ANTONIA MUÑOZ.
Es una preocupación de muchos, el hecho de que en forma expresa o sobreentendida que en forma continuada se le refuerce a la población la idea que tiene derechos, pero no deberes. Probablemente esto no se hace intencionalmente, pero los efectos son los mismos. Este asunto, en el fondo tiene relación con ese concepto que muchos tenemos sobre lo público como tierra de nadie; por lo que se cumple aquello que nos repetía con mucha insistencia nuestra abuela materna: “LO QUE NADA NOS CUESTA… HAGAMOSLO FIESTA”; con la sana intención de enseñarnos que: QUIEN NO CUIDA LO QUE TIENE A PEDIR SE QUEDA”. Esto pudiera estar relacionado con la concepción equivocada que tenemos algunos en creer que para sacar a la población de la pobreza sólo se necesita dinero. Incluso, me atrevo a sospechar que cuando el Presidente sentenció: “Si queremos acabar con la pobreza démosle poder a los pobres”; más de uno entendió que el PODER era sinónimo de DINERO.
En esta reflexión se tocará un tema espinoso, que por lo general nunca queremos abordar o lo hacemos tangencialmente o por la orillita, no sea que se hieran susceptibilidades. Me refiero a los créditos que el Estado venezolano concede a las y los ciudadanos para financiar diferentes actividades productivas. Para demostrar que el asunto no es nuevo, recordaré un sonado y conocido caso, como el “borrón y cuenta nueva” que se aplicó a los créditos agrícolas de la época de Carlos Andrés Pérez. Probablemente muchos olvidaron este episodio y los jóvenes no lo conocieron. Sin embargo, algunos siempre recordaremos como en la época de CAP I, algunos vivos utilizando información privilegiada que conocían por estar ligados al gobierno, solicitaron créditos agrícolas millonarios, deudas que a los pocos meses les fue condonada, junto con la de los pequeños y medianos productores que en verdad estaban endeudados y quebrados. Como quien dice: “Al lado de los enfermos comieron los alentados”.
Sin ninguna duda, es injusto, inhumano y esclavista, que los campesinos no tengan tierra para producir alimentos para sí mismo y para el resto de la población; actividad que aunque sacrificada y riesgosa, debe proporcionar a cada campesino y su grupo familiar una vida digna y decorosa. Ante la realidad encontrada, un gobierno revolucionario tenía que actuar, ya que uno de sus objetivos principales es distribuir las riquezas en la forma más justa posible, y así corregir los desequilibrios sociales en el campo. Por eso, la Ley de Tierra y Desarrollo Agrario. Después de adjudicar la tierra es absolutamente necesario que se regularice la tenencia o los campesinos no tendrán acceso a los entes crediticios. Sin embargo, la experiencia enseña que antes que el crédito hay que atender la vialidad rural que permite durante la época lluviosa la transitabilidad hacia y desde el predio. De no tomarse en cuenta esta regla de oro, muchas son las cosechas que jamás llegarán a los consumidores, y muchos créditos sólo servirán para endeudar y decepcionar a los campesinos.
Con todo lo anterior en mente, nos atrevemos a señalar tres condiciones mínimas necesarias y de exigencia obligatoria para que los créditos asignados a los productores del campo lleguen a feliz término o cumpla con su cometido para los productores y para la Nación. Un crédito debe ser OPORTUNO, SUFICIENTE Y SUPERVISADO. ¿De que le sirve a un productor de maíz un fertilizante que le llegue cuando el cultivo esté “muñequeando”? También podemos preguntarnos ¿Será que le va bien a un productor que sólo recibe la partida de preparación de tierra, semilla y siembra, pero no recibe la partida de fertilización, desmalezamiento y cosecha? Queda endeudado, pero difícilmente pueda pagar el crédito u obtener alguna ganancia.
La supervisión debe incluir o ser realizada por un EQUIPO DE EXTENSIÓN que proporcione un acompañamiento integral, un equipo que se encargue, no sólo del asesoramiento técnico; sino que atienda a los productores en el área socio- política. ¡Y que nadie se espante por esto último, porque la Revolución Bolivariana es un proyecto político que sólo trascenderá si procura cambios profundos a nivel de los valores, de los principios, de las actitudes; cambios en la esfera de lo espiritual y no sólo a nivel intelectual. En este sentido, reforzamos este planteamiento con un pensamiento que nos dejó el Padre de la Patria: “EL TALENTO SIN PROBIDAD ES UN AZOTE”. Este equipo de extensión también supervisará para que la siembra se haga en el terreno adecuado; de esta manera a nadie se le permitirá que siembre maiz en un bajío, porque ese sería un siniestro cantado. Un equipo de extensión también evitaría una siembra o fertilización fuera de época porque el fracaso para el productor y el Estado estaría asegurado. En la búsqueda de la eficiencia, no debemos olvidar la supervisión ni el reforzamiento de los principios éticos y morales. Si lo hacemos, viviremos y venceremos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario