Cuando todavía no nos reconocemos en todas las formas de violencia recientemente sufridas e infligidas; cuando aún no nos reponemos del miedo y de la sorpresa; cuando todavía no salimos del asombro ante el odio, deseos de venganza, el mandato de matar y las expresiones de alegría ante la muerte… intentamos retomar la cotidianidad.
¿Se trató de un episodio anómalo, fuera del orden cultural y social? ¿Fue algo excepcional en la historia reciente? ¿Se repetirá? ¿Podremos olvidar y perdonar? ¿Seremos capaces de reconciliarnos con ese reciente pasado? Y ¿Cómo afrontaremos el futuro? Las dudas desbordan nuestra racionalidad.
Cuando “el enemigo” fue un vecino, un amigo, un familiar, ¿cómo retomar la relación con aquellos que nos cercaron, aislaron y agredieron? Es imperante reconstruir la convivencia; rehacer las relaciones sociales, encontrar y administrar formas de reparación social en la procura de disminuir el dolor y el resentimiento.
Ya en el camino de la recuperación se nos plantean otras interrogantes: ¿cuáles son las estrategias sociales y psicológicas necesarias para afrontar esta tarea? ¿Tendremos los recursos psicológicos, sociales, culturales y políticos para la recuperación individual, familiar y pública?
Antes que nada es imperante la “normalización” de las relaciones sociales deshumanizantes instauradas durante la violencia opositora. Específicamente se trata de “rehumanizar” tanto al adversario-enemigo como a uno mismo. Expertos en el tema entienden el proceso de deshumanización como el empobrecimiento de cuatro capacidades del ser humano: pensar lúcidamente, comunicarse con veracidad, sensibilidad frente al sufrimiento ajeno y la esperanza.
Otro elemento por superar es el miedo crónico, en tanto estado permanente en la vida cotidiana, que se ha instalado en determinados territorios geográficos. Es necesario trabajar la sensación de vulnerabilidad, el estado exacerbado de alerta, el sentimiento de impotencia o pérdida de control sobre la propia vida y la alteración del sentido de realidad, producto de la imposibilidad de validar objetivamente las propias experiencias y conocimientos.
Y, a pesar de tantas dudas, interrogantes y escollos, la ciudadanía comienza a transitar democráticamente procesos de reconstrucción y, ¿por qué no?, de reconciliación.
@MaryclenS
@MaryclenS
No hay comentarios:
Publicar un comentario