La rusofobia que tiene enferma de rabia a Europa contra Donald Trump y los diálogos Trump-Putin no es invento actual, nació el año 1435 en medio del Concilio de Florencia. Resulta que de la disolución del Imperio Romano habían quedado dos Romas, la de Italia y la de Constantinopla, la occidental y la oriental. Ante la amenaza de los turcos, que preparaban un cañón capaz de destruir a Constantinopla, se reunieron en la ciudad florentina delegaciones de las dos capitales buscando aliarse, cosa no fácil porque puntos de religión las contraponían, sobre todo un punto llamado el filioque. Tras muchas discusiones sin resultado el emperador oriental, Paleólogo de nombre, decretó aceptados los puntos de la Roma italiana y se despidió con su delegación. Pero Paleólogo no imperaba tanto como creía porque su decisión se disolvió en desobediencias de obispos produciéndose una secesión de la Rusia actual respecto a Constantinopla ynaciendo la tercera Roma.
El postulado de la Tercera Roma es arropar a toda Europa, hasta Inglaterra, reinar con su religión en toda Europa.
El mundo de hoy no es tan religioso como el de aquellos siglos, la ortodoxia rusa sigue existiendo, pero no aparece como muy importante, nadie aspira a poner a Londres a rezar al modo ruso, la actualidad habla de petróleo, rublos. Es lógico pensar que cuando se inició la maniobra de Ucrania se haya arguido un plan ruso de tercera roma, sin mucha base, pero útil como fantasía rusofóbica, encubridora de un plan que perseguía fragmentar a Rusia, enfermarla con los quimicos de 16 laboratoios, saquearla.
¿Qué queda hoy? Rusia triunfó, el nazismo ucraniano está destrozado,Trump con política realista pacta con Putin. Europa está semiarruinada, Estados Unidos la despide, no sería absurdo que cayera en manos de Rusia, olvidada de su Rusofobia y se integrara a la Tercera Roma.
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