Por Mauro Berengan
Córdoba, Argentina.
Correo: mauroberengan@gmail.com
“ A quienes siguen mi evolución en la lucha contra el Covid y me
envían mensajes de Buena Voluntad les informo que llevo 12 horas feliz
sin fiebre ” nos escribió William Izarra hace pocos días a quienes
participamos de su grupo de estudio. El 19 nos había enviado “ Atención.
Cumplo con informar que después de la prueba PCR he dado positivo. Por
los momentos, hay que continuar con los eventos del curso y esperamos el
martes para saber si va o no la conferencia. Inicio mi cuarentena ”.
Apenas tres semanas atrás, nos dio una conferencia que sorprendió por la
fuerza de sus palabras y el nivel de detalle de su memoria, en la que
relató la lucha interna que llevó adelante en el convencimiento, que
solo tenían Chávez y unos pocos miembros más, de que el MBR debía
participar en las elecciones de 1998. Anoche se confirmó su
fallecimiento.
Hace pocas semanas se fue Jacinto Pérez Arcay. Decía
recordándolo que la concepción de la unión cívico-militar como
estrategia de poder en Venezuela es previa y excede a Chávez y su
organización, el MBR200. La izquierda venezolana, el PCV, sus
escisiones, el PRV (Partido de la Revolución Venezolana, del cual Chávez
fue miembro de su directorio a fines de los 80) tenía ya desde mediados
de siglo XX la definición de penetrar en las FFAA, colocar cuadros,
construir puentes con los militares que conspiren en su interior; a la
vez que las FFAA tenían ciertas características proclives a esta alianza
y a su iniciativa transformadora más allá de lo que venga de afuera: el
bolivarianismo como discurso articulador en disputa, plausible de
encadenar con la unión latinoamericana, el antiimperialismo y otras
banderas cruciales a la izquierda; el origen marcadamente popular de
muchos de sus miembros; y el plan Andrés Bello que dio paso a la
formación militar universitaria donde se leía por ejemplo a Mao Tse Tung
de la mano de maestros como el propio Pérez Arcay. Decía por ello que
él encarnaba, materializaba, sintetizaba en su persona el origen, la
forma y la posibilidad de que esa revolución tenga un camino posible.
Esta estrategia de poder precede a Chávez porque, por ejemplo, William
Izarra ya estaba ahí con el grupo ARMA (Alianza Revolucionaria de
Militares Activos), intento de revolución que fue descubierto a mediado
de los 80, valiéndole la expulsión de las Fuerzas Armadas por
“conspiración marxista”.
El Caso de William Izarra es en este sentido
muy similar al de Pérez Arcay pero, extrañamente y a la distancia, me
toca más de cerca. Hace más de dos años que, podría decirse, tengo
contacto con él, hemos conversado varias veces con audios y escritos de
Whatsapp, me ha respondido cada consulta, enviado sus trabajos, incluido
en sus grupos. Me invitó a participar de su última charla, de la que
guardo registro, en la que le consulté por qué consideraba que, poco
después de la fundación del Movimiento Quinta República, se había
suspendido el funcionamiento democrático asambleario. Él tenía una
postura clara y con ella me respondió: más allá de la heterogeneidad,
faltó debate ideológico.
Y es que si se siguen sus publicaciones, así
como sus conferencias y reuniones, mucho de ese contenido ideológico
radica justamente en la forma organizativa, quizás más que en los
proyectos societales o las tendencias e identidades políticas. La
concepción ideológica de William Izarra tenía como eje central la
democracia directa, la “inversión de la pirámide” como decía y dibujaba
en sus exposiciones, la organización del pueblo desde sí mismo,
organización incluso apartidaria y más allá de inclinaciones políticas;
claro que dentro de un marco transformador y tendiente hacia una
sociedad más igualitaria de corte socialista.
La forma organizativa no era un debate secundario frente al proyecto
de futuro, el medio no era menor al fin. En aquel curso mencionado,
Izarra sostuvo una “triada conceptual” como el corazón de la revolución
bolivariana: 1) “el gobierno se convierte en instrumento del pueblo, lo
que implica dar centralidad a la formación y difusión ideológica y
política”, 2) “se asume el acto electoral como acto revolucionario que
se va a diferenciar del acto burocrático prevaleciente en la cuarta
república, el acto revolucionario consiste en tomar el poder y
transferirlo a la comunidad organizada”, 3) “el fortalecimiento del
poder constituyente, del poder popular, permanente, en constante
movimiento, ejerciendo los derechos colectivos y ciudadanos”. La
suspensión de la metódica desde abajo y su certeza de que el MVR
“liquidaba” la democracia interna en pos del peso que algunos miembros
habían adquirido en la necesidad de ganar las elecciones, atacaba
entonces el corazón de su pensamiento ideológico.
Tras conocerlo
cuando era apenas un muchacho, Izarra volvió a trabajar con Chávez en
1996, siendo por casi dos años quizás su colaborador más cercano. Pieza
clave del armado electoral, fue el primer director de organización del
MVR, impulsando aquella “metódica desde abajo” ideada por Núñez Tenorio.
Tomada la decisión de participar de las elecciones y de crear un
movimiento más amplio que el MBR, el sistema consistía en organizar el
nuevo movimiento primero “desde arriba”, nombrando estructuras de
dirección en todo el país con el 60% de miembros del MBR y el 40% de
otros sectores, y luego “desde abajo” generando sistemas asamblearios
territoriales que elijan a sus representantes y delegados a instancias
superiores de modo autónomo y directo; organizar al pueblo. Esta segunda
etapa fue suspendía, la metódica desde abajo no se aplicó pese al
impulso de su director, William Izarra, y de otros dirigentes como Elías
Jaua. Izarra fue separado de su cargo, pasando de director de
Organización a director de Relaciones Internacionales. Contaba al
respecto de su viaje y reunión con Muamar Gadafi en busca de diálogos
externos. En su lugar Chávez colocó al facineroso ex comunista devenido
en operador burgués Luis Miquilena, quien no tardó en darle la espalda y
apoyar el golpe de Estado en su contra.
Cuando fui a Caracas en
febrero de 2020 teníamos una reunión programada. Horas antes de salir al
lugar me escribió que debía hacerse unos chequeos médicos, que no
podría asistir. Días después era yo el que estaba con fiebre encerrado y
solo en el hotel El Conde. Vi en vivo el programa “Con el mazo dando”
que conduce Diosdado Cabello. Izarra llevaba años alejado del «chavismo
oficial». Diosdado dijo allí que hoy los jóvenes tienen el ejemplo de
Chávez, los jóvenes revolucionarios, los jóvenes luchadores, los jóvenes
militares, pero que ellos no tenían grandes referencias cuando eran
jóvenes, y allí recordó a Izarra, habló muy bien de él, dijo que en él
debían también buscar los jóvenes de hoy, que Izarra había criticado
muchas veces, pero que era un verdadero revolucionario.
Al otro día se lo comenté, él no lo había visto y me preguntó cómo
había sido, le reproduje lo que recordaba. A la noche siguiente, yo
seguía en cama, repitieron el programa y grabé ese fragmento, se lo
envié, estaba contento por el reconocimiento, y publicó en su Twitter un
agradecimiento a Diosdado poniéndose a la orden.
Ya este año, le
hice una consulta por teléfono sobre algo que escribía en mi tesis. Me
respondió: “Saludos Mauro. Ahora en estos momentos estoy dedicado a
emprender viaje a Pyongyang pues me designaron Embajador en RPDC. Estoy
en los preparativos diplomáticos, el estudio del país, la ideología
Juche, la estructuración de la Embajada (es nueva y seré el primer
Embajador de Venezuela allí) y toda la logística que se requiere. Por lo
que mi dedicación es a este evento. Lo que solicitas, serán para cuando
esté instalado”. Izarra iría de embajador a Corea del Norte, primer
embajador, me alegré mucho, y se notaba su alegría. El mensaje transmite
su preparación, un hombre de estudio. Una vez instalado en Corea nos
escribió, envió videos de las granjas de producción, de las
construcciones de viviendas, de los sistemas de pesca, y dio sus últimas
charlas y cursos. William no paró un instante. En su última conferencia
(penúltima, la última de la que participó no la dio él sino Isaías
Rodríguez) nos invitó a la formación, a seguir estudiando el socialismo
bolivariano, a estar activos, a construir con fuerza, ímpetu, lucha,
pero con formación, con claridad ideológica, con pensamiento, con
debate. Un militar revolucionario y democrático, hasta basista podría
decirse, que hizo del estudio su profesión, pedagogo como Chávez, una
pieza clave de un intento de superación y transición hacia un sistema
más justo.
En las fotos, el Izarra comandante del grupo ARMA, y un registro que me tomé el atrevimiento de hacer de su última conferencia.
Hasta la victoria siempre William, memoria para cada luchador.
Mauro Berengan.
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