Por: Jessica Dos Santos Jardim
El sábado pasado, estaba limpiando la casa durante la “veintiúnica” hora de agua que he tenido en semanas, el televisor estaba encendido, en “mute”, mientras yo tarareaba las canciones de mi viejo reproductor. De reojo vi como un segmento del noticiero pasaba a un candidato presidencial tras otro, mientras Mon Laferte y yo cantábamos a todo pulmón: “…no me vas a convencer de que ahora sí todo va a estar bien…”
Entonces, me detuve a pensar en la bipolaridad de mis últimas semanas: con un panorama laboral donde reinan las campañas políticas de cinco candidatos, pero un escenario callejero donde nadie habla de las elecciones pese a los poquitos días que faltan para definir los años por venir.
Sin embargo, ambos escenarios confluyen cuando me detengo a pensar lo único que considero seguro: No habrá ningún cambio mágico e inmediato tras los comicios. El 21 de mayo las cosas no van a ser distintas, ni el 22, ni el 23, ni el 24, sin importar el sinfín de ofertas engañosas que formulen los candidatos.
Por eso, en medio de esta mezcla de apatía y falsa paz, una se pregunta si ¿la crisis económica dejará sin invitados a la “fiesta electoral” o si nuevamente el pueblo venezolano dará una sorpresa? Pero, las más importantes interrogantes no consiguen cómo interpelar a los aspirantes a la presidencia:
El candidato y presidente a la reelección, Nicolás Maduro, afirma que él “ya no es un novato” sino “un hombre, experimentado, enérgico”. No obstante, insiste en “darle un premio” a quienes vayan a votar… como si no hubiese aprendido nada de la repartidera de cosas (y ¿qué será de la vida de aquellos taxis?) en diciembre del 2015.
Pero, además, nos pide “paciencia” y nos jura que “nos vengaremos (de la guerra económica) con el voto”, pero aclara que no puede ser solo con tu voto ni con el mío, sino que debemos darle 10 millones de votos para que le ponga los ganchos a las mafias económicas. Entonces, una piensa: ¿y si saca solo 6 qué? ¿y ahorita? ¿no es presidente ya? Maduro nos recuerda que “los precios ya están congelados pero las mafias no respetan las regulaciones”, y a este ritmo una empieza a temer que “hielo” sea lo único que tengamos en nuestras neveras porque al fin y al cabo ¿cuándo una mafia ha respetado algo?
Entre semejante caos, Henri Falcón nos promete (a los empleados de la administración pública) 50 dólares de salario y 25 de cestatickets, pero todavía no nos aclara si aplicará o no para aquellos que anunció que botaría para meter a “jóvenes, profesionales y ciudadanos” en sus puestos (los actuales le parecen muy “viejos, bachilleres y animales” ¿será?)
Lo que sí está claro es que sean nuevos o viejos pues su salario tendrá que esperar hasta “el cuarto año de gobierno para subir a $300”. Pero en el ínterin, habrá que aumentar “la gasolina que no vale nada” y quitar los subsidios “de forma racionalizada” para precisamente poder “aumentar esos sueldos”: ¿Para qué me alcanzarán los 75$ entonces? ¿El mismo drama, pero con billetes verdes?
Por su parte, Javier Bertucci promete “sincerar la economía” y a mí se me acelera el corazón porque fue justamente esa frase la que andaba de moda cuando la inflación empezó a derribarnos a todos. El hecho es que el pastor tiene un plan denominado “Los 12 de Bertucci” donde promete “hacer del turismo nuestro segundo petróleo” y “reactivar el aparato productivo”, pero nunca nos explica cómo. De ñapa dice que no apoya la dolarización, pero usará el dólar como referencia en la venta de bienes y servicios o sea “eso es como tener la mamá, pero muerta”, diría un viejo amigo.
Mientras, a Luis Alejandro Ratti la campaña se le fue en ver si apoyaba a Falcón o a Bertucci, así que nunca nos enteramos de cuál era su plan.
Pero, entretanto, Reinaldo Quijada, alcanzo a calificar como un “disparate monumental la dolarización de la economía”, pero no descarto recibir “ayuda” del Fondo Monetario Internacional (FMI) aunque reconoció que “este organismo muchas veces quiere imponerte políticas”. Luego afirmó que Maduro es el único ser viviente que “se ha tropezado nueve veces con la misma piedra y ha caído nueve veces en el mismo error (aumentar los sueldos)”, y no volvimos a saber de él.
¿En qué terminará todo esto entonces? Porque de golpe una siente que, así como la oposición durante años voto por candidatos que no le gustaban con tal de sacar a Chávez del poder, hoy una parte del chavismo hará lo mismo con tal de evitar la llegada de la derecha mientras que aquella oposición de otrora se debate entre un candidato que les recuerda a Hugo Rafael y la absurda abstención. Amanecerá y veremos.
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