viernes, 20 de agosto de 2021

Juramento en el Monte Sacro

 

1805 es un año significativo no sólo porque Viena es invadida por Napoleón Bonaparte el 12 de noviembre, o porque Beethoven, enfurecido por tal vil hecho, le cambia el título a su tercera sinfonía por el de Heroica. La importancia de este año radica en que Simón Rodríguez, de 35 años, y Simón Bolívar, de 22, están en la etapa final de la formación política. 

El 1° de abril, Rodríguez solicita y obtiene su pasaporte ante la Prefectura de París porque desea viajar a Milán. Rodríguez le habla a Bolívar de la Revolución Industrial. El maestro hace particular énfasis en la forma en que los modos de producción se transformaron al punto de enterrar al feudalismo y el antiguo régimen monárquico y monástico. Rodríguez le explica que todo ello coincidió, no por casualidad, con las revoluciones burguesas, nacidas de la Revolución Francesa y la preocupante independencia de los Estados Unidos, que supondría la instauración y consolidación de regímenes “democráticos”, los cuales superarían todos los males derivados del absolutismo realista que llevaba siglos instalado en casi todo el mundo.

El 6 de abril, Rodríguez parte con Bolívar a París. Descansan algunos días en Lyon, pasan por Chambery, Turín y llegan a Milán. En la catedral de esta ciudad lombarda, Napoleón es coronado rey de Italia por el papa Pío VII. Bolívar y Rodríguez se detienen en la ciudad un tiempo, y luego presencian la revista militar que preside el emperador en Montechiaro. Hablan de Toussaint-Louverture y de la derrota que le infligió un ejército de negros haitianos el 1° de enero de 1804 a las tropas napoleónicas. Pasan por Venecia, y luego por Ferrara, Bolonia, Florencia y Perugia, y de ahí se dirigen a Roma, donde permanecen una temporada.

Allí, Rodríguez y Bolívar ascienden al Monte Sacro, donde éste jura luchar por la libertad de América el 15 de agosto en una pieza de oratoria de alto vuelo geopolítico que declama ante su maestro como examen final del programa de formación academicopolítico y en el que tienen plena conciencia que, en relación a la libertad, “el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo”. ¿Aprobó Bolívar?

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La calificación se supo el 28 de febrero de 1854, cuando el cura Santiago Sánchez de Amotape, Perú, le da los santos óleos al anciano Simón Rodríguez, quien confiesa no tener más religión que la que juró en el Monte Sacro: el Libertador del Mediodía de América.

 

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