El título de esta nota está escrito en caribano, el idioma que hablaban Guaicaipuro y su gente. Traducido al español: la lengua dormida que despierta. No es un poema (aunque puede serlo), es una noticia. Esteban Emilio Mosonyi les está enseñando ahora mismo esa lengua a criollos y a gente de pueblos originarios
Adriana Rodríguez / Fotos Abraxas Iribarren
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Un espléndido acontecimiento ha tomado la Quinta Micomicona por asalto. “Tras las huellas de la Nación Caribana”, una grandiosa propuesta, conducida nada más y nada menos que por el gran sabio de las lenguas y pueblos indígenas en Venezuela, Esteban Emilio Mosonyi, promotor de la educación intercultural bilingüe, quien de la mano del Centro de Estudios de Pueblos y Culturas Indígenas (CEPCI) de la UBV y gracias a todo el apoyo del Centro de la Diversidad Cultural, dirige en estos momentos diez sesiones magistrales de caribano, curso certificado por el CEPCI y bendecidas por la gracia sagrada de nuestros ancestros.
El profesor Mosonyi, con la más pura de las algarabías y el temple propio de los héroes, se ha decidido a una batalla sin descanso por revivir del ostracismo la lengua caribana, aplicando un método propio llamado Taller Antropolingüístico de Activación Inmediata (TAAI). A este sueño se ha sumado un grupo de compañeros provenientes de diversos pueblos indígenas, como es el caso de la Cacica de El Tejar, Milagros Yaguaramay; Mildred de Goitia, esposa del Cacique de San Francisco; Maribel Caguana (kumanagoto), Alci Hernández (waikerí) y Fran Morales (tomuza), quienes solemnes han decidido convertirse en difusores activos del caribano.
También participan en el taller el orfebre Julio Mota, el administrador César Quintero, la joven cineasta María Gabriela Morales, entre otros, comprometidos en replicar esta experiencia en los espacios donde hacen vida. De igual forma, la sistematización de este proceso la asiste gratamente la investigadora Joanna Cadenas, quien se inscribe alegre dentro de este taller como parte del proyecto que, junto al Profesor Mosonyi y al Profesor Maury Márquez, ejecutan en torno a este método de enseñanza.
Caribe somos
Resulta que Venezuela es el país con la mayor cantidad de lenguas caribe. Históricamente, el caribano se extendía desde Borburata en el actual estado Carabobo hasta Monagas y Nueva Esparta, pasando por la región capitalina, Miranda, Anzoátegui, y otras. Tenía algunas variantes: karaka, teke, kirikire, mariche, waikerí, kumanagoto, chayma y tomuza; esta última es una variante afrocaribeña. De modo que el caribano es una lengua policéntrica.
Sucede de manera similar con los hispanohablantes, quienes logramos comunicarnos aún cuando existen diversas variantes que enriquecen lingüísticamente el idioma. Para quien no lo sepa, el idioma caribano es nuestro idioma verdaderamente antiguo, perteneciente a la familia de las lenguas caribe, así como existen también el kariña, el mapoyo, apaguayo o el yek’uana, y así más de una decena. A esto se agrega que el caribano es la lengua hablada por el gran Cacique Guaicaipuro.
Aunque en Venezuela contamos al menos con cincuenta variedades lingüísticas, entre ellas es posible distinguir algunas que el profesor Mosonyi han nombrado como “lenguas dormidas”, refiriéndose a aquellas consideradas semi-extintas, producto generalmente de choques culturales con fuerzas de dominación o catástrofes climáticas.
Una lengua muere cuando se pierde todo documento escrito u oral, cuando no se logra ubicar un semi-hablante, cuando ya no queda siquiera huella de ese idioma. Pero en el caso del caribano no es correcto hablar de una lengua muerta, en tanto existen, por ejemplo, descripciones de los primeros misioneros del siglo XVI y XVII, y se han recogido y escrito gramáticas, vocabularios, gracias al trabajo acucioso y a la preocupación de estudiosos como Pipo Álvarez, Marie Claude Mattéi- Müller, Horacio Biord, Omar González, Lisandro Alvarado, entre otros.
El hombre de los múltiples idiomas
“Como migrante he visto que las diversidades, las diferencias culturales, lejos de causar problemas o incomprensión, en su mejor forma enriquecen el universo humano”, reflexiona Esteban Emilio Mosonyi. “Y los idiomas indígenas tienen gran riqueza con su vocabulario, su gramática; en las maneras como esas expresiones nos transportan hacia espiritualidades, hacia cosas incógnitas para nosotros”.
Nacido en Budapest el 14 de marzo de 1939, Mosonyi emigró de su natal Hungría cuando tenía entre siete u ocho años, después de los acontecimientos de la II Guerra Mundial: “a esa edad me simpatizaban las diferencias, las culturas, las lenguas, aunque me angustiaban los odios suscitados especialmente por las grandes potencias y la pobreza. Con mi familia estuve preso en Eslovaquia cuando niño y en un campamento de refugiados en Austria. Venezuela en ese momento tenía una política migratoria amigable a los europeos. En total llegamos cuatro personas de mi familia, luchando por la vida: papá, mamá y mi hermanito –refiriéndose a Jorge Carlos Mosonyi, otro destacado antropólogo y lingüista-. Viajamos en el barco General Langfitt desde el norte de Alemania hasta Puerto Cabello”.
A los diez años Mosonyi adquirió la gramática warao del capuchino español Bonifacio de Olea, que compró en la librería “Viejo y raro”, ubicada cerca de su casa en la avenida Casanova. Esa fue la primera lengua que Mosonyi se dedicó a aprender. A la pregunta de cuántas lenguas habla, el profesor comentó que puede mantener alguna conversación interesante con hablantes de diez lenguas indígenas, y agrega: “pero si me empeño un poco más y me siento en mi casa a repasar, puedo aumentar ese número eventualmente hasta veinte”.
Esteban Emilio es Licenciado en Letras y Antropología por la Universidad Central de Venezuela, donde posteriormente egresaría como Doctor en Antropología y en donde trabajó como profesor titular. Participó en la fundación de la Sociedad Venezolana de Antropología Aplicada y ha producido libros y artículos en torno al menos a doce lenguas, entre los que podemos mencionar: el “Alfabeto de las lenguas indígenas”, propuesta formulada junto a su hermano Jorge Carlos Monsonyi; “Morfología del verbo yaruro”, “Las lenguas indígenas del Río Negro: posibilidades de recuperación y revitalización”, el “Manual de Lenguas indígenas de Venezuela”, y la “Caracterización del sistema sonoro de las lenguas indígenas venezolanas guajibo, guajiro, kari’ña, pemón, warao, yanomami, yaruro, yek’uana, yukpa, y presentación de los alfabetos correspondientes”, entre otros trabajos de gran valor.
Mosonyi fue galardonado con el Premio Nacional de Cultura en 1999. En el 2019, la Academia Venezolana de la lengua le otorgó el Premio Andrés Bello, y en junio de 2022 la UNAM le concedió el Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales.
TAAI para democratizar las lenguas
“Hay que democratizar la idea de saber hablar una lengua”, dice el profesor. “La lingüística y la antropolinguística deben democratizarse, porque la cultura que no sea capaz de convertirse en cultura popular queda a la orden o usanza de una pequeña minoría, y entonces el resto de la población queda excluida, llegando a creer que eso no existe, o en todo caso que no tiene validez”.
Hasta ahora se ha creído que estudiar una lengua parte de profundizar en la gramática, estudiar fonología seis meses, dedicarle al menos tres o cuatro años de clases, pasar una serie de pruebas, y finalmente a los cinco o diez años unos especialistas establecen entonces si la persona habla o no el idioma. Este esquema limita el aprendizaje de las lenguas tan sólo a algunos grupos sociales privilegiados.
El curso de caribano del profesor Mosonyi pretende satisfacer las exigencias populares, de modo que al paso de unos meses dispongamos de al menos mil hablantes de caribano para poder oficializar esta lengua en el país. “El caribano es una lengua bellísima, con una fonología que se pierde de vista, con una gran hermosura musical, pero por lo general ha sido visto como un objeto al alcance de unos científicos sin mayor difusión al conjunto de la sociedad”.
El Taller Antropolingüístico de Activación Inmediata pretende enseñar la lengua en sí. El método consiste en que, desde el primer momento, las palabras y oraciones que se presentan se dan en el contexto de una pequeña conversación, generando un intercambio de ideas entre los cursantes. Se explica todo lo que esto tenga de fonológico y gramatical para hablar correctamente, sin esperar años. Lo cierto es que con el método tradicional es imposible despertar una lengua que ha estado 200 años dormida.
“En este momento, con los estudiantes de caribano con quienes ahora me reúno, sabiendo expresar diez o veinte oraciones en una conversación, yo los veo ya de una manera u otra como hablantes, con la capacidad de aumentar ese conocimiento a hablantes a cabalidad y hacerle honor al idioma, respetando su estética y la profundidad de los conceptos”. De modo que, si se conoce lo básico de un vocabulario, una parte de la gramática, traducir una cantidad de expresiones, con eso el practicante o aprendiz puede considerarse como inscrito en la lista de posibles hablantes, aunque sea saludando y diciendo otras cosas básicas en un principio.
En todo caso, en cuanto a las proyecciones y expectativas de este taller, Monsonyi menciona: “espero que los actuales Kumanagotos, Chaymas, descendientes de los Tekes, de los Karakas, realmente se sientan suficientemente dueños de su lengua, pero así también los venezolanos en general, porque no sólo se trata de revitalizar una lengua, sino también una identidad y una cultura”.
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