Publicado: 08/08/2024 11:06 AM
En la última semana, la derecha latinoamericana (incluyo en el grupo a los sectores "autodenominados" progresistas) ha seguido con su vieja tradición de estar a destiempo con los procesos globales.
Esta vez ha vuelto a ser la primera línea de Washington en un intento de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, pretendiendo nombrar a un 'Guiadó 2.0'. Como dijo Marx, retomando la frase de Hegel, la historia se repite dos veces, una vez como tragedia y otra, como farsa.
La diferencia es que el mundo de cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino y fue reconocido por numerosos países cambió para siempre. Hoy vivimos en un, aún joven, mundo multipolar donde los países más pequeños y vulnerables a la hegemonía occidental tienen más opciones de desarrollarse.
El gobierno venezolano ha sido uno de los que ha sabido entender los cambios y adaptarse a ellos. Por ello, los resultados frente a la intentona golpista de este año están siendo tan diferentes.
La tragedia de Venezuela
Desde 2014, se viene aplicando en Venezuela el guion de las revoluciones de color, que se usa también en otras partes del mundo como Ucrania o Hong Kong.
Consiste en la misma dinámica: a raíz de un hecho problemático en la sociedad (en este caso, los resultados electorales), provocan protestas violentas. Si tienen éxito en derrocar al gobierno, se habla de éxito democrático. Si son reprimidas, se acusa a los gobiernos de violar los derechos humanos y le aplican sanciones coercitivas unilaterales.
Sanciones
Venezuela está en el segundo caso EEUU aplicó las primeras sanciones contra las autoridades de ese país en 2014. Al año siguiente, el gobierno estadounidense clasificó al país suramericano como una amenaza a su seguridad nacional, lo que colocó a la economía venezolana en situación de vulnerabilidad. Esto fue un golpe al sector privado y afectó la calificación de crédito de la nación. La efectividad de las sanciones solo fue posible debido a la dependencia del dólar.
Luego, aún en el gobierno de Barack Obama, se firmó la Orden Ejecutiva de Venezuela, que ha sido renovada y extendida cada año por los sucesivos presidentes de EEUU.
Donald Trump las llevó a un nuevo nivel, incluyendo sanciones directas a PDVSA, bloqueando sus transacciones y el acceso al mercado financiero estadounidense. En 2019 aplicó un embargo total sobre lo economía, como lo llevan haciendo desde la década del sesenta con Cuba. Además, se llevó a cabo el "Plan Guiadó" y el consecuente robo de activos venezolanos.
La lista continúa y se pueden encontrar en documentos oficiales estadounidenses, ya que pareciera que se enorgullecen de sus acciones. Lo importante es entender sus consecuencias.
En 2021, Alena Douhan, relatora especial de la ONU sobre los impactos negativos de las mediadas coercitivas unilaterales, explicó que el gobierno venezolano estaba sobreviviendo con el 1 % de su presupuesto de antes de las sanciones.
Algunos argumentan que la crisis venezolana empezó antes, lo cual es engañoso. La crisis existía, pero como el investigador Francisco Rodríguez ha explicado, las sanciones convirtieron una crisis cíclica en una humanitaria. En 2019, el mismo Rodríguez declaró a The New York Times que temía que la aplicación de las sanciones anunciadas ese año pudieran resultar en una hambruna para el país.
La consecuencia más obvia fue el fenómeno migratorio. Recientemente, el mismo The Washington Post publicó que se le advirtió al entonces presidente Donald Trump que las sanciones podrían empujar la salida de muchos venezolanos de su país, justo lo contrario a lo que él había prometido a sus votantes.
Aun así, se aplicaron. Muy probablemente apostaron por que un porcentaje muy pequeño de esas personas –afectadas por una crisis que Washington agravó a su punto máximo– llegaría a las puertas de EEUU, y que la mayoría quedaría regada por países de la región sin ninguna capacidad de asimilarlos, como sucedió.
La lucha de Venezuela por su soberanía y por un mundo multipolar
Por el accionar del extinto Grupo de Lima, Venezuela fue asediada diplomáticamente por buena parte de Sudamérica y parte de Centroamérica, mientras luchaba su propia 'Guerra económica' a lo interno, azuzada por las sanciones punitivas de EEUU y la Unión Europea (UE). Por ello, el Ejecutivo venezolano empezó a buscar a socios a nivel global.
Venezuela tiene una larga tradición multipolar. Hugo Chávez fue un visionario cuando dijo, en 1998, que el siglo XXI sería multipolar. Por ello, el chavismo siempre apostó por la integración regional para que fuese uno de los bloques del nuevo mundo y fortaleció vínculos con otros países alrededor del globo. Maduro apostó por fortalecer el camino que trazó Chávez, manteniendo vínculos fuertes con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y priorizando las relaciones con sus socios globales.
En estos años, Venezuela fortaleció su relación con Rusia. También se establecieron relaciones comerciales con países como Turquía, Siria y, sobre todo, con Irán.
Probablemente, el éxito diplomático más importante se dio durante la visita a China de Maduro en 2023. El mandatario venezolano viajó por cuatro ciudades chinas, donde tuvo encuentros importantes con autoridades y empresarios. En Pekín se reunió con el presidente Xi Jinping y se decidió elevar el vínculo diplomático a "asociación estratégica a toda prueba y a todo tiempo", el segundo nivel más importante en la diplomacia china.
En paralelo a los logros diplomáticos, el gobierno venezolano aceleró las reformas estructurales de la economía para cortar la dependencia del exterior. Hoy Venezuela produce casi la totalidad de alimentos que consume.
Asimismo, en agosto de 2023, se aprobó la creación de zonas económicas especiales para la diversificación de cadenas productivas. Mientras que los avances en la desdolarización permitirán al país abrirse a más mercados internacionales. Es un proceso muy reciente que apuesta por la soberanía.
Como resultado, Venezuela lleva 11 trimestres de crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que, este año, tendrá un crecimiento de 4%, el más alto de la región. La economía venezolana se empieza a recuperar, sin depender del petróleo, y esta vez, EEUU no tendrá posibilidad de sancionarla.
Asimismo, las alianzas diplomáticas fortalecidas en los últimos años respaldan al país. Inmediatamente después de las elecciones, China, Rusia e Irán, los tres pilares del mundo multipolar, reconocieron la elección de Maduro. Venezuela se ha convertido en un aliado clave en la región y no van a permitir que colapse.
Maduro responde a la farsa
La primera reacción de Maduro ante la evidente injerencia externa luego de las elecciones fue retirar a los diplomáticos de siete países latinoamericanos y expulsar a los representantes de esos países de Venezuela. El mensaje fue claro: no los necesitamos.
En la más reciente reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tuvo lugar el 31 de julio, no se alcanzaron los votos para la resolución que daba órdenes a Venezuela, que no forma parte de la organización, en materia electoral. Luego, Perú, liderando la insania colectiva, reconoció a Edmundo González como presidente electo. Por lo cual, Venezuela formalizó la ruptura de relaciones.
EEUU también siguió el camino de Perú, pero cuando Maduro dijo que entregaría derechos de explotación de petróleo y gas a los países del bloque BRICS, inmediatamente recularon desde Washington. Para sorpresa de todos, Manuel Adorni, vocero de la presidencia argentina, anunció que su país también esperaba cauteloso los resultados, desdiciendo lo publicado por Javier Milei en redes sociales.
Mientras tanto, países como Colombia, Brasil y México han tomado decisiones más cautelosas. Los dos primeros han dicho que esperan resultados finales; mientras que México ha indicado que respeta el principio de no intromisión en asuntos internos de otros países.
Este intento de un Guaidó 2.0 ha dejado a la región dividida entre países que entienden cómo funciona el mundo y aquellos que se quedaron en el pasado. El gobierno venezolano ha cosechado los frutos de su trabajo diplomático de los últimos años y, por ahora, ha desarticulado a la derecha.
La encrucijada de la derecha latinoamericana
Cabe preguntarse cómo se ha naturalizado que mandatarios se sientan envalentonados para interferir en asuntos internos de otros países y además recibir el respaldo de la población.
Más de uno me transmitió la misma idea por redes sociales: estás lejos, no tienes que lidiar con el fenómeno migratorio.
Efectivamente, cuando salí de Perú, la coyuntura migratoria era bastante reciente. Recuerdo que en los medios hablaban de "refugiados venezolanos" que huían de la "dictadura venezolana". Me sonaba raro que no mencionaran las sanciones coercitivas.
Al parecer, tanto mentir por casi seis años, logró que algo se convirtiera en verdad. Se ha creado la percepción de que los venezolanos que decidieron salir de su país son víctimas de una "malvada dictadura", y no migrantes económicos que huyeron producto de las sanciones.
Por ello, en su mentalidad, si Maduro sale del poder, los migrantes regresarán a Venezuela y se acabarán los problemas. De ahí que las personas de a pie en otros países de la región sientan el proceso electoral venezolano como propio y aplaudan a sus mandatarios. El problema es que jugaron con ellos.
Antes de las sanciones, Venezuela tenía una crisis cíclica, muy común en una región exportadora de materias primas y dependiente del mercado internacional. Otrora, países de la región pasaron por lo mismo, millones también tuvieron que migrar y, por cierto, muchos de ellos se asentaron en Venezuela.
La solución a la crisis migratoria siempre ha sido abogar por terminar las sanciones y dejar que Venezuela siga su camino independiente. Los gobernantes de la época no quisieron y provocaron la crisis actual, con ayuda de los medios corporativos. Supongo que un potencial éxito del chavismo significaba un riesgo para ellos.
Hasta el momento, la falta de visión de la derecha latinoamericana la ha dejado aislada y varios problemas sin solución a la vista, sobre todo en materia migratoria, porque se han cortado los vínculos con Venezuela.
Ahora les quedan dos opciones. O mantener la farsa por más tiempo, o crecer políticamente, reconocer el proceso venezolano y sentarse con Maduro a la mesa para encontrar salidas diplomáticas a problemas comunes.
Y, tal vez, podrían empezar a trabajar por una integración real de la región, más allá de quién sea el gobierno de turno.
RUSIA TODAY/REDACCIÓN MAZO
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