¿Algún alma caritativa que nos informe por qué nunca hay luz en Playa Verde?
A nadie más que a los pocos cientos de personas que habitamos en Playa Verde, estado La Guaira, le debe importar el asunto que trataremos hoy, pero a veces hay que dejar de hablar del mundo para centrarse en la aldea propia. Por lo tanto, que sirvan estas líneas —poco originales, seguramente— como desahogo y, también, como la cuota de deber periodístico con mi comunidad.
Son las diez de la noche del domingo 22 de septiembre. Mientras escribo (usando mis dispositivos con la poca batería que les queda), se va la luz por quinta —léase, quinta— vez en el día. El cuarto corte fue de los breves: dos horas. No sabemos qué esperar de este último, a excepción de la certeza de que no será el último. El miércoles 18 duró diez horas (toda la noche) y, después de una corta reconexión, volvió a irse del mediodía hasta la noche del jueves. El viernes, la gracia fue de ocho de la mañana a cinco de la tarde. El sábado, again. Ya ni recuerdo las horas. Esta semana han sido demasiadas, pero el asunto viene ocurriendo hace meses.
Más allá del hecho de que se comprenden varios de los factores generales que inciden en las dificultades que tiene el sistema eléctrico nacional, y de que hay mucha paciencia al respecto, también es cierto que las comunidades que sufren cortes continuos y constantes merecen, mínimamente, algún tipo de explicación. Una vocería autorizada y no el silencio irrespetuoso que genera —además de molestias— rumores que solo hacen más grande la ola de desinformación generalizada en la que vivimos con respecto a todo lo referido a los servicios públicos.
Este sector es pequeño, pero está al lado del principal aeropuerto del país. Es, además, un área turística muy visitada por sus playas y una célebre arepera. También es el hogar de personas, cientos de personas que tienen que ir a trabajar sin haber dormido bien, porque es imposible con el calor agobiante, porque los niños se quejan, porque la comida se pudre y porque los artefactos eléctricos se dañan. Es muy, pero muy difícil soportar estas condiciones tanto tiempo seguido. Imaginamos —porque nadie nos informa de nada— que es una falla importante, pero que, al afectar a un sector relativamente chico, pasa por bola, no se repara definitivamente, o vaya usted a saber. Como dije antes, el silencio solo genera ansiedad y especulación. Por decir lo menos.
En las dificultades, se ha demostrado paciencia y resiliencia; sin embargo, eso no significa que damos carta blanca a las autoridades para que nos dejen en la oscuridad, la simbólica y la física. Para entender y sostener es necesario saber, contar con la luz del conocimiento. Como nos enseñaron en la escuela, citando al Libertador: "Moral y luces son nuestras primeras necesidades".
Mariel Carrillo García
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