Por: Soc. Kelly Josefina Pottella Guevara
La reciente intensificación de la confrontación entre Estados Unidos y la República Bolivariana de Venezuela ha trascendido el marco de un conflicto bilateral periférico, representando un caso de estudio urgente sobre la manifestación operativa de la Guerra Híbrida Globalizada. Este tira y afloja, marcado por movimientos coordinados en los ámbitos militar, económico y cibernético, ha transformado a Venezuela en el punto de apoyo a través del cual las grandes potencias buscan redefinir la hegemonía global, poniendo a prueba la integridad del orden internacional de posguerra.
La agresión observada en la coerción de Washington se sustenta doctrinalmente en la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de noviembre de 2025. Lejos de ser una táctica aislada, esta presión se articula como la ejecución de una estrategia de contención hemisférica bajo el principio de "América Primero", que exige el restablecimiento de la preeminencia estadounidense en la región. Esta imposición unilateral de un corolario de la Doctrina Monroe a un Estado soberano es percibida por los analistas como una amenaza directa a los principios fundamentales del liberalismo internacional, lo que supone una profunda perturbación de las normas que rigen la seguridad global.
El papel de Venezuela como pivote geopolítico es crucial. Su alineamiento con las potencias rivales estadounidenses no es solo una cuestión de afinidad ideológica, sino un vector estratégico para el contrapeso hegemónico. La persistencia de rutas financieras y de suministro para estos adversarios a través de Caracas demuestra una estrategia deliberada para penetrar la esfera de influencia estadounidense con costos mínimos, con el territorio venezolano funcionando como la fisura por la que la política de las grandes potencias ingresa al hemisferio occidental. Este alineamiento se sustenta en acuerdos concretos, como la integración parcial en sistemas de pago alternativos (como CIPS o SPFS) para las ventas de crudo y la transferencia de tecnología de vigilancia y ciberdefensa proporcionada por China y Rusia, elementos clave para el blindaje ciberfísico y la desdolarización.
La confrontación se ha convertido en una guerra instrumental, acorde con la estrategia militar moderna. La incautación de un cargamento de crudo venezolano (PDVSA), como la ocurrida en 2024 bajo la jurisdicción de los tribunales de Houston, forma parte de una sofisticada guerra marítima, que trasciende una sanción económica tradicional. La infraestructura legal y financiera global se utiliza como arma, generando una asfixia financiera selectiva. Si bien su objetivo es económico, operativamente representa un acto de guerra por otros medios. Esta instrumentalización de las finanzas y el derecho aumenta el riesgo de contagio económico, afectando a terceros países que, al interactuar con Venezuela, se convierten en daños colaterales en la búsqueda de la desestabilización sistémica.
La respuesta de los aliados de Venezuela subraya la naturaleza globalizada de la crisis. La Reciprocidad Asimétrica inmediata, manifestada en la confiscación de un petrolero en el Golfo de Omán, confirma que el conflicto en el Caribe no puede aislarse. Estos actos forman parte de un mecanismo de señalización estratégica: cualquier acción coercitiva de Washington genera una respuesta similar o mayor en otro momento crítico, lo que incrementa significativamente el costo estratégico de la política de contención.
A nivel militar, la escalada se consolida con la reorganización de las estructuras de mando estadounidenses bajo el Comando del Hemisferio Occidental (West-Hemcom). Esta unificación es un claro símbolo político-militar de la prioridad otorgada a la resolución de esta crisis regional. Sin embargo, esta concentración de activos ha incrementado significativamente la probabilidad de una escalada descontrolada. El reciente incidente de alto riesgo operacional que involucró a una aeronave comercial civil y un avión cisterna militar cerca del espacio aéreo venezolano es la prueba más tangible de que el margen de error técnico o táctico es mínimo, lo que podría desencadenar un conflicto involuntario.
Internamente, el Fortalecimiento Endógeno se basa no solo en la diversificación financiera, sino también en la centralización del control sobre los recursos petroleros y mineros, complementada con la articulación de una sólida unidad cívico-militar que actúa como pilar de la estabilidad política ante la máxima presión. Esto permite a Caracas concentrar sus recursos para la resistencia sistémica.
La perspectiva estratégica del gobierno venezolano es de máxima presión, con un salvavidas condicionado a la Realpolitik global de sus aliados. La vulnerabilidad reside en la naturaleza transaccional de este apoyo. Por lo tanto, la estrategia de supervivencia venezolana se centra en el Fortalecimiento Endógeno para generar resiliencia y ganar tiempo. El objetivo es posponer una Negociación Coercitiva Forzada hasta que se mitigue la presión política generada por el actual ciclo administrativo en Washington, buscando descapitalizar el "Triunfo Transaccional" que persigue Estados Unidos. Se vislumbran dos escenarios: Escenario A (Ruptura): una caída crítica de los precios del petróleo o una fisura interna en la unidad cívico-militar podría precipitar la Negociación Coercitiva. Escenario B (Resiliencia): el éxito en la desdolarización global o un cambio menos intervencionista en la política exterior de la próxima administración estadounidense permitiría a Caracas salir fortalecida del asedio.
La combinación de concentración militar, el uso de herramientas legales y financieras como armas, y la confirmación de la Reciprocidad Asimétrica, convierte la tensión en el Caribe en un foco de inestabilidad global que exige una reevaluación urgente de la estabilidad hemisférica. Sin embargo, la complejidad de esta guerra de instrumentos y la contracción económica resultante impactan desproporcionadamente al ciudadano venezolano común, limitando el acceso a bienes esenciales y profundizando la crisis humanitaria interna, un costo que a menudo se omite en los cálculos geopolíticos.




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