María Alejandra Díaz
Nuestra América expoliada y saqueada nació subordinada al mundo
capitalista, dominada por élites criollas y un Estado oligárquico, sin
visión propia, consumidora de doctrinas foráneas, cobijada por el modelo
neoliberal-corporativo y al paradigma panamericanista-imperialista.
Gobiernos pragmáticos entregados a la globalización excluyente y
segregacionista, defienden obnubilados el supuesto equilibrio entre
autorregulación de las leyes del mercado y las necesidades del pueblo
pobre, simulando, deslizándose hacia las socialdemocracias occidentales.
Debilitan el núcleo de la soberanía nacional y en consecuencia la
individual, a través de dispositivos de guerra blanda, capturan,
controlan, destruyendo la voluntad de lucha: sumisión voluntaria de los
pueblos.
Persiguen apropiarse de nuestras tierras y recursos, acumulación por
desposesión (Harvey). Desalojo y expulsión de los pobres, quienes
pierden los derechos, el trabajo, salarios dignos y la posibilidad de
consumir, sometidos a programas de asistencia diseñados desde las
multilaterales, instrumentos útiles de intereses criminales.
Confiscación y concentración de la riqueza: guerra de ricos contra
pobres, asistidos perpetuos de las migajas del capitalismo. Asistencia
humanitaria mínima para sobrevivir, muriendo millones por hambrunas,
inequidades y enfermedades.
Es una refeudalización, pauperización violenta, circulo vicioso de
acumulación infinita. Marginales generados por el apharteid de los
créditos con altas tasas de interés inalcanzables, principio de
injusticia eterna (Pareto eficiente) implantado por los Bánk-ster
mundiales.
Es la mercadocracia -tiranía de los mercados- que derogan de hecho y
derecho constituciones, destruyen economías, para implantar control
mundial y proteger el derecho divino de las élites. Ya no importan los
votos, solo interesan los tenedores de bonos, el mercado y los intereses
de una élite rica sometiendo al resto del mundo a una miseria atroz.
Contra esta desigualdad infinita debemos levantarnos, romper la inercia
impuesta por el post-capitalismo y sus sistemas de control mental,
financiero, jurídico, militar y político, superando la explotación,
donde el Estado de ser un instrumento del capital, se convierta en un
Estado Subversivo, social y de justicia, antiliberal y antimperialista.
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