viernes, 17 de mayo de 2013

¿ADMINISTRAR AL CAPITALISMO?

Antonio Aponte.


A la Revolución Pacífica la amenazan peligros inéditos, surgen del camino que pocas sociedades se han propuesto. En ella se convive con el enemigo, a cada paso surge el pasado seduciendo con la tranquilidad de lo conocido, el riesgo de lo nuevo espanta.  El crecimiento bajo la lógica de la burguesía le impone una peligrosa carga de confusión, el peligro de extraviar el camino es inmenso.
Uno de estos equívocos, quizá el más importante, es pensar en construir Socialismo con las armas melladas del capitalismo, o el absurdo de poner en manos de los capitalistas la edificación del socialismo. Por allí terminaremos siendo eficaces administradores… del capitalismo.
Si consideramos las formas capitalistas de manera cándida y las consideramos simplemente una manera de producir y más nada, será difícil detectar y comprender la amenaza de muerte que para el socialismo ellas significan. Veamos.
La producción capitalista, para desenvolverse a plenitud, necesita una serie de condiciones: un mercado en el cual trocar por dinero sus mercancías portadoras del trabajo robado a los obreros y precisa que esa mercancía sea comprada. Para esto crea necesidades ficticias a través de poderosos sistemas que ellos llaman de comunicación y, en realidad, son aparatos de manipulación de la voluntad.
El fruto del trabajo en el capitalismo no pertenece a la sociedad, pertenece al capitalista. Su producción será eficaz en la medida que beneficie al capitalista, ese es su objetivo: producirá lo que dé ganancia, acaparará si lo beneficia y venderá donde mejor le paguen... Y tumbará gobiernos que se opongan a su crecimiento. Es un costoso error pretender controlarlo, sólo se puede superar.
La producción capitalista de la "inocente" bolsita de harina pan que yace en los anaqueles, además de contener el ingrediente de la arepa, esconde los ingredientes básicos para empobrecer a la sociedad y llenarla de oprobio. Allí, en el casto saquito producido en el capitalismo están contenidos siglos de tristezas, de vidas desperdiciadas por sostener los privilegios de unos pocos y la miseria material y espiritual de muchos, allí está condensado el sudor de muchos y el aprovechamiento de unos pocos.  
Alrededor del saquito danza la manipulación de almas perpetrada por la propaganda, que transforma una simple ausencia temporal en los anaqueles en una catástrofe nacional, hace que seamos capaces, tal como Esaú, de cambiar la progenitura, de entregar a la Revolución por un saquito amarillo, que nos incapacita para sustituirlo por trigo o plátano verde.
En resumen, estimular a los capitalistas es fortalecer el sistema enemigo del Socialismo y, por supuesto, enemigo del gobierno que lo impulsa. Es contribuir a instalarlo en el alma de las masas y también estimular su lógica, y eso se traduce en las elecciones.
Es así, cuando los voceros nuestros nos hablan de estímulo a los capitalistas, de aumento de la producción capitalista, nosotros no podemos alegrarnos. Sabemos que más allá de las buenas intenciones estamos alimentando a los verdugos de la Revolución , inexplicablemente le estamos regalando la soga para que nos ahorquen.
¡Con Chávez, con Maduro! ¡Socialismo sin capitalismo!

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