De manera admirable y consecuente con la paz de Colombia, el Presidente Hugo Chávez y la Asamblea Nacional de la hermana República Bolivariana de Venezuela, solicitaron a la Comunidad Internacional, se otorgue a las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN categoría de Fuerza Beligerante, como paso previo para buscar una salida definitiva al conflicto social y armado que desangra a Colombia y afecta los países vecinos.
Siendo consecuentes con el ideario bolivariano, se busca la integración de los pueblos latinoamericanos en libertad, superando la devastación de la guerra. Los voceros gringos, la clase política colombiana y las expresiones del establecimiento se han pronunciado en contra, tratando de bloquear esta iniciativa.
La guerra en Colombia
Transcurrido más de medio siglo de esta confrontación militar, la clase dominante ha impuesto sus modelos económicos a sangre y fuego contra el pueblo.
A mediados del siglo pasado se implantó la industrialización del campo, con la expropiación de pequeños y medianos campesinos, mediante los “chulavitas” o paramilitares y parapoliciales de aquel momento. Ese proceso se realizó exacerbando la confrontación política y militar entre liberales y conservadores del pueblo, mientras sus gamonales firmaban un pacto de gobernabilidad para alternarse el gobierno.
Producto de ese exterminio estatal que cobró más de 300.000 víctimas y de ese pacto de exclusión política, surgen las guerrillas colombianas a mediados de la década del sesenta, como un acto de supervivencia y acudiendo al legítimo derecho de Rebelión que tienen los pueblos ante un régimen tiránico y genocida.
En las últimas tres décadas han impuesto el neoliberalismo y el modelo de guerra contrainsurgente, de acuerdo a los dictámenes imperialistas. La doctrina de la Seguridad Nacional y el Terrorismo de Estado se volvieron política oficial de los gobiernos, se inundó a Colombia de paramilitares y se implementó el narcotráfico como fuente de financiación de esta guerra sucia.
Esta última fase de la guerra ha ocasionado cientos de miles de muertos, más de 4 millones de desterrados, miles de desaparecidos y decenas de miles de encarcelados, por la sindicación de pertenecer o ser colaboradores de la Insurgencia.
Esa simbiosis de paramilitarismo, narcotráfico y una ideología neofascista para combatir la guerrilla, se apoderó de las ramas del poder público y las instituciones, hasta desmoronar el Estado social de derecho, degenerando en un Estado mafioso, genocida y terrorista, que necesita la guerra para perpetuarse en el poder.
Humanización, regulación y paz.
En estos 44 años de conflicto interno, las guerrillas colombianas, en particular el ELN, ha construido una estructura político-militar que irradia todo el país con capacidad operativa, acompañando las expresiones de las luchas sociales, con un mando centralizado, elegido democráticamente, con fundamento ideológico de dignificar la vida y la humanidad y con propuestas de transformaciones en favor de las mayorías.
De hecho, el ELN es una Fuerza Beligerante, que acoge el Derecho Internacional Humanitario, y el Derecho de la Haya; que ha planteando concertar una Solución política de paz y justicia social para superar el conflicto colombiano y desde la década del ochenta ha insistido llegar a acuerdos sobre la humanización de la guerra, para evitar la barbarie que adelanta el Estado colombiano y como insurgentes corregir errores cometidos.
El Plan Colombia y la Seguridad Democrática, son un mismo plan de guerra y ni al gobierno de Álvaro Uribe, ni al de George Bush les interesa acabar con el conflicto, sino que, adelantan la segunda fase del Plan Colombia para convertir al país en la principal potencia militar de la región, como punta de lanza para agredir los gobiernos democrático populares que confrontan el modelo neoliberal.
El conflicto colombiano no puede entenderse solo como la confrontación militar entre el Estado con sus paramilitares contra las guerrillas; sino que está determinado por factores económicos, políticos y sociales y gobernado por intereses imperialistas. Por tanto, la solución implica transformaciones estructurales y rebasa los límites nacionales.
En buena hora se dan las iniciativas venezolanas, porque la guerra ha llegado al colmo de la degradación y la bestialidad demostrada por las fuerzas armadas estatales y sus paramilitares, ahora llamados águilas negras. Llamamos a la comunidad internacional para que contribuya a poner límites éticos a la confrontación.
Es hora de concretar el acuerdo humanitario, que vaya más allá del intercambio de prisioneros y abarque la protección y alivio a las víctimas del conflicto interno. Para abrir el camino de la Solución Política, se debe iniciar con un acuerdo de regulación de la guerra, que limite el armamento y modalidades operativas utilizadas por las partes contendientes.
El ELN saluda la propuesta venezolana de darle reconocimiento de Fuerza Beligerante a las guerrillas colombianas y se dispone a trabajar para materializar esta iniciativa. Esperamos que la comunidad internacional se sume a este esfuerzo por la paz de Colombia.
¡NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN O MUERTE!
COMANDO CENTRAL
EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL DE COLOMBIA
Montañas de Colombia
20 de enero de 2008
Siendo consecuentes con el ideario bolivariano, se busca la integración de los pueblos latinoamericanos en libertad, superando la devastación de la guerra. Los voceros gringos, la clase política colombiana y las expresiones del establecimiento se han pronunciado en contra, tratando de bloquear esta iniciativa.
La guerra en Colombia
Transcurrido más de medio siglo de esta confrontación militar, la clase dominante ha impuesto sus modelos económicos a sangre y fuego contra el pueblo.
A mediados del siglo pasado se implantó la industrialización del campo, con la expropiación de pequeños y medianos campesinos, mediante los “chulavitas” o paramilitares y parapoliciales de aquel momento. Ese proceso se realizó exacerbando la confrontación política y militar entre liberales y conservadores del pueblo, mientras sus gamonales firmaban un pacto de gobernabilidad para alternarse el gobierno.
Producto de ese exterminio estatal que cobró más de 300.000 víctimas y de ese pacto de exclusión política, surgen las guerrillas colombianas a mediados de la década del sesenta, como un acto de supervivencia y acudiendo al legítimo derecho de Rebelión que tienen los pueblos ante un régimen tiránico y genocida.
En las últimas tres décadas han impuesto el neoliberalismo y el modelo de guerra contrainsurgente, de acuerdo a los dictámenes imperialistas. La doctrina de la Seguridad Nacional y el Terrorismo de Estado se volvieron política oficial de los gobiernos, se inundó a Colombia de paramilitares y se implementó el narcotráfico como fuente de financiación de esta guerra sucia.
Esta última fase de la guerra ha ocasionado cientos de miles de muertos, más de 4 millones de desterrados, miles de desaparecidos y decenas de miles de encarcelados, por la sindicación de pertenecer o ser colaboradores de la Insurgencia.
Esa simbiosis de paramilitarismo, narcotráfico y una ideología neofascista para combatir la guerrilla, se apoderó de las ramas del poder público y las instituciones, hasta desmoronar el Estado social de derecho, degenerando en un Estado mafioso, genocida y terrorista, que necesita la guerra para perpetuarse en el poder.
Humanización, regulación y paz.
En estos 44 años de conflicto interno, las guerrillas colombianas, en particular el ELN, ha construido una estructura político-militar que irradia todo el país con capacidad operativa, acompañando las expresiones de las luchas sociales, con un mando centralizado, elegido democráticamente, con fundamento ideológico de dignificar la vida y la humanidad y con propuestas de transformaciones en favor de las mayorías.
De hecho, el ELN es una Fuerza Beligerante, que acoge el Derecho Internacional Humanitario, y el Derecho de la Haya; que ha planteando concertar una Solución política de paz y justicia social para superar el conflicto colombiano y desde la década del ochenta ha insistido llegar a acuerdos sobre la humanización de la guerra, para evitar la barbarie que adelanta el Estado colombiano y como insurgentes corregir errores cometidos.
El Plan Colombia y la Seguridad Democrática, son un mismo plan de guerra y ni al gobierno de Álvaro Uribe, ni al de George Bush les interesa acabar con el conflicto, sino que, adelantan la segunda fase del Plan Colombia para convertir al país en la principal potencia militar de la región, como punta de lanza para agredir los gobiernos democrático populares que confrontan el modelo neoliberal.
El conflicto colombiano no puede entenderse solo como la confrontación militar entre el Estado con sus paramilitares contra las guerrillas; sino que está determinado por factores económicos, políticos y sociales y gobernado por intereses imperialistas. Por tanto, la solución implica transformaciones estructurales y rebasa los límites nacionales.
En buena hora se dan las iniciativas venezolanas, porque la guerra ha llegado al colmo de la degradación y la bestialidad demostrada por las fuerzas armadas estatales y sus paramilitares, ahora llamados águilas negras. Llamamos a la comunidad internacional para que contribuya a poner límites éticos a la confrontación.
Es hora de concretar el acuerdo humanitario, que vaya más allá del intercambio de prisioneros y abarque la protección y alivio a las víctimas del conflicto interno. Para abrir el camino de la Solución Política, se debe iniciar con un acuerdo de regulación de la guerra, que limite el armamento y modalidades operativas utilizadas por las partes contendientes.
El ELN saluda la propuesta venezolana de darle reconocimiento de Fuerza Beligerante a las guerrillas colombianas y se dispone a trabajar para materializar esta iniciativa. Esperamos que la comunidad internacional se sume a este esfuerzo por la paz de Colombia.
¡NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN O MUERTE!
COMANDO CENTRAL
EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL DE COLOMBIA
Montañas de Colombia
20 de enero de 2008
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