Rebeldes, solo en el cine con una cocacola y una bolsa de cotufas
Los grandes libros y filmes de ciencia ficción nos han planteado —en su mayoría— escenarios futuristas en los que cierta tecnología es la protagonista. Vuelos espaciales, teletransportación, transfiguración, dispositivos de traducción de lenguajes verbales y no verbales, viajes en el tiempo, superación de las leyes de la física terrestre conocidas, armamento con capacidad de destrucción estelar, etc.
Los mundos "del futuro" que ha imaginado la humanidad en su literatura y cine suelen llevarnos a pensar en los grandes temas: el poder, la ética, la religión, la vida, pero asociados a la existencia en espacios donde la tecnología ha superado o corrompido a sus propios creadores. Como en la vieja Tierra, quien controla los medios de producción de la tecnología suele controlar el poder. Imperios, confederaciones corruptas, sociedades explotadas. Nada nuevo bajo los soles y las galaxias.
Los argumentos de esas obras —muchas de ellas clásicos mundiales, como La guerra de las galaxias— exponen de manera clara y precisa cómo el poder transforma y cómo su acumulación destruye a mayorías en favor de minorías. Siendo así, resulta curioso ver cómo millones de personas se identifican con los Rebeldes, a los que adoran, y se horrorizan ante el maquiavelismo y la sed de poder del Emperador Palpatine y su tiránico imperio. Sin embargo, al mismo tiempo, aplauden cosas como la política exterior norteamericana o el "derecho a la defensa" de Israel, con todo su armamento y tropas de armada imperial terrícola del siglo XXI, aplicados a pueblos notablemente inferiores tecnológicamente.
La falta de pensamiento crítico impide a muchas personas darse cuenta de la contradicción que supone asumirse "fanático" de una posición antiimperialista en la ficción y ser, en la vida real, uno de los que condenaría a los Rebeldes por zurdos, terroristas y destructores de la propiedad imperial. El relato de ficción de las masas que se rebelan contra la injusticia, portando la luz que puede vencer a la oscuridad, siguiendo a un líder carismático que cae en peligro de convertirse en todo aquello contra lo que luchó, resulta aceptable, especialmente en las llamadas clases "medias" y "medias-altas". Esto solo ocurre, sin embargo, como fantasía, como ideal, como sueño. En la realidad, la comodidad de saberse parte de una masa que está más cercana a los privilegios de ciertos gremios y no de los verdaderamente fregados y explotados es lo que les descubre. Mejor estar "bien" con el poder, a pesar de lo injusto del sistema. Mucho sable de luz y poca Fuerza. En fin, la hipotenusa.
Mariel Carrillo García
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