decir, en un momento en el que personas negras de todo el mundo quizás se sentían discriminadas y estaban buscando una conexión cultural.
Fue una decisión realmente interesante del Gobierno ghanés crear un proyecto que alentaría a las personas a regresar a casa, a lo que tal vez considerarían su hogar o lo que podría ser su hogar. Podría ser solo una visita o una reubicación completa. El objetivo era empezar a construir algún tipo de conexión que tal vez habían perdido.
Black Lives Matter es un ejemplo de un movimiento internacional que, de alguna manera, también reivindicó el pasado colonial europeo y su legado. Un movimiento al que recurre a lo largo del libro es el de #EndSARS*, una movilización pacífica que nació como oposición a la brutalidad policial nigeriana ejercida por el Escuadrón Especial Antirrobo (SARS, por sus siglas en inglés). ¿Qué nos enseñó?
#EndSARS es una historia maravillosa de organización local, activismo de la juventud, aprendizaje del pasado y unir diferentes grupos étnicos. Una mezcla de todas las cosas que querrías ver de una generación de jóvenes activistas que están tratando de cambiar las condiciones de su país [Nigeria]. Y el papel de la juventud es muy importante, porque es un ejemplo muy bueno de la capacidad de agencia, una muestra de cómo la gente está luchando por sus naciones.
Además, #EndSARS fue movilizado especialmente por las mujeres que fueron parte de la coalición femenina [Feminist Coalition], que trabajaron para intentar organizarse de una manera que no solo se centraba en sí mismas, sino que también lo hicieron en beneficio de los demás. A pesar de que el patriarcado en África también existe y, desgraciadamente, las mujeres siguen subyugadas al hombre, ejemplos como este muestran que hay comunidades y movimientos activistas que son capaces de liderar de una manera que no necesariamente se ve en otros países occidentales.
*’ El movimiento #EndSARS nació en protesta de las SARS, una unidad de la fuerza policial nigeriana responsable de hacer frente a crímenes violentos, atracos y secuestros. Sin embargo, desde su formación en 1992, se les ha acusado de llevar a cabo asesinatos extrajudiciales y arrestos ilegales, así como de extorsionar a jóvenes.
Y, como usted dice, el activismo, como el caso de #EndSARS, “no iba de líderes, sino de liderazgo”. Sin embargo, vemos que en África persiste la idea de la figura del líder y de los “estados fallidos”… ¿Se necesita fomentar ese liderazgo? ¿De qué manera?
A través de la gente. Para lograr un cambio sostenible, este tiene que venir de la gente. Y, desde ahí, esperar y ver si va a traer algún cambio, eso sí, eso es diferente en cada país y que variará en función de los deseos de las poblaciones locales, de los movimientos civiles, de los jóvenes y los grupos activistas… Pero antes tienen que movilizarse. Nadie más puede hacerlo por ellos.
Durante el periodo de la independencia, había ciertos líderes que apostaban por el panafricanismo. Sin embargo, la construcción de un nuevo país desde cero, quizás, dejo esta idea en un segundo término… ¿fue ese el “fracaso” de estos Estados que ahora percibimos como fallidos?
Son cosas diferentes. El panafricanismo no necesariamente reemplaza o sustituye los deseos individuales de los líderes. El panafricanismo se entiende como una manera de mirar hacia el futuro colectivamente, y eso es algo que en sí es complicado.
Durante la década de la independencia, Nkrumah [primer presidente de Ghana] fue uno de los líderes que se percató de las experiencias traumáticas que el colonialismo dejó a las sociedades africanas. Por eso, Nkrumah pensaba que habría que aproximar el futuro juntos. En ese momento, hubo un número de líderes independientes que, por razones comprensibles, querían centrarse en los países por los que habían luchado y crear esas naciones que pensaban que se merecían.
No se puede decir que el panafricanismo de Nkrumah hubiera funcionado, porque, de nuevo, un movimiento panafricano requería un liderazgo para unir a diversos pueblos –con sus respectivas historias– bajo un único anillo, y eso en sí podría haber llevado a constantes peleas y desacuerdos. Lo que obtuvimos en lugar de eso fueron países individuales tratando de enfrentarse al futuro, a tomar lo heredado e intentar convertir la nueva nación en un lugar mejor. No es algo que sea fácil, sino más bien complejo. Los países africanos fueron creados esencialmente para fallar. Occidente no recuerda que en sus orígenes yacen acuerdos de negocios. De modo que ahora miran a estos países como “estados fallidos”. Pero, me repito, para entender lo que ocurre es imprescindible querer saber y darse cuenta de que solo la historia nos ayudará a superar estos prejuicios.
¿Significa que los poderes coloniales influyeron en los derechos a los poderes de ciertos dictadores?
Durante la Guerra Fría y las disputas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, estas superpotencias empoderaron a ciertas figuras autoritarias. También se dividió y enfrentó a diferentes grupos étnicos, apoyando a unos y generando rivalidades con otros. Se educó, se proporcionaron armas y también se dio mucha riqueza para subyugar a unos grupos. Hay muchas dinámicas del colonialismo que impactaron, pero que no se discutieron. Y, en su lugar, sin tener en cuenta esos impactos del colonialismo ves a los africanos y te preguntas ¿qué está mal con ellos? ¿Por qué no aprecian la democracia? Pero ese no es el caso. No ese “desastre” no es necesariamente representativo del continente.
¿Si borráramos las fronteras establecidas en la Conferencia de Berlín, cree que terminarían los problemas étnicos? ¿O ya es tarde?
Es una pregunta interesante y fue la pregunta más cuestionada después de la independencia. ¿Qué haces con estas fronteras? ¿Dónde empiezas? Obviamente es un proceso complicado y, como dices, es demasiado tarde para empezar a redibujar fronteras y mapas a nivel continental. Ahora ya hay nuevas historias, idiomas y lenguajes. Hay tradiciones que que se han perdido pero otras que se han ganado.
Ahora, en África se está creando un orgullo. Los países están creando un patriotismo para las generaciones más jóvenes que no han conocido nada más que esos “estados nuevos”, y eso es importante tenerlo en cuenta. La mayoría de los países africanos tienen 60 años, y esta generación más joven que busca tener un impacto en su país ya está llegando a la edad de gobernar. Habrá que ver si la generación millennial puede tener un gran impacto en la reestructuración de estos países y de qué manera.
Fuente: Rebelion.
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