Carolina Villegas
Durante estos meses de Constituyente la fiebre de discutir propuestas nos llevó al escenario de la Oficina de Planificación del Sector Universitario –OPSU-, donde hemos debatido y definido ideas diversas en distintas ocasiones, tanto desde la perspectiva de los profesores universitarios, como la de los trabajadores de este subsistema. La Jornada "La OPSU en tiempos de Constituyente", llevada a efecto esta semana bajo la iniciativa de sus trabajadores, desde la diversidad de sus tendencias políticas, nos colocó delante de propuestas concretas surgidas bajo la necesidad de superar no sólo aquellos aspectos técnicos y administrativos muy propios del subsistema universitario actual, sino de la observación y vivencia de cada uno como parte de una sociedad que tiene expectativas y exigencias de la institucionalidad de las universidades; todo esto, contrastando de fondo en el obligado escenario de reflexionar sobre los temas de debate que llevaron los ponentes: Alba Carosio, Ricardo Molina y Miguel Alfonzo.
Sobre las ponencias en general, cuyas tres líneas discursivas cruzaron la frontera del "claustro" (ese concepto religioso y medieval, que muy bien supo cuestionar Ricardo Molina), podemos decir que permearon el deseo de transformar la Universidad como institución histórica, delimitada en el espacio físico y debilitada socialmente por la anquilosis producida por los grupos intolerantes que la han plagado.
La muy interesante ponencia de Alba Carosio (actual Coordinadora de Investigación del CELARG), fundamentada en un análisis de educación universitaria comparada, puso en relevancia el aporte a las transformaciones sociales en las constituciones más progresistas de NuestraAmérica (Ecuador, Bolivia y Venezuela), a partir de las consideraciones sobre la autonomía universitaria. Entre otros aportes concretos, surge del discurso de Carosio la necesidad de dar a la educación el carácter o valor de Bien de la sociedad, más allá de ser un derecho y un deber, de donde puede resignificarse el valor de la autonomía, por lo que, además, es necesario tratarla como un concepto unificado para todos los componentes de la educación universitaria: Colegios Universitarios, Institutos Tecnológicos, y Universidades. Del aporte de educación comparada que llevó Alba Carosio, pasamos a los cuestionamientos a la autonomía tal y como es "desconocida" por casi todo el mundo. En este punto, Ricardo Molina, constituyentista, hombre práctico e ingeniero de los cambios posibles, puso en relevancia las distancias existentes entre las necesidades del pueblo (y esto no en términos economicistas, sino en los de sentido e identidad), y las grandes tendencias de la institución universitaria actual como obediente a circunstancias políticas que la alejan de sus fines comunes entre sí. Bajo su perspectiva, planteó el evidente divorcio entre pueblo y universidad, su poco parecido entre sí, la baja superación de las metas de las universidades en general debido a la eficiente separación ocurrida tras la consolidación en la práctica de dos bloques ideológicos: las universidades de derecha, y las universidades de izquierda, con la consecuente superespecialización de ideologías en cada bloque tras el abandono de los espacios de debate. Muy relevante fue su planteamiento acerca del despojo del cual hemos sido víctimas como pueblo, de las apetencias imperialistas: nos despojaron del poder de lograr cosas y transformar nuestra vida nacional, desde la vieja costumbre de alimentar la idea de que somos flojos, brutos e ignorantes per se. Derivado de este pensamiento inculcado, persiste la actitud servil y sumisa de los trabajadores administrativos y obreros de las universidades, de mantener y defender su condición de peonaje sin capacidad de decidir sobre una institución que nos pertenece a todos y todas como pueblo que somos. Destacó por ello que, aun siendo un país petrolero, con un potencial productivo inmensurable, ninguna universidad, NINGUNA, ofrece, ni siquiera como materia, Economía Petrolera: porque hemos sido despojados de la confianza en nosotros y en nuestras capacidades. Me dejó la pregunta, ¿hasta cuándo necesitaremos la tutela extranjera, aunque sea aliada, en materia de conocimiento?
Miguel Alfonzo, representante profesoral ante el Consejo Universitario de la UCV, ofreció el contraste entre los efectos de un sistema democrático de ingreso a la educación universitaria, frente a la tendencia, cada vez más fuerte, de afinar la "selección" de estudiantes en las universidades tradicionalistas, transadas en el peso extremo de los rendimientos estudiantiles de bachillerato y las condiciones socioeconómicas más favorables, cuyos efectos (de pronóstico reservado) están asociados a la fuerte tendencia de estos grupos sociales a concurrir alrededor del derechismo, el odio y la exclusión. Su ponencia llevó calzado el llamado permanente a terminar con las expresiones de odio en los recintos universitarios, la intolerancia por el debate de ideas, la imposibilidad de convivir entre libros, ideas y pensamientos diferentes.
La tarde de esa Jornada nos descubrió un grupo de trabajadores del sector universitario de diferentes tendencias políticas, que concurrieron con ideas importantes, interesantes, que aumentaron, como es natural, los aportes de los ponentes y colocaron su propia experiencia y su propio conocimiento técnico y de vida. Entre otras ideas fecundas, destacó este grupo que la Universidad debe ser responsable y comprometida con la sociedad; garantizar el ingreso es tarea y deber del estado venezolano y no de las universidades; debe existir articulación entre los distintos niveles de la educación, con orientación y asesoría permanente al estudiante, que facilite su ingreso a la educación universitaria bajo consideraciones vocacionales, expresado todo esto en políticas concretas de prosecución; hay que agregar la palabra INNOVAR al concepto de autonomía universitaria;… un largo etcétera sigue a estos planteamientos. La gente sabe lo que es necesario lograr en las universidades porque, fundamentalmente, hay que sentir a esta institución como nuestra, como institución de la sociedad venezolana, y no como parte de un pequeño grupo de privilegiados.
Todas estas ideas serán entregadas a la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional Constituyente, escritas por un grupo de trabajadores del sector universitario que se reunió libremente a expresar ideas, debatirlas y confrontarlas. Esto también demuestra que somos capaces de conversar y contrastar ideas diferentes, sin agredirnos, sin ser quemados vivos, sin denigrar de nuestra condición de venezolanos, sin decir que somos brutos e incompetentes. Y todo esto pasó en la OPSU.
Investigadora. Especialista en educación universitaria
saracolinavilleg@gmail.com
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