Por Helena Paz
Fue el intelectual Nemesio García Naranjo quien, a comienzos del pasado siglo, acuñó la célebre frase: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”. Y es que las relaciones entre ambos países han estado marcadas por el matonaje de la potencia del Norte.
La excepción a la regla no la vivimos hoy, por el contrario, en un nuevo capítulo de hostilidades la clase política yanqui se empeña en intervenir en el proceso de elecciones presidenciales que atraviesa la nación azteca y que debe concluir con un/ nuevo/a mandatario/a el domingo 2 de junio.
Las encuestas no dan espacio a dudas, la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y escogida para suceder a Andrés Manuel López Obrador, la física e ingeniera Claudia Sheinbaum, debiera hacerse de la primera magistratura del país.
Por la vereda opuesta aparece la también ingeniera y empresaria Bertha Xóchitl Gálvez, candidata del Frente Amplio por México (FA), tolda que reúne al Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Hasta ahí todo bien, al punto que se avizora que sí o sí será una mujer la que por primera vez ocupará la oficina principal del Palacio Nacional, encargándose de conducir los destinos del gigante latinoamericano.
Sin embargo, la memoria del dicho de García Naranjo vuelve a tomarse la discusión a causa del empeño del senador republicano por Florida, Estados Unidos, Marco Rubio, por intervenir en un proceso electoral hasta ahora transparente.
Rubio ya ha ejercido indebida presión al manifestar que la candidata Gálvez sería la preferida para un futuro buen entendimiento con los Estados Unidos. Y no solo eso: mediante llamada telefónica le expresó su respaldo pleno, al punto de prometerle una visita oficial una que vez que gane las elecciones, tal como lo hizo con Javier Milei.
Por su parte, el pasado mes de febrero la candidata del FA realizó una gira por los Estados Unidos a fin de internacionalizar su figura y trabajar una agenda bilateral con la administración Biden basada en temas de seguridad, migración y narcotráfico, en lo que sería un evidente guiño de la Casa Blanca.
Los nuevos aliados se han adelantado a solicitar que la Organización de Estados Americanos (OEA), en calidad de órgano internacional observador y supuestamente neutral, asuma un rol protagónico en los comicios, en cumplimiento de una velada petición del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Con el propósito de revertir los números negativos en intención de voto, Washington ha abierto de par en par las puertas de sus monstruos mediáticos a Gálvez: The New York Times, The Washington Journal, The Wall Street Journal.
¿Bastarán unas cuantas entrevistas, crónicas, artículos y reportajes para lavar y posicionar la imagen de una candidata que a su paso por la Gran Manzana suscitó la protesta masiva de sus connacionales?
¿Bastará la confianza del FA en sí mismo por ser los favoritos de Biden para presidir México?
¿Serán suficientes las concesiones prometidas por Gálvez a los yanquis en asuntos migratorios para que la ciudadanía incline la balanza a su favor en las urnas?
¿Logrará convencer a los votantes de que su coalición política esta vez sí enfrentará al narcotráfico y que los acuerdos de algunos políticos de su sector con los jefes de carteles son cosa del pasado y hay que dar vuelta la página y mirar al futuro?
A poco más de dos meses del “2J” todo parece indicar que Sheinbaum dará continuidad al gobierno de la Cuarta Transformación. Aunque hay que estar alertas a la alianza pública e injerencista entre Rubio/Departamento de Estado/OEA y FA/Gálvez.
Fuente: La Epoca.
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