domingo, 6 de febrero de 2022

Algo huele mal…

 

El país está sacudido social, política y moralmente con  los recientes acontecimientos de corrupción que involucran a funcionarios del Gobierno. El chavismo denuncia, rechaza y afronta la situación.  El PSUV condena la corrupción en su seno y expulsa a funcionarios acusados de narcotráfico. 

A pesar de la rápida respuesta, la gravedad y magnitud de los hechos  nos coloca en un peligroso y complicado escenario, que, dada la polarización,  indudablemente será elaborado y manejado de forma diferente por cada una de las dos fuerzas políticas. No se enfrenta un mero delito que se limita a  un procedimiento penal. Debe ser entendido y tratado como un fenómeno multifactorial de carácter social, político,  económico, ético, cultural e institucional. Además de las medidas tomadas, el Gobierno está obligado a  meter la lupa más allá de la denuncia y expulsión.  No necesariamente se trata de incidentes esporádicos, o delitos individuales de funcionarios apoyados y confiados en su impunidad.  Es necesario plantearse la posibilidad de una práctica administrativa, sólidamente enquistada y, en el más grave de los casos, legitimada que podría conducirnos  a una mayor tolerancia a la corrupción.  Es por tanto obligatorio anteponerse a las prácticas corruptas, confrontarlas, denunciarlas  y luchar contra una posible y peligrosa “normalización” del fenómeno. De allí que elevemos la interrogante ¿Por qué se dejó llegar hasta allí?

Imperante enfocarnos, trabajar, profundizar o reconstruir  una ética  en el espacio público.  Para ello  es necesario rescatar la confianza y legitimidad con valores y argumentos que promuevan, validen la aceptación y la obediencia sustentadas en la construcción de una ética pública y en el ejercicio del poder.  Obligatorio el reposicionamiento y rescate de la confianza en el servidor público; el principio de rendición de cuentas y, por supuesto, la vigilancia ciudadana.      Insistimos que amerita una estrategia múltiple de carácter social, moral y penal 

La magnitud de los hechos y sus consecuencias nos colocan el terreno de una posible crisis de confianza y legitimidad.  Crisis que, dado lo ocurrido y la situación política interna, puede ser tanto de carácter espontaneo como deliberadamente impulsada. El terreno está abonado.  

@maryclens

 

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