Pudiéramos decir que Francisco de Miranda era de su tiempo histórico para resolver en una línea un asunto de cualidades epistemológicas más complejas, siendo que el Precursor fue un hombre de pensamientos trascendentes, que visionó una América liberada de yugos imperiales, es menester abrir esta breve nota con un poco más en homenaje a Miranda.
Miranda fue un hombre de la Ilustración que levantó su catalejo político por encima de las contrariedades y, aunque las tuvo en cantidades, nunca desmayó ni claudicó, fue víctima tanto de amenazas externas, porque tuvo a la Monarquía española persiguiéndolo incansablemente y las amenazas internas rodeándolo, pero le dejó al Libertador Simón Bolívar el testigo para seguir y realizar hasta donde pudo el sueño mirandino.
Tal y como lo relató la profesora Carmen Bohórquez en su apasionada escritura sobre Miranda, este hijo de Caracas tuvo entre sus principios la preeminencia de las virtudes de la razón, el orden como fuente de bienestar y la fe en el progreso ilimitado del hombre.
El pensamiento de Miranda trascendió la visión localista de los líderes de aquel momento, luego reivindicada por Bolívar y hoy por Chávez y Maduro como continuadores del proyecto Bolivariano de la Patria Grande, que es fundamentalmente mirandino. La creatividad política que encarnó Francisco de Miranda lo llevó a pensar en un Congreso continental o Concilio Colombiano, Bolívar igualmente lo emuló cuando criticó a los líderes militares de entonces al señalar que algunos solo pensaban en «paisitos», cuando la tarea liberadora tuvo en sus manos una realización de alcance continental, tal cual lo soñó Miranda.
Bohórquez en su trabajo La construcción política de una Patria Continental, señala que Miranda en su proyecto de república, en 1808, que luego presentó en 1810, indicó una extraordinaria cualidad democrática: los jueces encargados de presidir los diferentes tribunales de provincia –es decir, el poder judicial– son elegidos directamente por los ciudadanos en los comicios de las diferentes circunscripciones.
¿Qué diría Francisco de Miranda sobre la República Bolivariana de Venezuela? Hoy cuando la Asamblea Nacional con un quórum de diputados electos democráticamente por el pueblo venezolano, han dedicado meses en dilatadas discusiones con todos los sectores políticos del país para elegir a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia. Una experiencia democrática ejemplar que no tiene par en ningún otro país del mundo y menos en Estados Unidos, que se aprecia como la «democracia perfecta».
Ya en su tiempo Miranda desestimó los conceptos de la prominencia de los «propietarios» en las instituciones del Estado y criticó que ese gobierno democrático de EEUU «cuya base es la virtud, no le señalara puesto alguno a ésta y por el contrario todas las dignidades y el poder se daban a la Propiedad que es justamente el veneno de una República semejante», tal como lo cita Bohórquez en el trabajo señalado anteriormente.
Su tránsito tormentoso vital, sus extraordinarios vínculos interpersonales, la experiencia diplomática de paz, o en la guerra y la voluntad de aferrarse en lo que creía, lo hicieron un hombre de una estatura moral sobresaliente a la de los líderes de su momento. La forja de una contextura intelectual y su conciencia de amplitud mental eran del tamaño de América, desde la Patagonia hasta el Mississippi.
Esa cualidad intelectual lo hacía consciente del interés por preservar sus papeles, entendió que la historia iba a darle un salto «avanti» a los tesoros de su archivo personal, hoy resguardado afortunadamente en el Archivo General de la Nación, en Venezuela, bajo la mirada cuidadosa de celosos custodios que entienden la doctrina poscustodial de Colombeia y lo han puesto al servicio del mundo a través de una página digital.
Ese Archivo de Miranda, luego de su prisión, fue desaparecido por casi un siglo, conserva más de 30 mil papeles que describen un tiempo-espacio del despertar del Siglo de las Luces, porque él fue testigo personal y lo transitó con la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos, la Rusia de Catalina y, por supuesto, su gran deya vu, la Independencia de América Latina.
No en vano el doctor José Luis Salcedo Bastardo lo llamó «el milagro documental de Venezuela», pero me atrevo a decir que se trata de una grandiosidad documental del mundo.
Finalmente, el Miranda, que a pesar de su edad, vibraba con aliento poético como un joven cuando no dijo siempre: «Todo lo que contribuimos hoy a la España para que nos oprima, lo emplearemos en limpiar nuestros caminos, en hacer navegables nuestros ríos, abrir nuestros canales para nuestro tráfico, en establecimientos para las ciencias y la beneficencia pública». Esa es la mirada que Miranda nos dejó a través de la cual nos vemos hoy.
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