miércoles, 23 de agosto de 2023

Psicosoma | Antorchas del corazón

 La vida está centrada en el servicio. Eso me lleva a recordar a la madre Teresa de Calcuta, que practicaba el amor activo con los semejantes, en su amada casa de leprosos y bebés abandonados luego de no poder haber sido abortados.

Cultivar ese servicio parte del principio elemental del amor a sí mismo, que parece tan obvio y tan repetido o manoseado como la palabra amor, que se expresa sin profundidad por redes sociales y medios de comunicación, cuando en realidad hay tantas situaciones evidentes que pasan "por debajo de la mesa", sin que las advirtamos.

Las "encerronas" de refugio o enclaustramiento ante la pandemia —que al principio eran por puro miedo— nos alejaron a muchas personas del valor como seres humanos, de ser capaces de reconstruirnos si elegimos amar sin necesidad de esperar nada a cambio.

Al despertar cada mañana, pensamos que es otro día más, pero no es así, porque pudimos no haber despertado. Casi nadie repara en ese lapso de tiempo de seis, ocho o diez horas que pasamos durmiendo y durante las cuales podemos morir. Nadie tiene la certeza de amanecer: ¿saben cuántos infartos fulminantes ocurren de madrugada, o las tragedias hospitalarias o accidentes de carreteras acaecidos en esas horas crepusculares del amanecer o anochecer? También están la privación del sueño, la fatiga, la muerte súbita o la muerte por falta de sueño o insomnio. Aprovechemos, de paso, para recordar que el 17 de marzo fue el Día Mundial del Sueño.

La pérdida de sueño no se repara. Los cambios en la actividad del sistema neuroendocrino, el estrés, la alimentación y los espacios cómodos, entre otros, son muchos de los condicionantes para el acto de dormir (que en apariencia es tan natural como respirar), y se nota su ausencia. También debemos reparar en sus bases neurofisiológicas y psicológicas o de programaciones neolingüísticas para reeducarnos en el acto del dormir (o respirar).

Decíamos que el servicio y autoservicio en el amor activo ejecutado por la Madre Teresa de Calcuta nos enseña esa vocación de ser agradecidas o agradecidos ante el despertar a un nuevo día. Con alegría de corazón sincero le rendimos servicio al templo corporal y del prójimo que pueden no haber despertado. En ese servicio amoroso y del cuido se nos va la vida compartida.

Ahora, en estos tiempos, el covid-19 ha derivado en el ómicron de variante "Eris", muy contagiosa y con riesgo de reinfección. Así nos hemos percatado del valor de cuidarnos, porque la convivencia ha "obligado" a los hijos, madres y padres al diálogo y a retomar las normas del respeto, la ayuda, confianza, el saludar y dar las gracias. Son conductas y gestos elementales como el mirarse a los ojos y preguntar si la persona descansó o durmió bien, que nos reponen el alma y el cuerpo y permiten la escucha en el instante preciso.

Recuerdo muchísimo que de adolescente ejercía trabajo voluntario y me conmovió la oración del amor activo, del hacer haciendo, el servicio con alegría. "Es fácil amar a los que están lejos, mas no siempre es tan fácil amar a los que viven a nuestro lado…".

El fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz. Esas son oraciones del verbo amar que nos hacen reflexionar sobre nuestra libertad de accionar, de elegir, al despertarnos, para vivir en amor activo, en compañía, aliviando el sufrimiento o, por el contrario, deambulando sin posibilidades de amar.

"Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido".

"La revolución del amor comienza con una sonrisa".

"Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz".

 

Rosa Anca

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