Marcos Salgado
Faltan justo dos meses para las elecciones presidenciales en Venezuela, y los ánimos políticos están crispados. No así los de la población, que parece más preocupada por los avatares cotidianos. Si las mayorías participarán o no de la cita electoral es el gran interrogante y la única variable que puede cambiar las cosas (o mantenerlas).
Por primera vez en diez años, toda la oposición política presenta candidatos para estas presidenciales. Esa es la gran diferencia de este proceso electoral respecto a otros recientes. Sin sectores llamando a la abstención ¿podrán los candidatos reconvocar a las mayorías o estaremos ante una elección con participación relativamente baja? Esta y no otra es el gran pregunta de la hora en Venezuela.
Logran una repolarización no es tarea fácil. Por el lado del gobierno, la complicación salta a la vista: convencer a las mayorías para apoyar a quien está en la presidencia (y en su segundo mandato) es un dolor de cabeza para cualquier estratega electoral. Es casi inevitable que el candidato a la reelección cargue a título personal con todos los problemas sin resolver.
La oposición lo sabe, y por eso en sus variantes se dedica básicamente a eso: prometer el cambio. El discurso simplista del candidato de la MUD, Edmundo González, prometiendo un país con luz y agua es limitado, pero también efectivo. De cualquier forma, no parece alcanzar para repolarizar.
Los lastres de Edmundo
Por el contrario, el experimento del “señor Edmundo” tiene lastres importantes. Primero, el desengaño continuado al que especialmente el sector político que él representa, la llamada Plataforma Unitaria, ha sometido a su electorado. ¿Podrá ese electorado despojarse de tanta promesa incumplida y dejarse volver a enamorar? No se sabe.
Por ahora, se ve que alguien más o menos inteligente mandó a callar a los viejos exponentes del fracaso. Empezando por Juan Guaidó, que sigue jugando paddle en Miami y otros por el estilo. La que no se calla es María Corina Machado, que sigue recorriendo el país en actos más bien modestos.
La esmirriada convocatoria en La Victoria, en el estado Aragua, de lo que se vendió como una suerte de presentación oficial de González junto a Machado, dejó claro que la referente no endosa mayorías definitivas para el candidato, a pesar de la monserga de la furibunda antichavista y su coro de medios afines, que la sindican como la “líder” de la oposición.
Por el contrario, MCM parece aportarle a Edmundo más techo que piso electoral. Sus nuevas apelaciones a que ella será “presidente” y sus actos ya sin el pendón con la imagen del candidato hacen pensar que, malcriada, puede pegar una patada a la mesa en cualquier momento. Tal vez porque en los cuarteles de la Plataforma Unitaria saben que MCM los limita es que González se propone desde otro lugar, más conciliador y mucho menos belicista.
El PSUV afina la maquinaria
Desde el chavismo apuntan que Edmundo y María Corina son lo mismo, y que el plan de ambos es patear la mesa y cantar fraude apenas los resultados del 28J no les favorezcan. Recuerdan, con razón, que la oposición se decantó por ese camino destituyente varias veces en el pasado.
Mientras tanto, afinan la envidiable maquinaria electoral del PSUV, con despliegue en cada calle donde puede cosechar votos, y se multiplican en actividades medianas en lugar de apostar a las grandes concentraciones, al menos por ahora.
Día por medio, el presidente-candidato aparece en estas concentraciones, y renueva el contacto directo con su base social. Aún en tiempos de redes sociales, esa parece seguir siendo la llave de la vigencia del proyecto bolivariano.
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