El salario es en principio la contraprestación que recibe el trabajador por la actividad que realiza para el dueño del medio de producción, sea éste un ente público o privado.
¿Qué es lo que determina la cantidad que debe recibir un trabajador por la actividad que realiza?
A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX se afirmaba que el salario tendía a ser el que corresponde a las necesidades mínimas de subsistencia de los trabajadores. A eso lo llamaron la Ley del hierro o Ley del bronce de los salarios y le colocaron esos nombres porque se suponía que esa condición del salario debía durar mucho tiempo inmutable.
Esa concepción del salario como un mínimo de subsistencia toma fuerza y sentido en la medida que la ética fue arrancada de la visión económica y el ser humano deja de ser la piedra angular de la actividad económica.
Aunque paradójico, la economía se ha convertido en fin en sí misma, aun cuando su existencia es el resultado de las sociedades humanas en procura de su supervivencia sana, pacífica y feliz, lo cual supone la actividad económica al servicio del ser humanos y no al revés.
En lugar de adaptar la economía a las necesidades humanas, la mayoría de los economistas se empeñan en adaptar al ser humano a las teorías y leyes económicas actuales, que es evidente que sólo terminan beneficiando a unos pocos en detrimento de las grandes mayorías asalariadas. Pero como la ética, para ellos, no es un asunto que deba contemplar la economía, no se molestan en revisar y menos cuestionar tales teorías y leyes.
En el prefacio a la Teoría General, Keynes comentaba que su escritura había necesitado de un largo proceso de distanciamiento de los “modos habituales de pensamiento y expresión”. Imploraba a su audiencia de economistas profesionales que se distanciaran ellos también de los confines del pensamiento económico convencional, y observaba que: “Las ideas aquí expresadas tan laboriosamente son extremadamente simples y deberían ser evidentes. La dificultad no radica en las nuevas ideas, sino en escapar de las viejas que, para quienes hemos recibido la formación más convencional, se ramifican hasta alcanzar cada esquina de nuestras mentes” (Keynes, 1936).
Keen Steve se pregunta, en la síntesis de su libro “La Economía Desenmascarada”, por qué, a pesar de haber tantos bienintencionados economistas neoclásicos, casi todas sus recomendaciones favorecen a los ricos antes que a los pobres, a los capitalistas antes que a los trabajadores, a los privilegios antes que a los desposeídos. Su respuesta es: ” Llegué a la conclusión de que la razón por la que manifestaban esas conductas tan poco intelectuales, tan ideológica y en apariencia tan destructiva desde el punto de vista social, no tenía que ver con patologías personales superficiales, sino que era de naturaleza más profunda. Lo que ocurría es que la forma en que habían sido formados les había inculcado las pautas de comportamiento de los fanáticos, más que de intelectuales desapasionados. “
¿Cuál es el monto del salario que se debe ganar en Venezuela?
La respuesta a esa pregunta es obvia: el salario que debe ganar el venezolano es aquel que sea suficiente, no sólo para cubrir las necesidades elementales (comida, vestido, y medicina), sino además, todas aquellas cosas que les de tranquilidad y seguridad a las familias.
¿Cómo lograr eso?
Con las herramientas que tenemos actualmente, y siendo un tanto audaces, podemos comenzar a lograr ese objetivo.
Lo primero es detener el deterioro del poder adquisitivo del trabajador venezolano. El gobierno creó hace más de dos años un instrumento que tendría entre sus efectos, la estabilización del sistema de precios internos y en consecuencia, la protección del salario del venezolano, ante el ataque al Bolívar perpetrado a través del dólar.
Inicialmente, el Petro lograría eso sirviendo como una divisa con la cual podríamos importar y cumplir compromisos internacionales. Esa sería la forma de desprender nuestra economía del ataque del dólar y del bloqueo financiero. Ante esa posibilidad, el gobierno de los EEUU impuso sanciones en contra del Petro, amenazando a todo aquel que en el mundo acepte el Petro como moneda para transacciones con Venezuela. Eso ha dificultado que se logre ese objetivo con el Petro; sin embargo, el Petro tiene capacidad para proteger el poder adquisitivo del venezolano. Veamos: ante la pérdida de valor del Bolívar, debido a la distorsión cambiaria, mucha gente se ha protegido con la moneda que está asesinando al Bolívar (el dólar), debido a que el dólar se aprecia (incrementa su precio) respecto a nuestra moneda nacional y así la gente mantiene el poder adquisitivo de su capital.
Resulta que el Petro, tal como está diseñado hasta ahora, también se aprecia respecto al bolívar, en una proporción similar a la del dólar, pero la gente no se refugia en Petros por la dificultad de su uso, lo que redunda en la poca aceptación de esa moneda digital en el ámbito comercial.
La ventaja que le lleva el dólar al petro, en el mercado interno, es la usabilidad, ya que el dólar no puede depreciar el valor del Petro.
Lo que ha afectado el valor del Petro en el mercado nacional es su casi nula usabilidad. Pero si unimos el Petro al Bolívar y materializamos el anclaje del salario al Petro, la relación de fuerza con el dólar cambiaría.
La usabilidad del Petro se la daría el Bolívar, ya que la gente ganaría en Petros pero gastaría en bolívares, con lo cual, se usarían todas las plataformas de pago que ya existen para los bolívares. Lo que variaría es el tipo de cambio entre el Petro y el Bolívar, manteniendo de esa manera el poder adquisitivo del trabajador. Vale decir, el Petro sería un factor de indexación con lo cual, el salario mantendría su poder de compra. Sin embargo, sabemos que el Petro tiene una relación con el dólar ya que el valor del Petro es el equivalente a más o menos 60 dólares ( al menos hasta ahora ha sido asi). Eso explica que la variación del tipo de cambio entre el Bolívar y el Petro se vea influida por la variación del tipo de cambio Dólar-Bolívar. Pero si bien el dólar es el principal factor de distorsión de los precios en Venezuela, no es el único que explica la inflación. De manera que tendríamos que ser más audaces y utilizar como elemento de indexación del Petro, el propio índice inflacionario. Desprendemos al Petro del dólar y lo unimos coyunturalmente al índice inflacionario, garantizando así que el valor del salario se mantenga en el tiempo.
Hay algunas cosas que hay que aclarar con esta propuesta; la primera es que el incremento que experimentaría el salario con la variación de la inflación, sólo mantendría los niveles de demanda, no los aumentaría, a menos que hubiese un efectivo aumento de salarios en Petros. Por ejemplo, si los trabajadores pasan de ganar medio Petro a un Petro.
Para quienes se preocupan de dónde el BCV sacaría los bolívares para cubrir el incremento necesario de bolívares, debemos decirle que con las pocas reservas internacionales que tenemos hoy, podemos respaldar todos los bolívares que circulan hoy en Venezuela y multiplicarlos por 10. Sin embargo, eso no sería necesario. Puesto que el Estado venezolano no ha perdido su soberanía monetaria y puede simplemente crear los bolívares necesarios para estabilizar las cargas. En este punto es muy importante entender que la cantidad de dinero que circula en un país debe ser equivalente a volumen de precios de todos los bienes y servicios que se producen en ese país, ya que la principal función del dinero, es facilitar la circulación de esos productos.
La caída del PBI nos indica que se producen menos cosas, pero no nos indica que se requiera menos liquidez, ya que si los pocos productos que se generan son muy caros, entonces se requiere mucho dinero para que circulen y no se afecte más la producción del país, Eso se traduce en que hay, al menos, que mantener la demanda de esos productos, y los asalariados son los principales demandantes, por lo que se hace necesario que ellos tengan el poder adquisitivo suficiente para que los bienes y servicios del país circulen.
La idea es frenar el deterioro del salario y la consecuente caída de la demanda que afecta la producción (es obvio que no se produce donde no hay demanda).
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