Maryclen Stelling
Escatología y política se funden en un abrazo mortal y nos arrastran en su lamentable contradependencia.
Escatología, tiene dos acepciones. La primera se refiere al
“Conjunto de creencias y de doctrinas relacionadas con la vida de
ultratumba.” La segunda, de uso más frecuente, alude al “Conjunto de
expresiones o manifestaciones groseras y relacionadas con excrementos,
suciedades e inmundicias.” El lenguaje y/o comportamiento escatológico,
remite a lo vulgar, soez, chabacano, procaz y obsceno.
Políticos, comunicadores y cibernautas se han especializado con absoluto descaro, impudicia e impunidad en escatología excremental sin despreciar la de ultratumba. Suerte de competencia política que incluye vocabulario, relatos y narrativas; uso de imágenes y asuntos relacionados con excrementos, conducta, gestos escatológicos y, en menor medida, creencias y expresiones de ultratumba. Atención aparte merece la conducta excrementicia de ciertos políticos, quienes acuden a la estrategia bélica-escatológica de bajarse los pantalones y mostrar partes íntimas a sus enemigos. Igualmente podemos calificar de escatológicas algunas gestiones públicas locales. La ciudadanía se habitúa a este ejercicio político excremental y de ultratumba, con su consecuente falta de sensibilidad y el conformismo.
Escenario político escatológico donde pululan los muertos del odio, la rabia y el rencor; extraviadas almas en pena que, cual zombis, vagan sin sentido atrapadas en cementerios políticos; apariciones fantasmagóricas, defensoras de promesas, programas y políticas muertas. Seres del más allá abocados al ejercicio de una escatología excrementicia y de ultratumba.
No hay que despreciar el importante papel de las redes, espacios informales de conversaciones cotidianas a la vez que de potente activismo político. Poder transmediático que, desde un claro posicionamiento político, favorece la participación del ciudadano común, alberga la nostalgia y denuncias de una supuesta decadencia moral; lleva la discusión política al nivel de chisme; ampara la rabia, agresividad y manifestaciones de odio en combinación con acoso escatológico y linchamientos políticos.
Progresiva guerra política excremental y de ultratumba a la venezolana, que procura la muerte escatológica del adversario político.
Políticos, comunicadores y cibernautas se han especializado con absoluto descaro, impudicia e impunidad en escatología excremental sin despreciar la de ultratumba. Suerte de competencia política que incluye vocabulario, relatos y narrativas; uso de imágenes y asuntos relacionados con excrementos, conducta, gestos escatológicos y, en menor medida, creencias y expresiones de ultratumba. Atención aparte merece la conducta excrementicia de ciertos políticos, quienes acuden a la estrategia bélica-escatológica de bajarse los pantalones y mostrar partes íntimas a sus enemigos. Igualmente podemos calificar de escatológicas algunas gestiones públicas locales. La ciudadanía se habitúa a este ejercicio político excremental y de ultratumba, con su consecuente falta de sensibilidad y el conformismo.
Escenario político escatológico donde pululan los muertos del odio, la rabia y el rencor; extraviadas almas en pena que, cual zombis, vagan sin sentido atrapadas en cementerios políticos; apariciones fantasmagóricas, defensoras de promesas, programas y políticas muertas. Seres del más allá abocados al ejercicio de una escatología excrementicia y de ultratumba.
No hay que despreciar el importante papel de las redes, espacios informales de conversaciones cotidianas a la vez que de potente activismo político. Poder transmediático que, desde un claro posicionamiento político, favorece la participación del ciudadano común, alberga la nostalgia y denuncias de una supuesta decadencia moral; lleva la discusión política al nivel de chisme; ampara la rabia, agresividad y manifestaciones de odio en combinación con acoso escatológico y linchamientos políticos.
Progresiva guerra política excremental y de ultratumba a la venezolana, que procura la muerte escatológica del adversario político.
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