martes, 15 de abril de 2025

USA: una nación construida sobre los huesos de los migrantes

 



Un país que es una factoría de explotación donde el eslogan del “sueño americano” ha servido como papel tapiz para esconder las paredes ensangrentadas del capitalismo más brutal. Y no es una metáfora. En cada etapa de su “gloriosa” expansión, los huesos migrantes han sido cemento para sus avenidas, carne para sus máquinas y sudor para sus dividendos.

Primera ola: esclavitud con branding “libertad”

La historia comienza con una ironía espesa como melaza: mientras los Padres Fundadores firmaban la independencia hablando de libertad, millones de africanos eran arrancados de sus tierras, convertidos en mercancía y etiquetados como “propiedad con patas”. Entre 1501 y 1867, 12.5 millones de personas fueron secuestradasDos millones murieron antes de siquiera llegar al show de horrores que llamaban plantación. Y sí, Estados Unidos fue “grande” gracias a eso: el 50% del PIB en 1860 provenía de las plantaciones esclavistas.

¿Wall Street? Edificado con algodón y cadáveres. El 75% de las inversiones industriales del norte se financiaron con el algodón sureño. Bancos como Lehman Brothers o Bank of America nacieron gracias al tráfico de esclavos. Si algún CEO de Silicon Valley está leyendo esto mientras se limpia con billetes de cien, que sepa que ese lujo empezó con látigos y grilletes.

Segunda ola: los europeos “blancos”, pero no tanto

Luego vinieron los europeos: millones de irlandeses famélicos escapando de una hambruna diseñada por el Imperio británico, italianos huyendo de unificación monetaria que convirtió a los campesinos en mendigos, y judíos que escapaban de pogromos rusos solo para morir atrapados en fábricas estadounidenses.

Entre 1840 y 1924, llegaron más de 30 millones de europeos. Pero que no te vendan el cuento rosa del inmigrante que llegó con una maleta y construyó un imperio. Solo el 15% ascendió a clase media. El resto murió triturado en la maquinaria industrial. Las 146 costureras (judías e italianas) que ardieron vivas en la fábrica Triangle Shirtwaist en 1911 no aparecen en las películas de Spielberg.

Mientras tanto, Estados Unidos mostraba su lado más refinado del racismo: la Ley de Exclusión China de 1882 fue el primer paso hacia el apartheid laboral. A los asiáticos se les reservaba lo peor: minas, ferrocarriles, salarios miserables. Así nacía el modelo neoliberal con esteroides raciales.

Tercera ola: necropolítica neoliberal, o cómo matar sin disparar

Del 1965 hasta hoy, la migración hacia EE.UU. no ha cesado, solo ha mutado de forma. Con el TLCAN destruyendo 2 millones de empleos agrícolas en México, millones cruzaron la frontera con la esperanza de algo más que hambre. Hoy hay más de 46 millones de migrantes en EE.UU. El 73% de los trabajadores agrícolas son migrantes indocumentados, ganando hasta 40% menos por el mismo trabajo.

Pero los horrores no terminan en los campos de fresas donde los trabajadores beben agua con arsénico para no ir al baño. También están en los niños rociados con pesticidas, en los contratos H2-A que prohíben sindicalizarse, en los “dreamers” que pagan impuestos pero no reciben beneficios, y en los $25 mil millones anuales que gasta ICE para encarcelar a gente cuyo crimen fue buscar sobrevivir.

ICE gasta $8,000 diarios por detenido, mientras una escuela pública apenas recibe $158 por estudiante. ¿Quién dijo que las prioridades estaban claras?

Contribuciones invisibles

¿Quién mantiene a flote el sistema de salud? Migrantes: el 28% de los médicos y el 38% de las enfermeras son extranjeros. ¿Quién cosecha la comida? Migrantes: el 85% de la producción agrícola en California depende de trabajadores oaxaqueños. ¿Quién financia el sistema de pensiones? Migrantes jóvenes, con salarios bajos, pero constancia de trabajo.

Y sin embargo, son tratados como basura desechable. De los 5.6 millones de mexicanos indocumentados, la mayoría vive con el miedo de ser deportado por tener una luz trasera rota o por trabajar en una empacadora vigilada por ICE.

La frontera como campo de guerra poscolonial

¿Sabías que el presupuesto de “seguridad” fronteriza creció 1.200% entre 1993 y 2023? ¿Que las muertes en el desierto aumentaron 300% desde la militarización noventera? ¿Que el 85% de los deportados bajo Obama no tenían antecedentes penales?

Esto no es seguridad. Es guerra. Guerra de baja intensidad contra el Sur Global, guerra contra los pobres, guerra contra los que huyen de los mismos tratados y políticas impuestas por el Imperio que los recibe a balazos legales.

Bonus track: Venezolanos, del sueño al calabozo

Y como si el espectáculo imperial no tuviera suficientes actos, con la llegada de donald Trump se estrenó una nueva función en el circo de la necropolítica migratoria: el secuestro de migrantes venezolanos por parte de autoridades estadounidenses. Sin juicio, sin fiscalía, sin derecho a defensa —ni siquiera un mugroso papel firmado—, venezolanos están siendo detenidos arbitrariamente y trasladados a cárceles antiterroristas en El Salvador, una especie de Guantánamo centroamericano en tiempos de “paz”.

¿Su crimen? Haber escapado de sanciones, bloqueos, hiperinflación inducida y persecución política que ellos mismos (los gringos) alimentaron durante una década. Mientras se llenan la boca hablando de derechos humanos y democracia, Washington exporta a venezolanos sin juicio a prisiones diseñadas para narcos y yihadistas. La nueva versión del “sueño americano” ya no es el lavado de platos en Miami, sino la celda sin nombre en Centroamérica, bajo la mirada cómplice de un régimen títere.

El show del “sueño americano”

La narrativa del “self-made man” no es más que la versión capitalista de la fábula de Cenicienta. Un mito vendido en Hollywood mientras en la realidad, USA se erige como una maquinaria de absorción, extracción y descarte. “Land of the free”? Solo si tienes papeles, piel clara, y un apellido anglosajón. Lo demás es descartable, explotable, y finalmente, deportable.

Epílogo: una lápida en forma de bandera

Cada vez que veas la estatua de la libertad, recuerda que no es una bienvenida. Es una lápida. Debajo de ella, hay millones de historias enterradas: africanos sin nombre, europeos sin tumba, latinoamericanos desaparecidos en el desierto, asiáticos enterrados en las minas.

Estados Unidos no se hizo “a pesar” de los migrantes. Se hizo gracias a su sangre, su sudor y su muerte silenciosa. Esa es la verdadera historia. La que no enseñan en Harvard. La que no cabe en los discursos del 4 de julio. La que los huesos migrantes, esos que aún crujen bajo las ruedas del progreso, siguen gritando.

Gustavo Villapol

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