Juan Martorano(*)
Eliminada la miseria y la opulencia, serán eliminadas muchas causas de los delitos. Si se piensa además que el nerviosismo es consecuencia típica de la sociedad capitalista,y que el nerviosismo se refiere de modo específico, el alcoholismo, antecedente de un crecido número de crímenes, se deducirá cuanta relación causa-efecto hay entre la sociedad actual y la delincuencia, como la instauración de un organismo social que impide la feroz y desenfrenada lucha para vivir, causa de la neurosis, hará que el fenómeno disminuya notablemente.Que el socialismo se presenta como una cuestión de estómago. Hay quien encuentra en esto una falta de idealidad viendo el predominio de un sentimiento material. Y, sin embargo, que idealismo más cierto y más sano, que gran caudal de sentimiento moral representa esta formula tan positiva.¿Acaso pude haber más elevado ideal que todo hombre tenga su partre correspondiente en el banquete de la vida, que no haya madres que presencien el hambre de sus propios hijos, ni hijos que no puedan remediar el hambre de sus padres?El ideal no está en las fórmulas pomposas, altisonantes y abstractas, sino en la substancia de los hechos, en la vida real a que no alcanzan esas expresiones.¿Y quien que no sea un imbécil o un malvado, disfrazado de escritor o de pensador, no siente la idealidad que hay en la doctrina que, comprobando un triste hecho humano, intenta remediarlo?El socialismo, por lo mismo que se propone resolver una cuestión de estómago, es eminentemente moralizador en cuanto suprime ese coeficiente de inmoralidad que se llama hambre.El socialismo no hará perder el respeto a la autoridad, ni borrará toda idea de mérito y de demérito.La autoridad entonces no estará en el título, sino en la función.En cuanto al mérito y al demérito, el socialismo no podrá hacer más que establecer las bases y dirigir y facilitar el reconocimiento de uno y otro, conforme a la justicia. Y así como los hombres en el Socialismo seguirán prefiriendo una flor a un sapo, así también admirarán, apreciarán y honrarán a un gran artista, a un gran científico, a un gran músico, más que a un hombre vulgar.Al que crea que el socialismo implica una regresión moral por el poder que han de asumir en él las multitudes, es fácil responderle y demostrarle que de la influencia de ese elemento hay que esperar un progreso y no una disminución de la moral.La masa, el vulgo, es más rudo; pero no más inmoral que la clase directora.Esta tiene mayor delicadeza, mayor finura en las relaciones sociales y poresta parte es sin duda superior a los obreros, a los campesinos, al pueblo bajo; pero si se atiende a lo que constituye la noción del sentimiento moral, al fondo de ese sentimiento mismo, se observa que no está la clase privilegiada a mayor altura que el vulgo, que los artesanos, que los obreros.La canalla no sabe herir con elegancia, saludar con garbo, comer con distinción, abstenerse de ciertos gestos y palabras inconvenientes, ni conoce las justamente albadas finezas de una esmerada educación; pero cuando se trata de la piedad, de la honradez, de la benevolencia, de la resignación gana en mucho a la gente elegante, y en cuanto a la ausencia de convencionalismos, de reservas mentales, de escepticismos, llega al más alto limite de altruismo y de la integridad moral. La superioridad que tienen las clases acomodadas sobre las clases menesterosas, superioridad debida a la menor rudeza de sus ocupaciones, al culto del sentimiento estético, a los placeres de la inteligencia, se compensa con los defectos adquiridos por la posibilidad de satisfacer la mayor parte de sus realaciones sociales, en las que predomina la propia conveniencia.La unión de la moral del pueblo a la moral que pudiera llamarse señorial será una unión fecunda que atemperará la rudeza de unos con la educación de otros y la afectación de éstos con la sinceridad de aquellos.La rapacidad, la crueldad, la mala educación, la pasión del vino, la fiebre del juego, no aumentarán por participación activa en la vida social de las clases trabajadoras, ya que todos esos vicios, esos hábitos criminosos, esas brutales tendencias, existen también, aunque más recatados, en la clase burguesa que, por otra parte, realiza un número de delitos proporcionalmente mayor a los que cometen las clases sociales consideradas inferiores.Y no voy a ocuparme de la crítica socialista sobre la beneficiencia y la caridad, crítica que se intenta presentar como perjudicial y desmoralizadora.Si la caridad, que abstractamente considerada es un sentimiento y un acto nobílisimos, lo fuese también en la práctica y sirviese por si misma, para realizar la eficaz curación de los males sociales, nadie podría, honradamente, discutirla siquiera.Pero cuando se compruebaque la caridad no sólo es completamente inútil, sino que carece, salvo alguna excepción, hasta del valor ideal de un acto de verdadero altruismo y de desinteresada piedad, que más ofende la dignidad humana que socorre a la necesidad, y que prolonga el sufrimiento en vez de aliviarle, fuera entonces inmoral envanecerse de ella por un sentimentalismo morboso y confiable más de lo que puede atender, olvidar sus defectos y cantar sus pretendidas excelencias.La caridad, además de no beneficiar siempre a quien la necesita, estimula muchas veces la medicidad profesional y,frecuentemente, sólo aprovecha a los encargados de administrarla.La caridad se practica más por propia vanidad que por amor al prójimo, y hoy no es más que un billete de entrada al Parlamento, a los Municipios y Diputaciones Provinciales, etcétera, cuando no la expiación de antiguos pecadores que obtienen de las propias faltas el interés compuesto del placer primero y de la absolución después.El progreso moral en El Socialismo será mucho más rápido que hasta aquí.
*Abogado y Analista Político. jmartoranoster@gmail.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar
Eliminada la miseria y la opulencia, serán eliminadas muchas causas de los delitos. Si se piensa además que el nerviosismo es consecuencia típica de la sociedad capitalista,y que el nerviosismo se refiere de modo específico, el alcoholismo, antecedente de un crecido número de crímenes, se deducirá cuanta relación causa-efecto hay entre la sociedad actual y la delincuencia, como la instauración de un organismo social que impide la feroz y desenfrenada lucha para vivir, causa de la neurosis, hará que el fenómeno disminuya notablemente.Que el socialismo se presenta como una cuestión de estómago. Hay quien encuentra en esto una falta de idealidad viendo el predominio de un sentimiento material. Y, sin embargo, que idealismo más cierto y más sano, que gran caudal de sentimiento moral representa esta formula tan positiva.¿Acaso pude haber más elevado ideal que todo hombre tenga su partre correspondiente en el banquete de la vida, que no haya madres que presencien el hambre de sus propios hijos, ni hijos que no puedan remediar el hambre de sus padres?El ideal no está en las fórmulas pomposas, altisonantes y abstractas, sino en la substancia de los hechos, en la vida real a que no alcanzan esas expresiones.¿Y quien que no sea un imbécil o un malvado, disfrazado de escritor o de pensador, no siente la idealidad que hay en la doctrina que, comprobando un triste hecho humano, intenta remediarlo?El socialismo, por lo mismo que se propone resolver una cuestión de estómago, es eminentemente moralizador en cuanto suprime ese coeficiente de inmoralidad que se llama hambre.El socialismo no hará perder el respeto a la autoridad, ni borrará toda idea de mérito y de demérito.La autoridad entonces no estará en el título, sino en la función.En cuanto al mérito y al demérito, el socialismo no podrá hacer más que establecer las bases y dirigir y facilitar el reconocimiento de uno y otro, conforme a la justicia. Y así como los hombres en el Socialismo seguirán prefiriendo una flor a un sapo, así también admirarán, apreciarán y honrarán a un gran artista, a un gran científico, a un gran músico, más que a un hombre vulgar.Al que crea que el socialismo implica una regresión moral por el poder que han de asumir en él las multitudes, es fácil responderle y demostrarle que de la influencia de ese elemento hay que esperar un progreso y no una disminución de la moral.La masa, el vulgo, es más rudo; pero no más inmoral que la clase directora.Esta tiene mayor delicadeza, mayor finura en las relaciones sociales y poresta parte es sin duda superior a los obreros, a los campesinos, al pueblo bajo; pero si se atiende a lo que constituye la noción del sentimiento moral, al fondo de ese sentimiento mismo, se observa que no está la clase privilegiada a mayor altura que el vulgo, que los artesanos, que los obreros.La canalla no sabe herir con elegancia, saludar con garbo, comer con distinción, abstenerse de ciertos gestos y palabras inconvenientes, ni conoce las justamente albadas finezas de una esmerada educación; pero cuando se trata de la piedad, de la honradez, de la benevolencia, de la resignación gana en mucho a la gente elegante, y en cuanto a la ausencia de convencionalismos, de reservas mentales, de escepticismos, llega al más alto limite de altruismo y de la integridad moral. La superioridad que tienen las clases acomodadas sobre las clases menesterosas, superioridad debida a la menor rudeza de sus ocupaciones, al culto del sentimiento estético, a los placeres de la inteligencia, se compensa con los defectos adquiridos por la posibilidad de satisfacer la mayor parte de sus realaciones sociales, en las que predomina la propia conveniencia.La unión de la moral del pueblo a la moral que pudiera llamarse señorial será una unión fecunda que atemperará la rudeza de unos con la educación de otros y la afectación de éstos con la sinceridad de aquellos.La rapacidad, la crueldad, la mala educación, la pasión del vino, la fiebre del juego, no aumentarán por participación activa en la vida social de las clases trabajadoras, ya que todos esos vicios, esos hábitos criminosos, esas brutales tendencias, existen también, aunque más recatados, en la clase burguesa que, por otra parte, realiza un número de delitos proporcionalmente mayor a los que cometen las clases sociales consideradas inferiores.Y no voy a ocuparme de la crítica socialista sobre la beneficiencia y la caridad, crítica que se intenta presentar como perjudicial y desmoralizadora.Si la caridad, que abstractamente considerada es un sentimiento y un acto nobílisimos, lo fuese también en la práctica y sirviese por si misma, para realizar la eficaz curación de los males sociales, nadie podría, honradamente, discutirla siquiera.Pero cuando se compruebaque la caridad no sólo es completamente inútil, sino que carece, salvo alguna excepción, hasta del valor ideal de un acto de verdadero altruismo y de desinteresada piedad, que más ofende la dignidad humana que socorre a la necesidad, y que prolonga el sufrimiento en vez de aliviarle, fuera entonces inmoral envanecerse de ella por un sentimentalismo morboso y confiable más de lo que puede atender, olvidar sus defectos y cantar sus pretendidas excelencias.La caridad, además de no beneficiar siempre a quien la necesita, estimula muchas veces la medicidad profesional y,frecuentemente, sólo aprovecha a los encargados de administrarla.La caridad se practica más por propia vanidad que por amor al prójimo, y hoy no es más que un billete de entrada al Parlamento, a los Municipios y Diputaciones Provinciales, etcétera, cuando no la expiación de antiguos pecadores que obtienen de las propias faltas el interés compuesto del placer primero y de la absolución después.El progreso moral en El Socialismo será mucho más rápido que hasta aquí.
*Abogado y Analista Político. jmartoranoster@gmail.com , j_martorano@hotmail.com , juan_martoranocastillo@yahoo.com.ar
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