Este jueves se realizó por seis horas la reunión preparatoria de la nueva ronda de diálogo en Venezuela convocada para el 1 y 2 de diciembre en República Dominicana. Estos son algunos apuntes sobre este primer encuentro entre Gobierno y oposición.
Delegaciones y acompañantes
Aplazado un día, este encuentro se dio sin previo aviso y luego que el presidente Nicolás Maduro se reuniese el miércoles, en Miraflores, con José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los mediadores del diálogo. Horas después de esta reunión, el jefe de la delegación bolivariana, Jorge Rodríguez, informó a través de su cuenta Twitter su pronto arribo a República Dominicana, junto a la presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Delcy Rodríguez, y el ministro de Educación, Elías Jaua, integrantes de la comitiva presidencial designada para el diálogo.
Por el lado de la MUD, recién tiempo después fue que se anunció la llegada de su delegación, compuesta por Vicente Díaz, ex rector del Consejo Nacional Electoral; Gustavo Velázquez, asesor estratégico y experto en negociaciones de la MUD; y José Luis Cartaya, secretario de la Asamblea Nacional (AN). Todos de un perfil técnico alejado del tren dirigencial opositor, propuesto para negociar con el Gobierno. Lo que parece indicar la imposibilidad de participar de figuras como Luis Florido, integrante de esa terna propuesta, por haber afirmado en días recientes que la MUD no participaría en el diálogo en República Dominicana, sin la presencia de los países garantes del proceso.
Según las declaraciones posteriores del encuentro, se pudo saber que este primer acercamiento de seis horas estuvo dedicado a definir la metodología de la mesa, y los puntos de conversación. Aparte de confirmar la participación como garantes de Paraguay, Chile y México por parte de la oposición, y Nicaragua, Bolivia y un país más a designar por parte del Gobierno. Ya casi al final de la jornada, Jorge Rodríguez sostuvo que "contrario a lo que cree Luis Florido: esta no es una negociación internacional, de nuestro país con otro, a no ser que sienta que representa a otro Estado, sino que es un diálogo entre el Gobierno y la oposición, entre el propio pueblo venezolano".
Agendas y contrapuntos
En la presentación de los puntos exigidos por la oposición resaltó la apertura de un "canal humanitario, la liberación de presos políticos y elecciones presidenciales limpias y transparentes con un nuevo CNE". Sobre este último punto, ha sido insistente el pedido de establecer las mismas condiciones técnicas que supuestamente le permitieron triunfar en las parlamentarias en 2015 (cualquier lector desprevenido debería saber que estas continúan siendo las mismas de los últimos procesos electorales, el de la ANC y las regionales, considerados fraudulentos por la MUD).
En cambio, en boca del presidente Maduro, se le pidió a la oposición que brinde "garantías económicas" al exigir, junto al Gobierno, el cese de las sanciones económicas de Donald Trump. Junto a este punto, el Gobierno también pide negociar un acuerdo para que exista una mutua convivencia y reconocimiento por parte de la ANC y la AN para normalizar el funcionamiento de las instituciones del Estado venezolano, en temas como acuerdos de inversión y créditos externos sensibles para la economía venezolana.
Como vemos, estas dos agendas son las que de alguna manera encontrarán una síntesis a la hora de que inicien finalmente las conversaciones el 1 y 2 de diciembre. Un ejercicio realista para imaginárselas es tomar como antecedentes las últimas mesas organizadas en el fallido intento de diálogo de 2016. Las cuales se dividieron en: Generación de confianza y cronograma electoral; Paz y respeto al Estado de Derecho y la soberanía nacional, Verdad, justicia, derechos humanos, reparación a las víctimas y reconciliación nacional; y Economía y social. Con ese antecedente, es que Jorge Rodríguez remarcó que en esta ocasión no fue tan difícil establecer una metodología para el proceso, después de haber encontrado puntos en común en la anterior y fallida experiencia.
Posiciones de fuerza y objetivos de cada uno de los actores
En una negociación, es importante para cada bando saber con cuáles cartas cuenta y cuán fuerte es su posición. En un contexto post guarimba y elecciones regionales, para nadie es un secreto que el chavismo parte de condiciones más favorables que una oposición aún golpeada, y en palabras de algunos de sus dirigentes: prácticamente disuelta su unidad. Sin embargo, bien vale la pena profundizar sobre la situación de cada uno.
Por el lado del antichavismo, su posición se basa en su control de la Asamblea Nacional para bloquear los acuerdos externos que estabilicen la economía. Apoyado desde fuera por Estados Unidos y la Unión Europea para presionar por condiciones que permitan un cambio de gobierno en el futuro. Todo lo que no se refleja en el contexto interno, donde por sus propias desavenencias y contradicciones han perdido el respaldo de buena parte de quienes lo apoyaron en 2015.
Mientras, el chavismo posee la ANC como instancia para destrabar a lo interno del país este escenario de pretendida ingobernabilidad. Sin embargo, su capital político en este momento es mayor después de realizadas las regionales y cercanas las municipales, donde se espera que se termine de dibujar un mapa rojo en el territorio venezolano. Pese a esto, es de su interés generar las condiciones necesarias para que el conflicto político se dirima en un contexto pacífico y electoral para normalizar la situación del país. Sobre todo en lo referente al principal problema de los venezolanos: la economía.
Algunas conclusiones provisorias
Esta mesa de diálogo debe ser vista a la luz de aquella que se diera a principios de la primera década del siglo, después del golpe de 2002. Dicha instancia contó con la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA), bajo la secretaría del ex presidente colombiano César Gaviria, y terminó con sus tareas luego de que Hugo Chávez triunfara en el referéndum revocatorio de 2004. Es decir: una vez que uno de los dos bandos alcanzó un triunfo definitivo que hizo a la otra parte ceder en sus posiciones.
La experiencia sirve para compararla con el contexto actual, dado que los acuerdos que se alcancen se perfilan para establecer una zona política, legal, institucional y económica, reconocida por ambos bandos, que permita destrabar el conflicto en la elección que falta en el calendario: la presidencial. Es por eso que en ese contexto cobran sentido las declaraciones del presidente Maduro sobre que sus esperanzas en que el funcionamiento de la mesa de diálogo no se prolongue por más de un año.
Aun y con eso, el gran problema de la mesa de diálogo es la incapacidad del antichavismo de tener una posición unitaria que le permita cumplir con acuerdos. Lo que se vio de una forma clara este jueves con dos postales más que contrapuestas: La de la delegación de la MUD en República Dominicana, y la de varios dirigentes opositores en las sesiones de la OEA que estudian llevar a Venezuela a la Corte Penal Internacional (CPI). Una muestra más que evidente de la fractura de hecho que atraviesa el bloque opositor.
Difícil decir si la vía abierta a través del diálogo prospere, con la MUD unida o dividida, o si se impondrán "presiones extraterritoriales que la lleven a posiciones irreconciliables dirigidas a provocar una crisis más profunda y violenta", en palabras del canciller ruso Seguéi Lavrov. Resta mucho por saber, aunque hasta ahora lo único claro es que el Gobierno de Nicolás Maduro se encuentra más cerca que la oposición de cerrar el ciclo político de alta inestabilidad posterior a la muerte de Hugo Chávez. Lo que no es poco en un 2017 plagado de dificultades
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