domingo, 17 de marzo de 2013

Un minuto de silencio.

VÍCTOR ÁLVAREZ


Un minuto de silencio para escuchar en su voz la ruta que trazan los mandatos constitucionales, nunca antes defendidos con tanto respeto y orgullo por un líder
Un minuto de silencio para escuchar en su voz la ruta que trazan los mandatos constitucionales, nunca antes defendidos con tanto respeto y orgullo por un líder. Un minuto de silencio para ver la luz de un arsenal de leyes que anticipan la obra concebida, para sentir cómo se empina la sociedad nueva en cada línea del Programa de la Patria. Un minuto de silencio para sentir cómo lo llora un pueblo humilde en el que diseminó su pensamiento y temple.

Se equivocan quienes piensan que una causa se quedó sin timonel. Allí emerge el legado de una visión de largo aliento, tan poderosa como sueño. Están los magnos mandatos y las sabias leyes, los planes hechos ladrillo a ladrillo con las propuestas del pueblo, y las nuevas instituciones que sabrán ser brújula para ejecutar la voluntad que nos hemos dado. Allí queda una carta de navegación y un tablero de instrumentos para continuar el rumbo ya acordado. 

Queda la convicción de un pueblo que ha despertado y está consciente de que el poder reside en su voluntad, que ahora se sabe dueño de la tierra que trabaja y de las riquezas que abundan debajo del suelo. Un pueblo que sabrá alertar sobre errores y desviaciones, que no dejará pasar omisiones. Un pueblo articulado en sus comunas, en sus organizaciones sociales y en los partidos políticos que conforman el Gran Polo.

La muerte no llega con este viaje sino con el olvido. La muerte no se lleva nada cuando te quedas en la conciencia iluminada de un pueblo que desde hace rato te encarna. La muerte no es el fin cuando se convierte en aliento del alma, en la inspiración de la obra que seguiremos construyendo día a día. No araste en el mar, eres un pueblo fértil que seguirá dando vida a tu pensamiento y tu legado. 

Un minuto de silencio en honor a la memoria de aquel hombre del que nadie podrá poner en duda su amor infinito por este pueblo humilde del que es carne, sangre y alma; del hombre que amó tanto a su Patria al extremo de sacrificar su carrera militar, su libertad, su familia y hasta su vida. Un minuto de silencio para sentir cómo se transforma el dolor más hondo en una poderosa inspiración que traerá las fuerzas necesarias para continuar la brega. ¡Qué grandeza! ¡Qué descomunal ejemplo nos dejas! ¡Hasta la victoria siempre, Comandante!


Fonseca El Soberano 02/04/2013 12:00:00 a.m.

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