Clodovaldo Hernández
Entre filósofos se verán … ¿Quién lo hubiera dicho? En un abrir y cerrar de ojos, los militantes de cierto sector de la oposición pasaron de tener como candidata principal a una filósofa de alto coturno (pero con la perniciosa manía de escribir tuits barriobajeros) y asumieron al irónicamente llamado “filósofo del Zulia”, que nunca ganará un debate en torno a la dimensión ontológico-hermenéutica, pero —como buen perro viejo— late echado.
Este fue el repentino desenlace de la etapa de postulaciones y primeras lloraderas en el seno de esa parte de la oposición. Así que los dirigentes, activistas y simpatizantes de este segmento se han visto —o van a verse pronto— en la obligación de hacer malabares argumentativos para pasar de la idolatría a las personas que pueblan las alturas académicas, a la veneración de las astucias (parafraseando el título de un libro de Juan Nuño, uno de nuestros auténticos pensadores), porque el líder zuliano no calificará como intelectual, pero ¡vaya que le sobra maña!
Me explico, no vaya a ser que esto de volverse hermético sea un mal contagioso: la gente afín de María Corina Machado ya se estaba preparando para hacer una campaña en la que el currículum universitario de la doctora Corina Yoris era la cachiporra para apalear a los ignaros e iletrados chavistas, pero ahora tendrán que acomodarse mentalmente para dar sus alegatos a favor de… ¡Rosales!
Caramba, vaya bajón eléctrico este. Para los cristianos parece un castigo de Dios, aplicado en plena Semana Santa, y para los creyentes en la astrología, un rebote karmático de la temporada de eclipses. En cualquier caso, luce como una manera de que purguen sus espíritus de ese afán supremacista tan mal llevado que siempre los conduce a adorar a gente con mucha ilustración (o fama de tenerla) pero poca empatía con el pueblo, cuando no con un odio directo y espeluznante hacia los pobres y excluidos.
¿Cómo llegó esa parte de las oposiciones a semejante dilema que deja en pañales a la Paradoja de Epiménides? [En esta paradoja, el también filósofo Epiménides, que no es maracucho, sino cretense, afirma que “todos los cretenses mienten siempre” y entonces, ¿cómo saber si su premisa es cierta o falsa, ya que él también es cretense? Pero ese es otro tema].
La respuesta a esa pregunta (a la del comienzo del párrafo anterior, no a la de la paradoja) hay que buscarla buceando en las profundidades de la mentalidad escuálida, una tarea siempre bastante penosa, dicho sea, sin ofender. Veamos.
Anclados en el supremacismo
Todas nuestras oposiciones (son nuestras, nadie nos la puede quitar) han tenido, en mayor o menor medida, actitudes supremacistas frente al fenómeno del chavismo.
Ese supremacismo se ha expresado en lo social, lo étnico y lo académico e intelectual desde aquellos días en que las clases medias que se creen altas salieron a exigir que “¡con mis hijos no te metas!”. Tenían a sus pequeños cursando estudios en colegios de curas y monjas, pero a la vez estaban muy preocupados de que los malucos comunistas les lavaran el cerebro.
Fue el tiempo en el que los señorones y las señoronas se autodenominaron “la gente decente y pensante de este país” y descalificaron al comandante Chávez porque era zambo, llanero y faramallero (o sea, tipo pueblo).
Cómo olvidar el complejo de superioridad de los ejecutivos de Petróleos de Venezuela que se consideraban (y lo fueron, hasta que se tiraron por un barranco) un Estado dentro del Estado, una élite que no tenía por qué obedecer órdenes de un teniente coronel balurdo que no hablaba inglés y cantaba joropo.
En fin, ese supremacismo racial, social y académico-intelectual ha tenido múltiples manifestaciones hasta hoy (incluyendo algunas definitivamente criminales), pero para abreviar el recuento, digamos que la más prominente y actual expresión de esa manera de estar en el mundo, María Corina Machado, considerándose “dueña” de toda la oposición (ser dueña es su esencia, desde que estaba en pañales), apareció públicamente para anunciar a su candidata designada, Corina Yoris. Y punto.
La sustituta fue presentada como uno de esos seres superiores, no por ser tan oligarca como su tocaya, sino por ser una lumbrera de la filosofía, la literatura y la historia. Sus promotores se ufanaron de las credenciales universitarias de Yoris, y sacaron, una vez más, el expediente de que Nicolás es autobusero.
Una simple mirada a las redes sociales de la encumbrada filósofa mostró que sus altas cualificaciones universitarias no tienen mucho que ver con sus sentimientos hacia el pueblo llano. Mensajes cargados de odio, invocaciones a la violencia, rechazo al diálogo y la conciliación, apoyo al golpismo platanero y desprecio por los sectores populares son los verdaderos componentes de la mezcla explosiva que la veterana dama lleva en la cabeza. Es decir, nada distinto a una doñita de El Cafetal de esas que esas que sólo filosofan con las comadres.
Ahora bien, si el supremacismo de estos opositores estuviese dirigido únicamente en contra del gobierno y los chavistas podría ser incluso una herramienta de cohesión interna (perversa, pero herramienta, al fin y al cabo). Sin embargo, no es así y en este punto se halla una de las claves de sus sucesivos fracasos.
Cuando se hace un análisis un poco más detenido del comportamiento de los diferentes factores opositores se puede observar que esas creencias en la propia superioridad, tanto o más que contra los chavistas, se utilizan en la batalla endógena, por el poder doméstico, por el liderazgo del conjunto contrarrevolucionario. Dentro del espectro opositor, muchos se creen más que el resto. “Se las dan de mucho”, como se decía en tiempos de Castaña, la otra María.
La designación a dedo de Yoris fue un acto de altanería típico de los integrantes de las clases sociales pudientes, cuyos retoños son habituados a hacer su voluntad a todo evento. Implicó un desconocimiento absoluto incluso de las primarias que ella ganó (un proceso en el que se complacieron todos sus caprichos, dicho sea de paso), pues en un ambiente de democracia interna tendría que haberse previsto un mecanismo consensual de reemplazo de la candidata, sobre todo porque estaba muy claro que se encontraba inhabilitada, en especial después de que la decisión administrativa fuera ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia.
Muchos esperaban que Machado “entronizara” (o, mejor dicho, que le prestara el trono) a uno de los otros candidatos que participaron en las primarias, pero ella optó por la filósofa desconocida, con el argumento central de que era una persona de su entera confianza, como si en lugar de nombrarla candidata presidencial la estuviera dejando encargada de la finca de recreo de la familia.
A la ciudadana designada así, por decreto real, los partidos de la Plataforma Unitaria tendrían que apoyarla a menos que quisieran “atenerse a las consecuencias”, como amenazó otra de las mujeres del entorno de Machado, Magalli Meda (ahora asilada en la Embajada de Argentina) en una declaración que revela una arista más del complejo de superioridad: el de los que se sienten guapos y apoyaos por el poder imperial.
Machado y su corte llegaron a creer que habían logrado el objetivo de obligar al conjunto de partidos y dirigentes de la Plataforma Unitaria a plegarse ante su orden monárquica, lo que la hubiese convertido, de facto, en la jefa de la oposición, un cargo que está vacante desde que Juan Guaidó decidió renunciar para dedicarse a jugar pádel.
Pero entonces sobrevino el contraataque del otro filósofo, quien no iba a entregar, así como así su capital político (el enclave electoral de Zulia) y mucho menos su capital económico (el hombre no habrá nacido en cuna de oro, pero es multimillonario y quiere seguir amasando fortuna), a cambio de nada. La noche del cierre de las postulaciones, el perro viejo ladró echado, se inscribió con la tarjeta de su partido (suyo, de él), Un Nuevo Tiempo y con la de Fuerza Vecinal, como remache, y envió a Machado de vuelta a su nicho: el de la ultraderecha sifrina, a competir con sus pares “de los apellidos”, como dice el presidente Maduro.
Culpar al “régimen” para no culparse
El giro de la telenovela opositora a propósito del cierre del lapso de postulaciones también puso de manifiesto una característica muy resaltante de este segmento del espectro político nacional: tienen conflictos internos que llegan a ser irreconciliables y como consecuencia de ellos, sufren feas derrotas, pero siempre prefieren atribuirle las culpas al gobierno, a la Revolución, al “régimen”, a la “dictadura”.
Y llegan a unos extremos ridículos. Por ejemplo, una de las afirmaciones más reiteradas y absurdas de los opositores es que sus divisiones son producto de maquiavélicas manipulaciones de un gobierno al que, contradictoriamente, subestiman y consideran brutísimo.
[Es raro porque para dividir a gente inteligente hay que serlo también. ¿Cómo puede una bestia poner a pelear a unos genios? Pero, de nuevo, ese es otro tema].
Es una aseveración superficial, que encubre las verdaderas causas de la obcecada tendencia a pelearse internamente que, desde hace 25 años, muestra este segmento político.
De entrada, es una necedad quejarse de eso porque desde que el mundo es mundo todo contendiente (en la guerra, la política, el mercado, el deporte y hasta en ámbitos más domésticos) intenta dividir al rival para ganarle.
Todo gobierno busca la manera de fragmentar a la oposición y toda oposición intenta dividir al gobierno. Acusar al adversario de hacerlo, no puede tacharse ni siquiera de infantil, porque los niños entienden desde muy temprano esto del divide y vencerás.
Es como acusar a la defensa de un equipo de fútbol de impedir que los delanteros del otro equipo unan sus esfuerzos y talentos para meter gol. ¡Qué estupidez, si ese es uno de los fundamentos del juego!
De hecho, la dirigencia opositora y su maquinaria mediática han trabajado con ahínco desde el principio para dividir al chavismo. Llevan ya un montón de años alimentando chismes sobre los odios internos, solo que también en eso han fracasado.
Pero el punto crucial aquí es que, al culpar al chavismo de sus retorcidas divisiones, la oposición evita analizar las causas reales de ese fenómeno que, sin duda, ha sido uno de los motivos centrales de sus derrotas electorales.
No hace falta ser un estudioso muy aventajado de la política para entender que incluso si el gobierno no pusiera de su parte para ayudarlos a fragmentarse, las fuerzas opositoras lo harían con gran empeño. Lo estamos viendo en eso que ahora se llama tiempo real.
Escuchar a Machado (y ver su lenguaje gestual) descalificando al resto de los opositores y enterarse de las trastadas que algunos de estos le han hecho a ella para cobrarse esas ofensas son pruebas irrefutables de que tenemos una oposición que no necesita que la ataquen desde afuera para ir haciéndose pedazos. Se bombardea sola.
Puro medio, pura red
Otro rasgo que permitió ver el episodio de Machado-Yoris-Rosales fue el sesgo interno de la maquinaria mediática y de redes. Resultó evidente que estaba a favor de la maniobra del nombramiento de la candidata fantoche y por ello ha atacado a quienes no quisieron acatar el ukase de la zarina Machado. Los han fustigado con la misma o mayor intensidad que la dedicada habitualmente al gobierno y al Consejo Nacional Electoral.
Medios, periodistas e influencers ovacionaron la jugada de Machado, y no se ahorraron epítetos positivos, tales como genialidad estratégica o lección de mercadeo político. Los precoces análisis vaticinaban que Yoris sería apoyada por todos los sectores opositores, que se convertiría en un fenómeno electoral y que ya Maduro podía pensar en rendirse, entregar el poder y ponerse su braga anaranjada.
Cuando ocurrió el episodio de “cinco pa las doce”, el aparato mediático y de redes operó igual que Machado y los dirigentes de Vente: lanzando improperios furiosos contra Rosales, igual como ya lo habían hecho contra los otros candidatos postulados.
Pese a que muchos de esos medios, periodistas e influencers fingen ser objetivos y neutrales, se sumaron casi en pleno a fraguar las fake news según los cuales la profesora Yoris no pudo postularse por órdenes directas del gobierno, una matriz tan exitosa que hasta Lula da Silva y Petro le han hecho coro.
Pero, aquí cabe una advertencia: Esos medios y comunicadores tendrán que hacer la misma transición por la que está pasando la militancia rasa del oposicionismo: olvidarse de la eminente filósofa que pudo haber sido y no fue, y disponerse a corregirle la plana —cada vez que sea necesario— al filósofo del Zulia, y a venerar sus astucias. Por suerte para algunos, es un trabajo que pagan bien.
(LaIguana.TV)
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