La crisis política de Italia, que se ha acelerado desde las elecciones parlamentarias del reciente mes de marzo, representa una amenaza muy seria de fragmentación de la Unión Europea (UE). La nación italiana es la tercera economía de la UE y ha emprendido una espiral con resultados impredecibles.
Esta crisis reside puntualmente en la incapacidad de los partidos italianos de formar un gobierno. Recordemos que el pasado 4 de mayo, en las elecciones generales italianas, no hubo un partido o coalición con posición mayoritaria para conformarlo.
En esa justa resultaron favorecidos la organización ultraderechista Legga Nord y el Movimiento 5 Stelle, de izquierda. Aunque estén en las antagonías ideológicas, ambos partidos comparten un fuerte euroescepticismo y su ascenso viene precedido de campañas con la promesa de que Italia saliera del sistema financiero del euro. Desde esas coincidencias, han decidido formar un gobierno cuyo nombramiento ha sido torpedeado por el presidente en ejercicio desde el anterior parlamento, Sergio Mattarella.
Mattarella, elegido en 2015 en una justa totalmente paralela a los comicios generales, ha hecho uso excesivo de sus atributos como Presidente, extralimitándose para sostener las aspiraciones pro-europeas dentro del gobierno italiano, a expensas de violentar las aspiraciones de los votantes, quienes se inclinaron por partidos del Italexit. Una contradicción dentro del edulcorado y sofisticado estilo de democracia europea.
Éste ha intentado desentrabar la situación, encargando la formación de un gobierno tecnócrata de transición a cargo de Carlo Cotarelli. Un ex directivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y considerado por los partidos que lideran el parlamento, como emisario de un "golpe de Estado financiero", una captura del poder ejercida "por los lobbies financieros", cuestión que hace "inútil el derecho al voto", como ha señalado Matteo Salvini, líder de Legga Nord. Es casi improbable que Cotarelli pueda recibir el apoyo del parlamento, cuestión que complica la crisis institucional.
La posibilidad de que no se forme gobierno viene acompañada de dos derivaciones. En primer lugar, de que se realicen nuevas elecciones generales a inicios de 2019; y en segundo, que se produzca un referéndum por la salida de Italia del sistema euro y de la UE.
Mattarella está en un callejón sin salida: o bloquea un gobierno que impulse una agenda que conduzca al Italexit o posterga que ese gobierno se haga realidad en 2019.
El contexto y los espasmos de una crisis sistémica
La crisis italiana generó una caída de las bolsas mundiales el pasado miércoles. Según Rafa Marti, "la guerra está desatada, al punto que del lado de los burócratas (el gobierno de Mattarella) la agencia Moody's ha amenazado con bajar la calificación del país mientras los líderes políticos han convocado a manifestaciones masivas". Las fuerzas políticas, especialmente las protagonizadas con tendencias de ultraderecha, se disputan el país con la gendarmería financiera pro-europea.
En esta diatriba, la pobreza en el discurso y praxis política es apreciable en los partidos tradicionales, tanto en Italia como en el resto de Europa. Los partidos conservadores y socialdemócratas están presenciando su ocaso en una crisis que es transversal en el viejo continente. Como factores prácticos dentro de la política, residen anquilosados principalmente en las burocracias parlamentarias, soportando una debacle que concurre para ellos en tiempos políticamente insostenibles.
Es el caso de España, con la crisis pronunciada del PP y el PSOE. Una crisis de agotamiento de fuerzas tradicionales que se apreció en su momento en Grecia, y que llevó a Tsipras a la conducción política, para verse luego arrodillado a los pies de Bruselas (o más bien de Berlín). Un componente significativo de la actual Europa es Portugal, donde se formó gobierno con una coalición entre socialistas y comunistas. Para completar el cuadro, vale la pena destacar una Francia convulsionada bajo la presidencia de Macron, quien se presentaba como una figura pragmática y que, al cabo de un par de meses, ya había desgastado su capital político.
No hay que olvidar, además, el ascenso por cuarta vez de Angela Merkel en Alemania, el reducto más importante de las fuerzas tradicionales en el poder, pero a expensas de la colocación de Merkel como una figura maternal, confiable, pero envejecida, protectora de la UE, baluarte de un modelo que se ve amenazado y resquebrajado desde adentro. La nueva coronación de Merkel es la reedición de Alemania como proyecto político vitrina de la UE. Detrás de los cristales, es apreciable una realidad de una Europa que se debilita, pero tales embates no son sentidos del todo desde el espejismo de la realidad puertas adentro en Alemania, el país que menos ha sufrido las turbulencias que han llevado a los italianos a apoyar posturas euroescépticas.
No obstante, el retrato actual de Italia, y la foto de familia de era reciente de Europa, no es explicativo de la crisis sistémica europea como proyecto civilizatorio.
El Brexit, la salida traumática y nada elegante que ha confinado al Reino Unido a ser la cuna de la eurosecesión y el ascenso de Theresa May tras la renuncia de su antecesor. La impronunciable guerra de intereses financieros y comerciales que se ha desatado en medio del Canal de la Mancha, entre una orilla y la otra, la seguidilla de espasmos irrefrenables de una tragedia acentuada y pronunciada en ciernes. Los hechos que quedaron refrendados en el Brexit tendrán vigencia en Europa mientras la crisis política e institucional transversal del bloque campee.
Una autoridad en posturas cataclísmicas, pero con gran pericia en fragmentaciones, es George Soros, quien recientemente vaticinó el "riesgo" de la desaparición de Europa como la conocemos, señalando su fragmentación ante la emergencia de otra gran crisis financiera global. En términos prácticos para Europa, significa una continuidad de la crisis de 2008, aún no superada.
Soros, en un breve recorrido por los principales temas de Europa reseñado por RT, ha advertido que el "alza del dólar y una fuga de capitales en los países emergentes" podría acentuar el cuadro de inestabilidad sistémica que se sentirá con más fuerza en los países europeos.
"Todo lo que podría ir mal ha salido mal", dijo Soros en relación a la crisis de refugiados. Se refirió a las políticas de austeridad que contribuyeron al ascenso de los "populistas", en referencia a los partidos no tradicionales de izquierda y especialmente de ultraderecha que han desplazado a los partidos tradicionales en algunos países. Agregó que la "desintegración territorial" demostrada por el Brexites una realidad que signa los destinos de la UE.
"Ya no es una figura retórica decir que la existencia de Europa está en peligro, es una dura realidad", sentenció el megaespeculador financiero. No obstante, Soros recomendó a Bruselas renunciar a su idea de divisa única, el euro, pues a su juicio dicha moneda tiene "muchos problemas no resueltos" que pueden "destruir la Unión Europea".
Sobre naufragios en el Mediterráneo
Las postales más significativas que han salido de Europa en años recientes han sido las de las vergonzosas inmersiones y naufragios en el Mediterráneo, protagonizados por migrantes y refugiados que perecen, intentando alcanzar las costas europeas.
En años recientes, el regreso de Francia al mando militar integrado de la OTAN durante la gestión de Nicolas Sarkozy, y luego las réplicas a la europea de las aventuras militares de EEUU y la organización atlantista, confinaron al viejo continente a ser un gran portaaviones y puesto de logística de las operaciones funcionales de la caotización del norte de África y Medio Oriente, generando desde esas instancias un cuadro horrendo de desplazamiento humano, que en términos políticos ha sido inmanejable.
Pero las circunstancias y el ordenamiento sistémico del poder en Europa tienen espasmos idénticos a los que sufre una improvisada y repleta embarcación en el mar. La propia Europa puede naufragar de cara al Mediterráneo, cuestión que para muchos es sólo cuestión de tiempo
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