Estamos conscientes de que hoy el mundo vive una guerra mundial
desatada por el Estado Liberal Burgués que, ante la caída inminente de
su modelo societal de barbarie, se vio obligado a resetearlo para
imponer un nuevo orden mundial recurriendo al arma letal bioterrorista
del coronavirus y así destruir a su principal enemigo económico como lo
es China y que hoy, cual Frankenstein, se le escapó de su control.
Para Estados Unidos era indispensable acabar con la ruta de la seda
que se inicia en China, pasa por Irán y culmina en Italia. Tres de los
países donde el virus ha sembrado su horror. ¿Qué falló? Estados Unidos
no contó con los adelantos científicos médicos chinos y mucho menos con
los cubanos. Ya antes había bloqueado a Rusia y la patria de Lenin le
demostró al mundo que sin las finanzas perversas del imperio es posible
vivir con dignidad. El 12 de marzo de 2020, Anthony Fauci, máxima
autoridad en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, sentenció: “el
Sistema fracasó”.
Nicolás Maduro, al enterarse de la llegada al país de dos portadores del virus los días 5 y 8 de marzo de 2020 en un vuelo de Iberia puso en cuarentena social al país con una celeridad maternal. Inmediatamente se unió a Rusia, China, Irán, Siria, Norcorea, Nicaragua y Cuba para solicitar ante la ONU el levantamiento total de las medidas coercitivas ilegales de Estados Unidos contra nuestros pueblos.
Luego puso en jaque al Fondo Monetario Internacional solicitándole tácticamente un préstamo: si se lo otorgaban lo reconocían como presidente y si se lo negaban, el FMI quedaba como el malo de la película por no ayudar a vencer la pandemia. Después desarticula una acción paramilitar en el norte de Colombia lo que hizo que Trump y su fiscal general William Barr perdieran los estribos poniéndoles, cuales sheriff de películas del oeste, precio a las cabezas de la vanguardia política venezolana. Los dueños de las grandes transnacionales, dice Simón Rodríguez, padecen “la enfermedad del siglo: una sed insaciable de riqueza”.
El Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela ha enaltecido el gentilicio venezolano promoviendo la Patria Comunal como modelo civilizatorio alterno a la barbarie propia del neoliberalismo y ha demostrado un manejo trascendental de la guerra y la política para lograr un objetivo definitivo, hacer humana la humanidad, porque, como dice Simón Rodríguez, “vinimos al mundo a entreayudarnos, no a entredestruirnos”.
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Nicolás Maduro, al enterarse de la llegada al país de dos portadores del virus los días 5 y 8 de marzo de 2020 en un vuelo de Iberia puso en cuarentena social al país con una celeridad maternal. Inmediatamente se unió a Rusia, China, Irán, Siria, Norcorea, Nicaragua y Cuba para solicitar ante la ONU el levantamiento total de las medidas coercitivas ilegales de Estados Unidos contra nuestros pueblos.
Luego puso en jaque al Fondo Monetario Internacional solicitándole tácticamente un préstamo: si se lo otorgaban lo reconocían como presidente y si se lo negaban, el FMI quedaba como el malo de la película por no ayudar a vencer la pandemia. Después desarticula una acción paramilitar en el norte de Colombia lo que hizo que Trump y su fiscal general William Barr perdieran los estribos poniéndoles, cuales sheriff de películas del oeste, precio a las cabezas de la vanguardia política venezolana. Los dueños de las grandes transnacionales, dice Simón Rodríguez, padecen “la enfermedad del siglo: una sed insaciable de riqueza”.
El Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela ha enaltecido el gentilicio venezolano promoviendo la Patria Comunal como modelo civilizatorio alterno a la barbarie propia del neoliberalismo y ha demostrado un manejo trascendental de la guerra y la política para lograr un objetivo definitivo, hacer humana la humanidad, porque, como dice Simón Rodríguez, “vinimos al mundo a entreayudarnos, no a entredestruirnos”.



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