José Sant Roz
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16-1-2020: Al fin mañana partiré al campo, a los Pueblos del Sur, en
donde jamás se ha conocido un solo caso de Alzheimer. Donde hay gente
que llegan a cumplir siglos… y está uno entre niños, cafetales,
camburales, guamos, eucaliptos: colinas, cordilleras y sierras pardas en
hartazgo de barbechos, de predios vastos con rosales rojos que… rezuman
calas y hortensias; con mañanas arreboladas y frías, noches tibias y
despejadas; alborotos de gallos, gallinas y perros, cochinos y pavos…,
rodeado de susurros de arroyos dulcísimos, de caminos polvorientos y
perfumados, de guapos árboles de navidad floridos, de engalanadas
granadas y de hasta elevadísimos perales y manzaneros, siempre uno
mirando cómo cuelgan milagrosamente las vacas, como luceros, en los
brezos y en las hazas,… uno… embebido en todo eso, esperando un cafecito
para echárselo con bregadores de caña, yuca, café, cambures, ocumos,
papas…, porque, ¡carajo!, el amor nació para ser compartido (La
Celestina).
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Todo lo que tiene que ver con la agricultura es filosofía pura. La vida
en el campo compensa las arideces de las grandes inutilidades que
reverdecen agobian en las urbes. Hay en la ciudad quienes presumen de
tener un perro bello, por ejemplo, pero eso debe ser para tenerse en el
campo donde se puede correr y andar a nuestras anchas. No se puede en
definitiva meter el campo en la ciudad y ese es el gran problema que
presenta hoy la vida moderna.
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Me he topado con la anciana Agustina Rojas quien vive en Los Pueblos del
Sur y me pregunta a boca de jarro: "¿Es usted revolucionario, señor
José?". Casualmente, me la he conseguido en el banco plantada en una
cola para buscar un poco de efectivo pero que no le vayan a dar billetes
de quinientos porque nadie los acepta en Canaguá. Doña Agustina está
pasando unos días en Mérida, y está ansiosa por coger para su pueblo.
"-Estoy desubicada en los trajines de aquí dando más vueltas que una
bola en un volteo", me dice. Le he preguntado por su nieto Dalmiro y me
dice que está bien enmontado. Que ya Dalmiro tiene doce años y que ha
dejado de ir a la escuela. Lo cierto es que la deserción escolar es muy
grande en estos tiempos y sobre todo en el campo. El crítico asunto del
transporte es uno de los problemas más serios que contribuye a esta
deserción. Ella me dice que ya en el país hay suficientes sabios y
personas estudiadas y que mucha de esa gente está sin producir y sin
contar con un trabajo que les dé el sustento diario y que entonces para
qué ponerse a estudiar, y que eso sería de locos. Que Dalmiro no puede
darse el lujo de estar en una escuela cuando precisamente ahora se le
requiere para estar sembrando y ayudando en sus labores a sus abuelos.
Todos estos males son consecuencias del terrible bloqueo gringo a
nuestro país, pero en el que pocas personas reparan.
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16-1-2020: Nos detenemos a sacar un poco de efectivo del Banco de
Venezuela que está en el Centro Comercial Milenio. Las taquillas están
desiertas. Necesitamos algo de efectivo para poder comprar en Lagunillas
unas panelas para el consabido trueque que hacemos, en cada viaje, por
otros alimentos.
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La Guardia Nacional revisa nuestra camioneta en la alcabala de Las
González, y luego de una breve inspección nos pregunta hacia dónde nos
dirigimos: "… al paraíso", respondemos. Luego de revisar la tolva,
educadamente nos piden perdón por las molestias ocasionadas, y seguimos
nuestro camino. Nos detenemos en Lagunillas y compramos tres panelas,
cada una a 45.000 BS. Llegamos a Estanques y vemos varias personas
pidiendo cola para ir a Los Pueblos del Sur, y comenzamos el largo
ascenso de unos tres mil metros, para pasar tres páramos en camino a
nuestro destino: Canaguá.
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En un punto que va hacia Las Labranzas, nos detenemos a tomar del
cafecito que llevamos en nuestro termo. Nos ubicamos en el filo de un
abismo y mientras libamos nuestro café y masticamos unos trozos de
arepas de trigo, nos ponemos a contemplar la maravilla de las montañas
con sus copetonas nubes blancas en dirección al Sur de Lago, hacia lo
más caliente. Abajo, hacia la tierra caliente, todo un milagro de
esplendorosos caminos, extensiones inmensas de bosques y laderas
perdiéndose en las inmensidades de las fragancias, de los lirios y
pinos, de los silencios entre remansos, oquedades y abismos. Se detiene
una motocicleta en la que van dos jóvenes que ya habíamos pasado a la
altura de Tusta. La moto les viene fallando. Los invitamos a tomar café y
nos ponemos a hablar sobre la siembra de café en la zona de San
Antonio, hacia donde ellos se dirigen.
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A las 1:30 ya nos encontramos en El Valle de la Luna, nuestra casita.
Vemos que el verano comienza a ser estragos en nuestras siembras, aunque
los días se muestran con un brillo sublimemente encantador. Apenas
estamos colocando nuestros macutos en nuestra cocina, cuando vemos
entrar a la vecina Engracia con un abundante plato de comida desbordante
de cambures verdes sancochados, arroz y una buena ración de cochino
frito y asadura. Dios, qué grandioso recibimiento. Aquí no se pregunta
si tienes o no hambre, o si quieres comer, si no que van al ataque y te
rodean y te someten… felizmente. Pocas veces he comido con tanta saña y
coraje, y en plenitud de mis cabales, en levantando el ánimo aquellos
cambures y cochinos fritos, nos servimos un café, y nos sentamos en el
porche a contemplar la grandiosidad del silencio que todo lo dominaba.
Porque el cafecito siempre hay que tomárselo sentado y embebido uno
mismo en uno mismo.
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Le hago una visita al señor Corsino Mora, el gran padre de la aldea,
para darle el feliz año y para preguntarle por su salud, por sus hijos,
por la recogida del café, por los puercos, la vacas y como estuvieron
este año las Pintas. Lo encuentro en el patio afeitándose en el lugar de
siempre, ante un espejito aunque no lo necesita porque ya está ciego,
pero es la costumbre... Apenas me oye, gira, extiende sus brazos en la
dirección en que supone me encuentro y espera el abrazo. Luego aparece
su hijo Manuel y nos ponemos a conversar en el corredor, y ahí me entero
que el 24 de diciembre falleció de 109 años, el padre de la señora
Marcolina (nuera del señor Corsino). Que hubo varios familiares que
fallecieron en diciembre y que un muchacho de diez años se ahogó en el
pozo de Canaguá, un lugar de esparcimiento al que acude la gente los
días 25 de diciembre y el primer día del año nuevo. La cosa estuvo,
pues, un poco fúnebre. Hubo otros intríngulis familiares no menos
novedosos, pero que no deben ser registrados en este diario, que quedan
sólo para nuestro coleto…
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Por la noche nos visitan los hijos del señor Corsino, Enrique y Ángel.
Tomamos té de menta y conversamos en la sala hasta casi las 10. Nos
enteramos que la perra Solita, durante nuestra ausencia pasó tres días
fuera de la casa, prácticamente viviendo donde los Mora. Miramos al
cielo para ver cómo estaba la luna si con sus cuernos hacia oriente es
decir cuarto creciente, o si con sus cuernos adelante, cuarto menguante.
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17 de enero: Día nublado con una muy leve llovizna lo que quiere decir
que el sol saldrá dentro de poco con todas sus fuerzas. El terreno está
muy seco. Hay poca agua en las fuentes y en los ríos. La sequía se nota
severamente en nuestro huerto y en la siembra de café y en el cambural.
Hay por doquier hojas muy secas, como metálicas, pasto y monte árido,
muerto. Las matas están ya llorando, el eucalipto agita sus mil melenas
al viento. El limonero tiene apenas siete limones. Lo que se está
poniendo bello es el níspero que al parecer le presta el verano. La mata
de navidad comienza a acongojarse. Igualmente se empinan con vigor la
chirimoya y el higo. Yo me pongo a recoger un poco de café que aún en
diciembre estaba verde.
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A las 10 de la mañana sale el sol con toda su fuerza.María Eugenia saca
la lavadora y se pone a lavar ropa acumulada de hace un mes. Llega
visita a la 11 de la mañana cuando sorprendentemente cae una llovizna:
se trata del señor Corsino con sus dos hijos Enrique y Manuel. Nos traen
un litro de leche y una cesta con cambures verdes. Poco después se
incorpora otra visita, la del ex alcalde de Canaguá Carlos Chacón a
quien teníamos tiempo sin ver. Allí nos estamos conversando hasta el
mediodía. Saluda Carlos al señor Corsino y éste le dice que ahí va,
sobrellevando el problema de su ceguera. Le contesta Carlos que mientras
esté bien el pico lo demás no importa. El tema del momento es el grave
problema de la incomunicación en el pueblo: CANTV no funciona para nada.
Que llegan y llegan técnicos para inspecciones, y muchos lo que hacen
es llevarse quesos de los humildes pobladores quienes en ansiando que de
una buena vez se les resuelvan este penoso problema, obsequian, en
retribución a los supuestos "esfuerzos" de estos vivarachos técnicos lo
poco que producen.
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Da ya miedo verlos en el pueblo porque a lo que menos aspiran es a
llevarse un queso…Por otro lado, da dolor ver cómo se han desmantelado
en todo el país, las miles de antenas satelitales que se instalaron en
las escuelas para que éstas pudieran tener internet. Solamente en el
municipio Arzobispo Chacón de Mérida (Mérida tiene 23 municipios) se
instalaron 92 antenas satelitales de las cuales apenas si quedan unas
veinte en funcionamiento. Hay quienes se cogieron estas antenas para uso
privado, es decir se las llevaron para sus casas. Ese fue un esfuerzo
gigantesco hecho por el Comandante Chávez. La antena de la escuelita de
La Coromoto tiene un desperfecto en el Decodificador, y pese a los
reiterados viajes que Ángel ha hecho a Mérida no ha podido conseguir una
solución en las oficinas de CANTV.
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¡Cuántos kilos de queso y de café le ha costado al pobre Ángel todas
estas diligencias ante funcionarios del Estado! Ha subido gente para ver
si le compran la propiedad de Neptalí quien la está vendiendo. ¿Pero
para donde cogería Neptalí si llega a vender? Carlos Chacón dice que el
mejor lugar del mundo está en Canaguá. Ángel y Enrique pasaron la
segunda semana de enero trabajando en la finca de su primo Onofre, quien
les pagaba diariamente por recoger café tres kilos de pipas en laja o
kilo y medio de queso, además de los tres "golpes" muy bien resueltos.
Nos visita la vecina Engracia y nos obsequia un kilo lentejas. María
Eugenia le retruca con un kilo de pasta. Todo por aquí se va
desenvolviendo en intercambio de víveres, de verduras.Ángel baja al
pueblo y volverá por la noche.
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Saludo a Ramoncito, un chamo de veintidós años casado con la muy joven
Francis. La ocupación de Ramoncito es arreglar motos en el pueblo un
oficio que aprendió en Barinas. No le atrae el trabajo de la
agricultura. Ramoncito vive a un kilómetro y medio de nuestra casa vía
El Cobre, en un hermoso paraje, con una vista espectacular de todo el
boquerón de la aldea, desde los predios del señor Antonio Rojas hasta la
escuelita (frente a nuestra casita).El mal que más se presenta en esta
región es problema en los riñones de las personas. Un mal que tiene a
muchos canagueros haciéndose diálisis en Mérida. Así está en estos
momentos padeciendo dolores Francis y también nuestra vecina Engracia.
Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la
Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre
política e historia.
jsantroz@gmail.com @jsantroz
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