La economía -y no la familia- es la base de la sociedad. La manera como una sociedad produce su riqueza –y cómo la distribuye- determinará cómo se organiza. Por ello, cualquier doctrina que desee cambiar asuntos de la realidad de su tiempo debe, ante todo, empezar por su economía.
El aislamiento de cualquier tema social, de la realidad económica, lleva a un camino perdido, frustrante, que termina en el conocido deporte de: salto de talanquera. Porque luego de mucho tiempo invertido, nada cambia. Porque nada cambiará hasta que la causa –el origen-, cambie.
Hoy día, hablar de economía es referirnos a un amplio sistema global de conexiones, algunas trazables otras clandestinas. Materias primas, fábricas, banca, finanzas, distribución, consumo, servicios, tecnologías, contrabando (incluyendo narco tráfico y trata de personas), son algunas de las complejas áreas que incluye la economía de casi todos los países.
El control sobre la riqueza que devengan estas áreas –propiedad- es la causante de uno de los principales valores de la actual hegemonía: la violencia. Guerras, medidas económicas unilaterales y bloqueos, entre otras acciones, tuvieron antes un motivo económico.
Así, cualquier proceso de cambio socio-político debe emprender dos acciones en simultáneo: formar ampliamente en las áreas sobre las que se sostiene la economía de dicha nación e iniciar ensayos CIENTÍFICOS de la nueva manera de manejar la riqueza que se devenga.
Venezuela y sus riquezas
Aterrizando esta reflexión en Venezuela, resulta imperioso el estudio profundo de las actividades petroleras y demás recursos de valor estratégicos: ¿Cómo se producen? ¿De qué dependen? ¿Quiénes son sus dueños y por qué? ¿Cuánto se produce y cuánto ingresa a la nación? ¿Cómo se distribuyen? ¿Cuánto se pierde? ¿Por qué se pierde? ¿Cómo – o en qué- reinvertirlo? Son algunas de las preguntas que debe manejar el pueblo venezolano, sin miedo a su respuesta.
Así, el Estado podría asignar proyectos de investigación-acción sobre temáticas estructurales a la juventud (escuela, universidad) y clase trabajadora (partido mediante) y, con ello, medir el talento que se requiere para ocupar cargos y responsabilidades. Las tesis dejarían de ser libros vacíos. La educación recobraría el sentido de pertinencia. Y el Estado tendría un factor de medición para captar a sus mejores hijos (evitando la fuga de cerebros).
De la seriedad y rigurosidad de los planes que diseñemos en adelante, dependerá la posibilidad de avance o estancamiento. Las nuevas leyes económicas[i] deben ser claras, conocidas y aplicadas de manera consciente por las y los trabajadores, en beneficio de la sociedad.
Ya demostramos que podemos sortear el intento de asfixia de nuestro vecino norteño. Toca ahora ir a una ofensiva, que reconozca errores y aciertos (para lo cual debemos saber cuáles fueron), integre la tecnología para medir indicadores estratégicos y aproveche la experiencia de los países aliados en esas áreas, para intentar avanzar más rápido. La mesa está servida.
Notas
[i] Economía Política. P.Nikitín. P-10y11. Petróleo: El necesario ABC para Venezuela
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