Antonia Muñóz
En Venezuela tendemos a generalizar en muchos aspectos, y el área de la agricultura no es una excepción. De esta manera solemos asegurar cosas como que todos los suelos de Venezuela son tipo I ó A, lo cual no es verdad porque tenemos suelos muy buenos en relación a fertilidad, pero también tenemos suelos de mediana y baja fertilidad. En término de textura y estructura, poseemos suelos muy arenosos o suelos muy arcillosos; sin embargo, tenemos suelos con una adecuada proporción entre arena, arcilla y limo, que son esos que llamamos tierra negra. Como nos gustan los extremos, hay quienes declaran que en Venezuela no se produce nada, lo cual es incierto. Lo que si es una gran verdad, es que en Venezuela se produce muy por debajo de nuestro potencial, porque desde el punto de vista agronómico, financiero y de comercialización, no manejamos adecuadamente los rubros agrícolas y pecuarios que se adaptan a nuestras condiciones climáticas y de suelo. También hay funcionarios públicos y fanáticos políticos a quienes no dudo en calificar de mentirosos compulsivos e irresponsables, quienes le aseguran al país que estamos aumentando la producción de alimentos, lo cual es una mentira del tamaño del templo votivo de la virgen de Coromoto.
En esta reflexión analizaremos algunas cifras sobre la evolución de la producción de algunos rubros y del manejo del financiamiento y comercialización al cual someten a los productores de algunos cultivos. Comenzaremos con el cultivo del café, el cual, además de producir la bebida aromática que nos alegra las mañanas, es cultivo protector de los suelos de la zona alta de Venezuela ya que se siembra principalmente en las montañas de Táchira, Trujillo, Mérida, Barinas, Portuguesa y Lara, donde nacen muchos ríos que surcan los llanos venezolanos. En total son 14 estados que producen café, siendo Lara y Portuguesa los mayores productores. También se siembra café en Monagas, Yaracuy, Sucre, Aragua, Carabobo, Falcón, Anzoátegui y Zulia. Cuando se hable de café, también debemos pensar en los miles de caficultores pobres que en su gran mayoría poseen muy pequeñas superficie (1 a 3 hectáreas) y viven y realizan su trabajo en precarias condiciones de vialidad y transporte, lo cual limita no sólo la movilización de sus cosechas e insumos, sino la movilización de técnicos agrícolas, educadores, médicos y enfermeras. El déficit en el servicio de agua, electricidad y vivienda también es notorio. Por eso el Presidente Chávez pensó en el Plan café, un plan integral (café- caficultor y sus necesidades). Desafortunadamente el Plan café no fue coordinado por conocedores del sector, y además, fue interrumpido antes de lograr los objetivos planteados.
Según Memoria y Cuenta del Ministerio de Agricultura y Tierra, en 1997-1998 en promedio se produjeron en Venezuela aproximadamente 1.400.000 (un millón cuatrocientos mil) quintales de café verde (procesado y seco, pero no tostado). Recordemos que un quintal (q.q.) son 46 kilogramos. Entre los años 1999 y 2012, el rango de producción estuvo entre 2,106.02,74 y 1.373.760,87 qq de café en el 2001 y 2009, respectivamente.. Entre el 2010 y 2012 hubo una recuperación en relación al 2009 y la producción mantuvo un promedio de 1.600.000 quintales. A partir del 2013 se observa un descenso sostenido, aunque no significativo, con una producción de 1.345.108,70 y 1.257.543,48 quintales de café en el 2013 y 2014, respectivamente. La caída en la producción continúa y según FEDEAGRO llegó a 520.347,83 y 466.543,48 quintales, en el 2016 y 2017, respectivamente. De acuerdo a productores de café, en el 2020 la producción se mantuvo alrededor de 500 mil quintales, lo cual representa aproximadamente una tercera parte de la producción de los años 97-98.
Es necesario destacar que el rendimiento por hectárea del café en Venezuela siempre ha sido bajo en comparación con Colombia, por ejemplo. Sin embargo, aunque el descenso sostenido a partir del 2013 se le podría atribuir a enfermedades del cultivo como la broca y la roya, ésto no lo explica todo. Al tradicional bajo rendimiento por hectárea y al estrago causado por las enfermedades en los cafetales venezolano, es necesario agregar la influencia de la política de comercialización del Estado (recepción de cosecha y precio), contrabando de extracción y más recientemente la importación de café por parte del Estado venezolano. Por razones de espacio, en un artículo de opinión no pretendemos hacer un análisis enjundioso de la situación del cultivo; por lo tanto, invitamos a los caficultores organizados a presentar al país un informe resumido, pero comprensivo del problema. Actualmente la preocupación se centra en la falta de combustible y en los bajos precios.
Es menester abordar ciertos manejos inadecuados del café que hacen algunos funcionarios públicos, quienes utilizan el poder del Estado para servirse, pero nunca para servir a los productores con financiamiento no usurero, apoyo técnico y acompañamiento sociopolítico. Si se procediera de acuerdo a los enunciados de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), por amor a la Patria y con vocación de servicio; privaría la honradez y la ética profesional y no los negocios de un grupo de funcionarios inescrupulosos que se convierten en intermediarios. Los caficultores claman por un proceso productivo más eficiente y precio justo, tanto para los productores como para los consumidores, que históricamente son los dos eslabones más golpeados de la cadena.
Durante varios años en la década del 2010 recibimos denuncias de caficultores del municipio Sucre, cuya capital es Biscucuy, quienes eran "atajados" por funcionarios de seguridad pública en un lugar conocido como El bongo, que es la salida hacia Biscucuy de productores de las parroquias la Concepción, Palo alzado, y Las cruces. Después de asegurarse que traían café, los caficultores eran direccionados (Por no decir obligados) y a veces acompañados al sitio de acopio donde debían vender el café; generalmente a un precio inferior al que pagaban otros compradores. Era vox populi que buena parte de este café salía del país, donde por supuesto lo vendían a un mayor precio. Por años esto se convirtió en el gran negocio de un grupito de individuos que utilizan el poder del Estado para ser servidos y no para servir. Hasta algunos otrora pertenecían a las organizaciones gremiales de caficultores se sometieron a estos nuevos ricos del café. Más recientemente, el negocio más lucrativo parece ser importar café de mala calidad a precio de gallina "empestada", para mezclarlo con el café venezolano que acaparan. Así obtienen mayor cantidad de café molido, aunque con la calidad disminuida y por supuesto los precios abultados. De esta manera aumentan las ganancias de los devoradores del sector agropecuario, que al final eso es lo que importa.
Por supuesto que se abandonó el mantenimiento de la vialidad de los cerros donde se produce el aromático grano que ha vuelto rico a más de un bellaco encantador de serpiente. Lástima que por el miedo o el conformismo, mucha gente tiene ojos pero no ve y oídos pero no escucha.
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