Aurora Lacueva
Hace poco una gran amiga me envió un interesante artículo del diario inglés The Guardian, donde el periodista George Monbiot explica que antes rechazaba al capitalismo “corporativo” y al capitalismo “de amigotes”, pero hoy entiende que todo capitalismo, no importa su apellido, encierra enormes peligros para la existencia humana y, en general, para la vida sobre la Tierra.
El autor destaca que la amenaza del capitalismo radica en dos de sus características básicas: la primera es que es un sistema que requiere del crecimiento perpetuo, pues el capital no puede mantenerse estático sino que debe acumularse y multiplicarse sin fin. De lo contrario el sistema se derrumba. El periodista no se equivoca cuando alerta: “El crecimiento perpetuo en un planeta finito conduce inexorablemente a la catástrofe ambiental”. Hacia allá vamos si no somos capaces, como humanidad, de construir nuevos caminos para producir, distribuir y consumir, que nos ofrezcan una vida amena a todas y todos, sin lujos y sin dispendio, cómoda y prudente.
La segunda característica que menciona el autor es el supuesto de que una persona tiene derecho a una porción tan grande de las riquezas naturales de la Tierra como su fortuna le permita comprar. Esta captura de los bienes comunes trae violencia, cercena los derechos de otros, llevando a muchos a la miseria, y expande el poder económico hacia el político, pues quien controla recursos naturales esenciales controla las relaciones sociales que los rodean.
No es cuestión de volver al feudalismo ni al socialismo estatal, de tipo soviético, explica el articulista. Él piensa que la alternativa está por definir, pero que hay ya propuestas relevantes, como la de la civilización ecológica de Jeremy Lent, el modelo de economía “tipo rosquilla” de Kate Raworth y el pensamiento ambientalista de Raj Patel, entre otros.
En la Venezuela actual pareciera que los peligros del crecimiento económico no nos tocan, pues –al contrario- nuestro problema es que estamos decreciendo en exceso, con consecuencias de pobreza y retroceso cultural. Pero en esta situación existe el gran riesgo de intentar resolver apelando a la explotación desenfrenada de la Naturaleza, como pasa en el Arco Minero. O cayendo en manos del capitalismo internacional más voraz.Share on facebookShare on twitterShare on whatsapShare on email
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