La corrupción lentamente se ha ido afianzando y apropiando de los modos de hacer y de vivir, hasta convertirse en un fenómeno endémico de la política y de la sociedad venezolana.
Estudiosos del problema afirman que las prácticas corruptas forman parte de un entramado social con actores ubicados en posiciones de poder económico y político, autoridad, jerarquía… desde donde opera la corrupción en una suerte de abuso de poder. Desde esa perspectiva, las prácticas corruptas forman parte de un entramado de relaciones sociales que refuerzan la desigualdad social. En tanto prácticas, están orientadas por valores, creencias y visiones del mundo, influenciadas por el lugar que las personas ocupan en la estructura social. De allí que la definición y categorización de la corrupción, es producto de una construcción social asentada en experiencias compartidas históricamente.
En una primera etapa, el problema parecía limitarse a ciertos estratos y grupos de la sociedad venezolana para, gradualmente -en paralelo a la profundización de la economía y cultura petrolera- ir penetrando el entramado social. Proceso indetenible que gradualmente fue corroyendo los cimientos éticos hasta convertirse en un comportamiento aceptado y legitimado socialmente. La trama de prácticas corruptas se apuntala entonces con complacencia, enmascaramiento e inacción, conjuntamente con una sensación de impotencia y derrota ante la legitimación social y aceptación del corrupto.
En una suerte de lento despertar, se inicia en el país un proceso de desnaturalización de la corrupción. Gradualmente comienza a posicionarse la condena en discursos y prácticas, tanto silenciosas como visibles. De la acusación soterrada “son todos corruptos” y de las formas ocultas de resistencias y de lucha, la corrupción -en tanto problema social, ético, legal- da un salto cualitativo del discurso oculto al discurso público. Irrumpe como el principal problema denunciado por los medios, y se planta tanto en la opinión pública como en el debate político nacional.
Recientemente el Gobierno, a través del MP y con el Fiscal General a la cabeza, asume abiertamente la lucha contra la corrupción, flagelo que, hasta hace poco, lucía indetenible y fuertemente afianzado en el quehacer ético, social y legal de la sociedad venezolana. Lucha que va más allá de las denuncias y detenciones, dado el profundo enraizamiento de la corrupción en nuestra sociedad.
@MaryclenS
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