Mónica Magaña Jattar
¿Está viviendo la izquierda en México la imposición del próximo candidato (a) a la Presidencia de la República, en cuyo caso, se estaría además determinando al que probablemente será el próximo presidente (a) del país? Parece urgente reflexionarlo. ¿Existen aspectos de la coyuntura electoral que permitan sospechar de una imposición? En las cosas humanas es difícil dar respuestas absolutas, mas es posible efectuar análisis que pongan sobre la mesa un sólido cúmulo de dudas razonables como para poner el caso en tela de juicio.
El primer paso es atender el concepto "imposición". Se está habituado a pensar en este como una acción por parte del gobernante en curso en donde señala a su sucesor según le convenga sin ninguna democracia o justicia, conocido en lo popular como "el dedazo". No obstante, el término supone posibilidades más extensas: se trata de "poner una carga, una obligación u otra cosa" (RAE) sobre algo o alguien más. Esto significa que el acto de "imponer" implica aspectos mucho más vastos que la elección arbitraria de un individuo sobre otro que posibilitan estrategias más elaboradas, sutiles e incluso imperceptibles pero poderosas para obligar a que la dirección de los acontecimientos fluya hacia una única opción posible casi sin saber por qué. Esta no es una praxis novedosa, empero, sí una desagradable sorpresa para una doctrina que siempre luchó en contra de estas acciones por el inmenso mal que causan en las democracias de los pueblos y en la vida de la gente.
Desde hace por lo menos dos años, mucho antes de que comenzara la campaña para determinar al candidato de izquierda de manera oficial, buena parte del territorio se llenó de propaganda en pro de un solo personaje. Este fue el caso de Claudia Sheinbaum que, no es una exageración decir, su nombre, su eslogan o su imagen aparecían hasta en los lugares más recónditos, ¿cómo fue esto aceptable?, ¿con qué permiso y con qué recursos? No se vio, por otro lado, una acción contundente por parte de MORENA para detener de tajo esta situación que replicaba la usanza del PRI que tanto daño hizo en la mente de los mexicanos durante casi un siglo, aplicando tácticas de propaganda que aseguraban que el electorado votara por lo que parecía ser "una única opción" aunque no lo fuera: tan exitosas fueron dichas maniobras que todavía funcionan, vengan de quien vengan.
Cuando se oficializaron las famosas corcholatas, Sheinbaum era la única que tenía una precampaña individual sobre sus hombros que le daba, en apariencia, una importante ventaja sobre sus compañeros. Es decir, que no se empezó la disputa desde un "piso parejo": para ese momento, la ex gobernadora de la CDMX ya salía victoriosa en encuestas de dudosa procedencia o metodología y aparecía en decenas de bardas, revistas y noticieros, así como en medios nacionales y extranjeros como en "El País", "The Economist" y la "BBC" (todos de derecha); o en otros de "famosos, chismes y farándula" como TV Notas, dando sus opiniones, siendo reseñada o de plano mencionada como la futura presidenta de México - no como la eventual candidata a candidata por la izquierda -, como si fuera cosa decidida antes de comenzar el debido proceso y el electorado empezara a pensar en quién debía continuar la regeneración del país, razonarlo con detenimiento y discutir el por qué (como se esperaría de una izquierda que aboga por desarrollar y aplicar el pensamiento crítico). Sólo se dijo, "Es Claudia", pero no por un arsenal de razonamientos políticos e implacables a su favor (como lo fue cuando contendió López Obrador, verbigracia), sino porque, supuestamente, "el líder la había seleccionado". Parecía, por ende, que estábamos imposibilitados a la reflexión; ya estaba decidido. Pero, ¿por quién? Y, sobre todo, ¿por qué?, ¿por qué esta mujer es presentada como la mejor opción en un momento capital para la profundización y protección de un cambio que costó vidas conseguir, de entre figuras del tamaño de Adán Augusto, Marcelo Ebrad y Fernández Noroña, por mencionar a los que parecen ser los más fuertes entre el electorado? ¿Sus capacidades políticas son en realidad superiores para tomar semejante batuta? Por ejemplo, si la disputa en realidad estuviera entre Claudia y Marcelo, valdría recordar que la primera vez que la izquierda perdió la CDMX en cuanto a sus delegaciones fue cuando la gobernó ella, un indicador que aunque no deba menospreciarse (porque podría hacerse extensivo a todo el país), se lo ha hecho como si fuera cualquier cosa; en caso contrario, cuando él gobernó la capital no sólo se ganó y la izquierda se mantuvo con holgura, sino que fue reconocido internacionalmente como el mejor alcalde del mundo con el premio "World Mayor" en 2010, un mérito que ni siquiera se menciona. Por otro lado, resulta inevitable pensar que si Sheinbaum y su equipo están compitiendo de la manera en la que lo están haciendo por la candidatura, ¿qué cloaca se abriría para contender por la presidencia y, en caso de ganarla, quiénes serían los beneficiarios (deudos) que formarían parte de su gobierno?
La prohibición de debate entre las corcholatas fue otro asunto por lo menos incomprensible por su falta de justificación para un movimiento de izquierda. Parecía una decisión "hecha a modo" para favorecer a quien, en apariencia, no tenía la fuerza para enfrentarse a un debate con sus compañeros. De no ser así, ¿cómo puede la izquierda consentir la imposibilidad del debate de ideas si ha sido la forma rectora a través de la cual ha combatido a la manipulación, ha educado y ha vencido? ¿Puede existir la formación política sin el debate de las ideologías y de los métodos para alcanzarlas? La cuestión es que fue el mismo partido el que negó la posibilidad de ver debatir a sus candidatos para ampliar la discusión y fortalecer la toma de las decisiones. Cosa curiosa, tanto Augusto, Ebrad y Noroña se manifestaron en contra de esta decisión y en esa moción no estuvo Sheinbaum, ¿por qué?
Otro aspecto que con seguridad es el más polémico, fue cancelar la posibilidad de competencia real porque "es tiempo de las mujeres". Una mujer congruente no quiere un puesto por su género, por muy oprimido que este haya sido durante siglos: compite porque sabe que puede y que se lo ha ganado en virtud de sus aptitudes y su recorrido en comparación con los demás, demostrándolo con el historial de sus acciones. Utilizar el género como estrategia política es burdo e injusto como lo fue durante años no permitir a la mujer llegar a la política por el hecho de ser del cromosoma doble X. El género no debe ser un plus a favor – o en contra - de nadie ni debe ser capitalizado políticamente; sin embargo, eso es lo que está sucediendo: se está utilizando al género como un valor pese a que este no otorgue ninguna capacidad de superioridad. Un puesto de la envergadura del que está en juego debe estar en manos de la persona más competente según su perfil político, su trayectoria, así como su trabajo y la congruencia entre este y sus valores, no por el género, como tampoco por el sexo, la religión, la familia, el status socioeconómico, las características físicas o cualquier otra superficialidad: una mujer preparada y progresista, consciente de la historia, no puede prestarse a lo mismo que ha perjudicado al mundo. Por si fuera poco, la mujer que ha luchado por una sociedad más equitativa, ha trabajado por vencer la noción de que una fémina solo llega a los grandes puestos porque es elegida por "el hombre fuerte y poderoso" que se lo concede (supuesto que se está utilizando como la máxima para elegir a Sheinbaum aunque se trate de una penosa contradicción para la sincera lucha feminista): la mujer del siglo XXI gana por méritos propios que puede demostrar. No necesita – ni quiere - el favor del jefe.
Finalmente, ante la reciente demanda de Ebrad respecto a algunas prácticas de ética cuestionable dentro del partido e incluso dentro de algunas instancias del Gobierno Federal (como de la Secretaría del Bienestar) a favor de la candidata, la respuesta fue el ataque y la descalificación a Marcelo y no lo que debió de ser una seria posición de investigación por parte de los encargados para desvelar qué causaba las quejas y la inconformidad, como era conducente en un procedimiento transparente. En cambio, se dijo: aquí no pasa nada, "todos se están portando muy bien". ¿De verdad el partido podría demostrar que todos se están portando así? O, mejor preguntar, ¿usted no ha visto algo que le haga dudar o lo impulse hacia la reflexión crítica respecto a dichos acontecimientos?
Entonces, ¿existen suficientes elementos como para creer que se cocina una imposición en el sentido más grande de la palabra? ¿La campaña para la elección del candidato (a) se ha tratado apenas de un proceso de simulación? No se puede determinar con precisión una respuesta o señalar a posibles responsables, sin embargo, como dijera Fernández Noroña ante tales cuestionamientos, "quien tenga ojos para ver que vea". De ser el caso, lo que sigue es una reflexión crítica y profunda de lo que se presenta ante nosotros y actuar en consecuencia frente a lo que podría ser una imposición por las negativas consecuencias que tendría para una corriente que se jacta de ser diferente y que busca la transformación del país, una que, no está por demás recordar, es de sumo vulnerable al estar apenas comenzado: de no llegar la persona correcta podría perderse lo ganado, un riesgo demasiado alto para correrlo. Al final, es un hecho que todos los candidatos (a) presentan fortalezas y debilidades, y a pesar de que se dice que "cualquiera de los candidatos va a garantizar la continuidad", existen diferencias de grado entre ellos que podrían cambiar el rumbo de la realidad de manera drástica, de ahí la pertinencia de no conformarse y decidir con la seriedad que merece la ocasión.
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